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“Bidasoa es el rostro joven de Cristo”

Jorge Castro, natural de Colombia, tiene 30 años, es ingeniero industrial y si Dios quiere se ordenará sacerdote en agosto

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El colombiano Jorge Castro llegó a Pamplona en septiembre de 2014. FOTO: Chus Cantalapiedra
10/05/19 11:43 Chus Cantalapiedra

Jorge Castro tiene 30 años y es natural de Santa Marta (Colombia). Llegó a Pamplona en septiembre de 2014 dispuesto a formarse para ser sacerdote. Había dejado su trabajo, sus amigos y su familia para embarcarse en una vocación que llevaba sintiendo desde hacía tiempo. El pasado febrero se ordenó diácono y, si Dios quiere, en agosto se ordenará sacerdote en Colombia.

Una de las anécdotas que recuerda de su llegada es la sensación que tenía de ser nuevo en todo. “Era la primera vez que venía a Europa, la primera vez que montaba en avión y de pronto era el único colombiano en el Seminario”. Sin embargo, afirma que no se sintió solo por no tener ningún compatriota cerca, sino que se encontró con una casa y una familia de cien amigos. También recuerda que fue muy bonito darse cuenta de que uno cuando llega al Colegio Mayor Bidasoa no sólo es bien acogido, “sino que colabora para que quienes se incorporan también lo sean”.

Jorge es licenciado en Ingeniería Industrial en Colombia con la especialización en Logística. Su expediente es uno de los mejores de su promoción (2011) y siempre le había gustado ejercer. De hecho, en eso se apoyó cuando al terminar el colegio un buen amigo le propuso ser sacerdote: “Primero quiero estudiar la carrera y, si después el Señor me sigue llamando, lo dejaré todo”. Y así fue. Nunca dejó su implicación en la parroquia ni olvidó la formación católica recibida en casa. Terminó sus estudios y comenzó a trabajar. Tuvo tiempo incluso de cambiar de empresa. Este giro le permitió tener más tiempo para dedicarle a Dios. Comenzó a rezar su vocación y finalmente lo tuvo claro. Se lo comunicó a la empresa donde trabajaba, seis meses antes de ingresar en el Seminario de Santa Marta, para que tuvieran tiempo de buscar una persona que le sustituyese en su puesto. “No terminaban de creerse que realmente me iba no porque estuviese descontento, sino porque quería ser sacerdote”, explica.

Su familia, aunque no sin alguna duda, se mostró muy contenta por la decisión. Sus amigos, algunos incluso ausentes de creencias religiosas, le transmitieron su cariño y apoyo: “Siempre te vi sacerdote”, le dijo un compañero de colegio.

A lo largo de estos años en Pamplona no ha querido alejarse del mundo de la tecnología. En la Universidad y en el Seminario siempre ha colaborado con grabaciones de ponencias y con todo lo relacionado con los ordenadores. Siempre ha cuidado el tiempo que ha dedicado a la lectura y al deporte. Le encanta jugar al fútbol y correr.

Acaba de completar los estudios de Bachillerato en Teología y el curso que viene empezará la Licenciatura en Derecho Canónico. A lo largo de estos años en Pamplona destaca algo que especialmente le ha aportado: “Durante un tiempo estuve enseñando español a un seminarista que era de la India. Hoy es sacerdote allí. El esfuerzo de muchos hace posible que la Iglesia sea rica por su diversidad. Y esa diversidad hace que la Iglesia no se acabe en tu diócesis”.

Se muestra enormemente agradecido por la ayuda recibida de los benefactores que han hecho posible su formación y estancia en Pamplona. Se lleva guardado con ilusión todo lo que ha aprendido en la Universidad y en el Seminario Internacional Bidasoa. También las actividades de pastoral que realizó durante dos veranos en Fátima y la Jornada Mundial de la Juventud de Cracovia. “Bidasoa es el rostro joven de Cristo, merece la pena seguir apoyando esta labor, no sólo económicamente, sino en la oración y en el corazón”.

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