“No existen palabras suficientes para dar gracias a quienes han sufragado mi beca: contribuir a la formación de un sacerdote es ayudar al mundo”
Jean-Germain Latus llegó a Pamplona en 2014 para estudiar Teología en la Universidad de Navarra. Dentro de dos meses, recibirá la ordenación de diácono y en junio regresará a su país, donde será ordenado sacerdote
Hace 34 años, en una pequeña ciudad de Haití, muy cercana a la frontera con República Dominicana, nació Jean-Germain Latus. Tercero de once hermanos, fue criado en el seno de una familia cristiana. Dentro de dos meses, recibirá la ordenación de diácono y en junio, cuando finalice sus estudios, regresará a su país, donde será ordenado sacerdote.
Aunque los católicos constituyen una mayoría de la población haitiana, cuando Latus -como le llaman sus amigos y conocidos- planteó su vocación, las primeras palabras de su párroco fueron que sería el primer seminarista de su ciudad. Tal y como asegura, ya desde niño supo que tenía que ser sacerdote. “Para mí es el mejor lugar para servir a Dios y a los demás”, asegura. La noticia de su ingreso en el seminario, a los 24 años, fue una alegría para su familia: “El dia que salí de mi casa, mis hermanos y mis padres se pusieron de rodillas para dar gracias a Dios por mi vocación. Dos años después, volví a mi país para asistir al funeral de mi madre, que acababa de fallecer, y me enteré que en ese tiempo había estado preparando mi futura ordenación. Para ella fue un orgullo”.
Animado por el obispo de su diócesis, Latus llegó a Pamplona en 2014, para formarse en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra. “Un día que estaba de pastoral, mi obispo me llamó a su despacho. Esa misma semana, había tenido un accidente y pensaba que iba a echarme del seminario, porque él mismo se había hecho cargo de los gastos. Sin embargo, me dijo que iba a enviarme a estudiar Teología a España. Lloré de alegría. Nunca imaginé que se me daría esta oportunidad y no dejo de dar gracias a Dios por la vida que me ha dado”.
Desde hace cuatro años, reside en el Colegio Eclesiástico Internacional Bidasoa, un hogar que le ha regalado amigos de todo el mundo. “En Pamplona he encontrado algo que nunca pensé que podría tener: vivir y estudiar con personas de tantas nacionalidades. Ahora puedo decir que tengo un amigo filipino, un amigo chino… Cada uno tiene su cultura, pero relacionarme con ellos también es parte de mi formación, es una riqueza. Estar en Bidasoa y en nuestra Facultad es un regalo. Ya no digo la “Facultad de Teología”, digo “nuestra Facultad”, porque ahora es mía; estoy muy agradecido y muy contento”, asegura.
Dentro de cuatro meses, Latus regresará a su país. Cuando hace balance de estos años en Pamplona, piensa de modo especial en sus benefactores: “No existen palabras suficientes para dar gracias a las personas que, con su generosidad, han sufragado mi beca. No me conocen y, sin embargo, han destinado su dinero a mi formación. Quien contribuye a la formación de un sacerdote, no sólo le está ayudando a él, sino también al mundo. Lo mejor que puedo hacer para darles las gracias es guardarles en mi corazón, con mis oraciones”.