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Gregorio González Roldán ha presentado su tesis e investigaciones posteriores en torno a “El nacimiento de la universidad franquista: las depuraciones republicana y franquista de los catedráticos de Universidad” en el seminario organizado por el Grupo de Investigación en Historia Reciente (GIHRE) de la Universidad de Navarra. González Roldán ha estudiado los expedientes de los 597 catedráticos activos que había en la universidad española al iniciarse la guerra civil, en julio de 1936. Un número elevado de ellos, 92, perdieron sus puestos como resultado de las ejecuciones, las sanciones, o el exilio, forzado por uno u otro bando.

Especialista en la política educativa de la posguerra, comenzó a interesarse por los expedientes de la depuración cuando encontró, en el Archivo General de la Administración (AGA), dos carpetas diferentes en el expediente de cada catedrático: una referida a la depuración republicana, otra a la franquista. En este sentido, defendió en el seminario del GIHRE la necesidad de estudiar ambas depuraciones, pues así es posible conocer todo el proceso. Quien era depurado por un bando, podía estar exento en el otro. Personas afines a los contendientes ocupaban los huecos dejados por sus rivales entre las elites de la cultura.

La práctica de la depuración universitaria –como recordó González Roldán- ha sido habitual en la Historia Contemporánea de España: desde el final de la guerra de la Independencia hasta 1975, cuando aún había disposiciones depuradoras, aunque hacia 1944 el régimen franquista casi había culminado la depuración en las once universidades de entonces. De cualquier forma, las universidades españolas contaban con una gran tradición depuradora que les permitió a ellas mismas liderar este proceso, muy corporativo y ligado, tantas veces, a cambios significativos en el escalafón. Las comisiones depuradoras estaban formadas por catedráticos de universidad.

Todas las universidades se pusieron al servicio de uno u otro bando. Durante la guerra, cuatro quedaron en el bando republicano y siete en el franquista. La depuración había sido, a lo largo de la Historia, una forma de violencia simbólica, represión ideológica que había permitido a los Estados un control sobre las manifestaciones ideológicas y la libre circulación de personas. González Roldán ha calificado tanto la II República como el Nuevo Estado de Franco como regímenes que pretendieron ofrecer una concepción cultural única del mundo y para los cuales la disidencia intelectual era una amenaza. En este sentido, la depuración fue un campo de batalla de la guerra escolar y de ideas.

Pero el fenómeno de la depuración ha tenido, durante la guerra y la posguerra, matices e historias propias que complican los estudios. Es el caso, por ejemplo, de los catedráticos vinculados a la Izquierda Republicana, depurados por ambos bandos. O del socialista Julián Besteiro que se negó a participar en el proceso depurador, actitud que, para González Roldán, es un caso de singular grandeza. También las sanciones que podía sufrir un depurado condenado eran diferentes: suspensión de empleo y sueldo, inhabilitación, fusilamiento (siete catedráticos fusilados en zona franquista, seis en zona republicana)… En el bando franquista, los tribunales de depuración se vieron en una encrucijada de jurisdicciones entre la suya, la del Ejército y la del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, etc.

Durante el seminario del GIHRE, Gregorio González Roldán subrayó la importancia de la investigación de archivo. Además de la consulta de boletines oficiales y ministeriales (Ministerio de Instrucción Pública, Ministerio de Educación Nacional), revistas universitarias, memorias del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)…, González Roldán se ha basado en la documentación de importantes archivos españoles (AGA, Presidencia del Gobierno, Congreso de los Diputados, Consejo de Estado y distintos archivos universitarios y provinciales).