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Basílica de San Ignacio de Loyola

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La reforma dieciochesca

Poco tiempo transcurrió entre la inauguración y la decoración con la que se dotó el interior. La explicación no era otra que el triunfo del barroco castizo en obras tan significativas en la ciudad, como la capilla de San Fermín o los retablos de las Recoletas. De acuerdo con el desarrollo del estilo en su fase decorativa, las bóvedas se cubrieron de ricas yeserías, con rameados vegetales, realizadas en torno a 1720. Las pechinas con cuatro escenas de la vida del santo y el medallón con el momento de la caída completaron el conjunto. Importaron aquellas labores 210 reales (albañil), 1.249 (tallista), 176 (bultos), 458 (pintor), 770 (colores), 108 (blanqueador) y 75 (andamios).

Junto a las plásticas yeserías que imitan vegetales, destacan las cuatro pechinas y otro óvalo con la caída del santo en el centro del arco frontal. En aquellas se representan pasajes o escenas de la vida de san Ignacio. En la primera encontramos la aparición de san Pedro con sus dos llaves cruzadas t a san Ignacio que está en su lecho con la pierna vendada y herida. La segunda muestra la aparición de la Virgen con el Niño, en Loyola en 1521, en sintonía con el texto de su autobiografía que reza así: “Estando una noche despierto vio claramente una imagen de Nuestra Señora con el Santo Niño Jesús, con cuya vista, por espacio notable, recibió consolación muy excesiva”. La tercera nos muestra al santo con la sotana, escribiendo los Ejercicios en 1522, bajo la protección de María. La última lo presenta velando las armas en Montserrat (24-25 de marzo de 1522), también siguiendo el texto autobiográfico que dice: “Tras confesarse y dar sus ropas y vestir túnica de peregrino, hace visita a pie y se postra ante la Virgen de Montserrat”.

Acorde con aquel despliegue decorativo y colorístico estuvo la fiesta de la caída del santo, dotada magníficamente, en 1754, por el duque de Granada de Ega y conde de Javier, don Antonio de Idiáquez, con misa cantada, sermón, música y fiesta. Los libros de cuentas registran pagos por música, mantequilla, manjar blanco, empanadas de ternera y docenas de cohetes. Sobre la fiesta, hay que recordar que era frecuente en las grandes celebraciones que, a lo largo de dos o tres horas de la tarde, hasta la función vespertina, los músicos lucieran sus habilidades, improvisando e interpretando música vocal e instrumental.

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