El cerebro ético como atajo emocional ante dilemas
Un vídeo divulgativo de la Universidad de Navarra disecciona el proceso cerebral que permite decidir en segundos ante situaciones límite
Si observa un tren que arrollará a cinco operarios que trabajan en la vía, ¿empujaría a alguien para que el tren le atropellara y salvar así a las cinco personas? Es uno de los 60 dilemas en cuya resolución se han investigado los circuitos neuronales que procesan decisiones de un grupo de voluntarios. Los experimentos publicados en revistas científicas como Nature y Neuron siguen mediante escáner la actividad cerebral de las personas mientras deciden qué hacer en situaciones límite. La mayoría elige con rapidez, en cinco segundos, no empujar a nadie a la vía.
A partir de resultados publicados en revistas científicas como Nature y Neuron, la Universidad de Navarra resume ahora esas investigaciones en un vídeo elaborado por Natalia López Moratalla, catedrática de Bioquímica y Biología Molecular; Carlos Bernar, especialista en Comunicación Audiovisual; y Enrique Sueiro, doctor en Comunicación Biomédica. Este vídeo es el segundo de la serie Los secretos de tu cerebro con la que se pretende analizar, resumir y comunicar qué dicen las neurociencias de vanguardia sobre el cerebro.
Un nuevo experimento plantea a los voluntarios impedir que se arrolle a las cinco personas si manipulan las agujas para desviar el tren a una vía donde se encuentra sólo una persona. Esta acción causaría un posible daño indirecto y evitaría directamente un mal superior. La mayoría opta por mover las agujas. En este caso decidirse requiere dos segundos más, tanto si la respuesta es afirmativa o negativa a mover las agujas. Se observa que la activación de áreas del cerebro que desempeñan funciones de análisis y cálculo coste/beneficio es más intensa que en el dilema de empujar a alguien. Por el contrario, se reduce la actividad en las áreas que procesan las emociones.
Según la catedrática Natalia López Moratalla, en ambos experimentos aparecen los dos tipos de inteligencia mediante los que el ser humano conoce: la analítica y la emocional, cada una con mayor actividad en áreas de uno de los hemisferios del cerebro. "El frontal izquierdo procesa de forma más sistemática y lenta. Por ejemplo, una reflexión, aunque sea breve, nos mueve o no a una ayuda solidaria a víctimas desconocidas de catástrofes en países lejanos. El hemisferio derecho procesa de forma más intuitiva, global y rápida. Por ejemplo, nos sentimos urgidos ipso facto a socorrer a alguien en grave peligro. Salvo patologías, ambos sistemas están conectados y actúan armónicamente".
Dos segundos más para saltar la barrera emocional
Natalia López Moratalla. |
Foto: Manuel Castells |
La profesora explica que estos análisis permiten entender mejor que el juicio moral que decide no causar un daño directo a una persona entraña un fuerte componente emocional. "Las técnicas de neuroimagen detectan una activación intensa y rápida, en cinco segundos, en zonas de la corteza cerebral que procesan las emociones que afectan a la relación con los demás, cuando se trata de una acción directa. Saltar esa barrera y decidir en otra dirección requiere la memoria que detiene la información emocional durante los dos segundos más necesarios para analizar la relación coste/beneficio de cada opción, guiada por las convicciones personales".
Natalia López Moratalla señala que "estas evidencias científicas apuntan hoy al modo en que está registrado en el cerebro humano el principio natural, y por ello universal, de no hacer a los demás lo que no quiero para mí. Es como un detector que provoca la emoción automática de agrado al ayudar y repugnancia por dañar. Es una intuición natural que guía sin determinar la conducta y supone un atajo emocional en situaciones en las que están en juego vidas y humanas y hay que decidir de forma directa e inmediata".
Personas utilitaristas evitan el atajo emocional intuitivo
También resultan reveladoras las investigaciones que estudian cómo solucionan dilemas éticos personas con un daño cerebral en la región que conecta lo emotivo y lo analítico. "Estos pacientes siguen un patrón utilitarista fuera de lo común y deciden con rapidez matar –empujar a la vía– a una persona para salvar a cinco. Sin embargo, en un contexto más impersonal, como accionar las agujas, su conducta es normal. Por esa lesión del cerebro, estas personas carecen de la guía innata que supone la alarma de la emoción en el juicio moral, aunque el sistema deliberativo se mantiene. Los sentimientos desagradables, la repugnancia a hacer daño que constituye una señal de precaución, les dejan imperturbables".
Cuando surge la contradicción entre ambos componentes de la racionalidad humana, el sistema analítico se impone. El caso del tren ilustra porque, "cuando los dilemas de empujar a alguien o cambiar las agujas se presentan a voluntarios utilitaristas –entrenados en el cálculo riesgo/beneficio como norma de conducta– resuelven tanto empujar como cambiar las agujas en el mismo tiempo. En tales casos usan los dos segundos más necesarios en esta actividad mental para ajustar racionalmente el coste/beneficio y así evitan seguir el atajo emocional, intuitivo y natural, hacia lo correcto".
La profesora de la Universidad de Navarra apunta que "los animales nunca se equivocan acerca de lo que les conviene o no: su instinto sólo les permite acertar. Tampoco eligen. Sin embargo, a las personas, liberadas del encierro en el automatismo biológico, se les plantean dilemas y están abiertas a equivocarse al decidir. En ellas, no hay instinto que determine la conducta, sino conocimiento intuitivo que hace aflorar la emoción".
Concluye que los códigos de conducta aportan una escala jerárquica de los valores que se consideran relevantes para calificar algo como bueno o malo. No están biológicamente determinados y por ello difieren en aspectos normativos de unas culturas a otras. "Como regulaciones sociales, humanizan cuando lo legal y lo ético convergen para premiar lo bueno (ayudar, curar) y penalizar lo malo (matar, no prestar asistencia en un accidente). Por eso mismo, existe una esquizofrenia social cuando leyes y ética divergen".
Más información