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“El Greco no es un pintor fácil, es controvertido, y no le gusta a todo el mundo, pero eso no quita para que su figura se asocie a la genialidad desde hace tiempo”. Con estas palabras enmarcaba su sesión Leticia Ruiz, la Jefe del Departamento de Pintura Española del Renacimiento y Primer Naturalismo del Museo del Prado, que impartió la tercera de las conferencias del segundo ciclo del Museo del Prado en la Universidad de Navarra.

La ponente quiso señalar cómo hace más de un siglo y medio la figura de El Greco se alzó entre los artistas del romanticismo francés como el paradigma del genio: un personaje muchas veces incomprendido, fuera de la norma, y que no se sometió a las convenciones de la época. Este pintor, cuyos 400 años de su muerte se celebraron en el año 2014, “impregnó su obra con una profunda originalidad, fuera de la norma, con una personalidad única”.

Formado con Tiziano, El Greco trató siempre de medirse con otros artistas pero, a su vez, bebió de ellos. “El Greco sufrió un proceso de ensimismamiento, que le llevó de la necesidad de agradar, a ir sumergiéndose en su propia forma de ser y de ver su pintura”. Según Ruiz, el artista hubiera querido ser importante en la corte, pero quedó relegado a la escuela de Toledo. “Esto le dio, sin encargos importantes del Arzobispado ni de la Catedral, libertad para ser él mismo”.

En la visibilidad de este artista, el año 1838 marcó un hito importante, ya que supuso la apertura en el Louvre de París de la galería de pintura española, donde se mostraban nueve cuadros del pintor. ¨La creación de El Greco es la suma de un importante acervo formativo y su propia invención. Ese acervo formativo es parte sustancial de la mirada nueva que va a aportar”. La deconstrucción espacial, la expresividad figurativa con un alargamiento de las figuras o la expresividad “desconcertante”, fueron algunas de las características del artista  destacadas por la ponente, así como las combinaciones cromáticas ásperas o la iluminación multifocal.

“El Greco nutrió a diferentes corrientes que van a ir viendo en él un artista más preocupado por lo formal que por el fondo, algo que es muy moderno”.

Entre 1880 y 1920 su figura se convirtió en una referencia válida para la mayoría de las vanguardias artísticas que encontraron en el artista convincentes motivos para convertirlo en símbolo de la libertad y la subjetividad, un visionario adelantado en el tiempo.