Estamos en Epistemología, y confieso que me he perdido un poco. He vuelto a clase cuando Ruth, la profesora, ha dicho David Beriain. “Esto debería haberlo dicho antes…” y nos ha explicado que se le va a dar el premio Brajnovic. Ha escrito el nombre en la pizarra y nos ha contado cómo murió. Asesinado, sí, pero nos ha dicho que le dieron la oportunidad de irse y no quiso por quedarse con Roberto Fraile, su amigo. Ha escrito el nombre de Roberto. “Eran gente que defendía esto” y ha dibujado una flecha hacia algo que ya había escrito en la pizarra y en lo que yo no había reparado: “Contar la verdad”. Ha dibujado una segunda flecha. “Le pegaron un tiro y ahí acabó su vida”, nos ha contado, y se ha girado a mirarnos. Luego se ha dado la vuelta y ha subrayado dos veces el nombre de David, y enmarcado ese “Contar la verdad”. Y se ha separado unos pasos de la pizarra. Y no se ha girado. Y se ha hecho el silencio. Ruth mirando a la pizarra y nosotros mirando a Ruth. Con un gesto imperceptible ha apagado el micro, no se escuchaba ni su respiración. El aula se ha quedado en suspensión. Algún imprudente ha pulsado una tecla del ordenador, y creo que, al escucharse tanto su insensibilidad, no se ha atrevido a terminar la palabra. Al rato, Ruth se ha acercado a la mesa a revisar sus notas, y nos ha mirado. Ha hecho un gesto elocuente: la mano ha cortado el aire tajante. No hace falta decir más. Cuando ha hablado de nuevo le ha temblado la voz, pero no la intención. “Voy a borrar todo menos la pretensión de validez”. Ha cogido la bayeta y borrado los nombres. “Contar la verdad” se ha quedado enmarcado en la pizarra, con dos flechas señalándolo, recordándonos para qué estamos sentados en estos asientos grises entre estos muros grises. Y la clase ha continuado.
David Beriain- In memoriam
CORRESPONSALES
14 | 02 | 2022
BOLETÍN DE ESTUDIANTES
Texto Irene García Navarro