César Izquierdo, Vicedecano de la Facultad de Teología
El Pontificado de Benedicto XVI en 10 claves
Necesitaremos tiempo y perspectiva para poder pesar y valorar el pontificado recién concluido de Benedicto XVI. Todo lo que ahora digamos estará, sin duda, afectado por las emociones y las reacciones de "los últimos días". No por ello, sin embargo, estamos condenados al silencio, sino que nos es posible subrayar con agradecimiento algunos aspectos en los que el paso y el peso de Benedicto XVI se han notado durante estos casi ocho años. Las resumimos en diez palabras:
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Compromiso con la aplicación del Concilio Vaticano II, "a ejemplo de mis predecesores y en continuidad fiel con la tradición de dos mil años de la Iglesia". Estas palabras pronunciadas en su primer mensaje, en 2005, han sido una norma interior a toda la actividad de Benedicto XVI. No se trataba en realidad de un servicio al Vaticano II –que conocía bien por haber participado en sus trabajos desde 1962- sino de un servicio a la Iglesia que había recibido, con el concilio, un gran don de Dios para el futuro. La correcta interpretación del concilio –la "hermenéutica de la reforma en la continuidad del único sujeto Iglesia"- formaba parte de su misión, llevada a cabo con sabiduría, prudencia y fortaleza.
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El servicio a la unidad y diversidad de la Iglesia. Benedicto XVI ha acogido en el centro de la Iglesia las legítimas diferencias y ha hecho presente en las iglesias locales el principio fundamental de la unidad. El principio de colegialidad al que se ha atenido de modo patente ha ido acompañado por el servicio del primado a todas las iglesias particulares.
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La liturgia de la Iglesia ha sido un campo en el que la huella del Papa Ratzinger se ha notado con claridad. Más allá de los cambios puntuales en aspectos concretos de las celebraciones, Benedicto XVI ha transmitido con su ejemplo y su enseñanza el primado de la adoración, la dignidad del culto, la belleza en los signos y en el arte sagrado. De esa forma, ha mostrado que la renovación de la Iglesia solo tendrá lugar si la celebración de los misterios de la fe en la liturgia expresa la santidad de Dios y nuestra inserción viva en ellos. De manera especial se debe subrayar su predicación viva y profunda, verdadero ejemplo de la didascalia pastoral.
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La enseñanza de Benedicto XVI en sus diversas manifestaciones (sus tres encíclicas, las exhortaciones apostólicas, discursos, catequesis, etc) ha transmitido con frescura y solidez doctrinal -y también intelectual- el Evangelio, mostrado de manera viva e interpelante para los cristianos. El magisterio del Papa ha confirmado en la fe y en la experiencia de la vida cristiana. Se ha planteado las preguntas que nos planteamos todos en nuestra existencia cristiana, y ha ofrecido respuestas sólidas y cercanas, en las que las razones y las emociones aparecen en justo equilibrio.
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En el ecumenismo, Benedicto XVI ha proseguido la labor iniciada por el concilio e impulsada de manera particular por Juan Pablo II, en un esfuerzo generoso por salir al encuentro de los hermanos separados y compartir con ellos los elementos de la unidad parcial, con cordialidad y afecto, esperando que los frutos sean cada vez más abundantes.
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Diálogo inter-religioso. El conocimiento y diálogo con las religiones (principalmente con el judaísmo, con el Islam) le ha llevado al encuentro con líderes religiosos del mundo. Al mismo tiempo ha señalado la necesidad de que en ese diálogo la verdad no quede en segundo plano y, a la vez, ha impulsado la necesidad de que, junto al diálogo, no falte la evangelización. La "nueva evangelización" ha sido su programa en los últimos años revitalizar con la fe los países olvidados de Dios, que tienen sin embargo sen sus raíces la fe cristiana.
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Purificación de la Iglesia. En la misma línea de enseñanza conciliar sobre "la Iglesia santa y necesitada de purificación", Benedicto XVI ha promovido la purificación de aquellos hechos que han causado gran daño y han escandalizado a tantas personas. La aceptación de la renuncia de algunos obispos y la separación del ministerio de sacerdotes culpables de abusos de diverso tipo han sido medidas enérgicas que han tenido como resultado indirecto la seguridad de que la mayoría de los ministros ordenados se conducen de manera honrada y tantas veces heroica.
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La defensa de la verdad. En un mundo atenazado por el relativismo, el Papa Benedicto ha defendido con autoridad única el valor de una racionalidad plena y abierta, capaz de llegar a la verdad, y de vivir esta verdad como condición básica de una vida humana plena, y garantía de esperanza para el futuro. Ha sido escuchado con respeto y admiración (en Ratisbona, en París y en otros lugares) por tantas personas que encuentran en esa defensa una confirmación autorizada de su vida y de su fe; y también por quienes mantienen posturas diversas pero no pueden menos de reconocer la coherencia y solidez del discurso papal.
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La verdadera laicidad -opuesta al laicismo- ha sido otro de los argumentos que de diversas manera ha presentado el Papa Ratzinger en encuentros con personas sencillas y en foros prestigiosos (el Bundestag alemán, el Parlamento inglés, la ONU...). La "doctrina" de Benedicto XVI en este punto ha merecido suma atención y el reconocimiento de una gran autoridad, -como probablemente no hay otra en nuestro tiempo- al tratar sobre la naturaleza y competencias del Estado, sobre la libertad –y particularmente sobre la libertad religiosa- y sobre la dimensión pública de la fe. En el futuro no se podrá prescindir de ella.
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La alegría ha sido una actitud y una enseñanza constante en la persona y en las palabras de Benedicto XVI. La "alegría y el entusiasmo de la fe" (Carta Porta Fidei) las ha encarnado en su vida y son y seguirán siendo ejemplo y estímulo para todos.