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El escultor romanista Juan de Anchieta

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Retablo mayor y sagrario de Santa María de Tafalla

Aun cuando no lo pudo ver terminado, este monumental retablo, trazado por Juan de Anchieta, supone el culmen del romanismo miguelangelesco en Navarra. Como en otras ocasiones, el maestro de la gubia contrató primero en 1581 el sagrario, que concluiría en 1583, estimándose su valor en 260 ducados. Los patronos le encargarían cinco años después el retablo, que solo pudo iniciar, pues fallecería ese mismo año de 1588. Su viuda y heredera continuó la obra con la ayuda de Pedro González de San Pedro, quien en 1589 pasó a encargarse personalmente, tasándose en 1592 en la elevada suma de 5.114 ducados. El escultor de Cabredo, uno de sus mejores discípulos, siguió la traza original y los modelos y fragmentos de brazos, piernas y rostros en barro y yeso y cera del maestro, que le dio la viuda en pago a sus servicios, como ha documentado M.ª J. Tarifa. Los logros de la talla se potencian en Tafalla con la acertada policromía del natural, aplicada por Juan de Landa, su pintor de cabecera, en dos fases, en 1596 y entre 1599 y 1601.

La traza diseñada por el escultor guipuzcoano nos sitúa ante una máquina de arquitectura de líneas claras que integra mucha escultura y ornato. Es un retablo-fachada manierista, con dos cuerpos y cinco calles, cuya horizontalidad solo se ve interrumpida por la ascensionalidad del ático, plagado de frontones curvos avolutados con efebos recostados. En esta obra encontramos todo tipo de variantes y licencias que preludian el Barroco, como el doble bancal con un sotabanco con óvalos y cuadrados separados por mensulones foliáceos. La inversión de elementos manierista hace que se utilicen pilastras con triglifos en lugar del capitel no solo en el ático, como en Astorga, sino en el primer cuerpo. El círculo se ha cerrado aquí con la utilización en el segundo cuerpo de columnas con fuste revestido de follaje, como en el retablo de Astorga, donde se había iniciado a las órdenes de Becerra. Pero la solución más novedosa se concreta en el ático escalonado, modificado a instancias de los tasadores en 1592, en el que vemos sobre el frontón curvo partido en volutas, el ático del Descendimiento con frontón triangular. Nos recuerda a obras como la fachada de la iglesia del Redentor de Venecia, donde Palladio superpuso cuatro frontones. En los laterales, dos elevados pódiums sirven de asiento a Moisés y David. La Asunción orante, derivada de Raquel de la Tumba de Julio II, está cobijada en una serliana y enmarcada, como las figuras marianas de los retablos de Briviesca y la catedral de Burgos.

La mano de Anchieta nos ha dejado sus mejores obras en los bancos al alcance de la vista de todos los que quieran deleitarse con estos relieves del manierismo internacional. En el sotabanco se desarrolla un ciclo sintético de la vida de María, con los cuatro episodios determinantes en la historia de la redención: la Natividad de María, Anunciación, Visitación y Nacimiento de Jesús, destacando los dos natalicios en marcos ovalados. La Natividad guarda relación con un grabado del mismo tema de Cornelis Cort, de la colección de El Escorial, en tanto que la Anunciación, una iconografía muy repetida por el maestro, va a crear escuela en Navarra con multitud de réplicas, sirviéndose de sendos dibujos de Miguel Ángel a través de grabados como el del francés Nicolás Beatrizet. En dos de las escenas, los ángeles que revolotean en la parte superior confieren el sentido del ritmo.

Los extremos de la predela se reservan para dos dramáticos momentos del final de la Pasión, el Santo Entierro y la Lamentación sobre Cristo muerto, en tanto que a ambos lados del expositor vemos dos historias que confirman la Resurrección de Cristo: Las Tres Marías ante el Sepulcro y La visita de Pedro y Juan al Sepulcro, en este caso incluidas en óvalos. Los dos primeros relieves denotan su formación en Valladolid con Juni y su conocimiento de los estudios para Piedades de Miguel Ángel. Así, la manera de recostar la cabeza Cristo sobre su hombro izquierdo en el Entierro es idéntica a las de Florencia o Palestrina. En esta escena se dan cita varias expresiones de dolor y se copian otros prototipos miguelangelescos como el Moisés.

En el primer cuerpo, lleva la impronta del genial imaginero el bulto del Salvador, primitivo titular del templo, representado como Cristo resucitado, tema estelar de la Contrarreforma, con una monumental cruz en forma de tau que sobresale de su caja. Esta obra miguelangelesca está inspirada en un grabado de Cherubino Alberti, de la colección de El Escorial. El magnífico estudio anatómico del desnudo, semejante al del Crucificado del Miserere, queda parcialmente cubierto por el manto de acuerdo con el decoro tridentino. Como Salvador del Mundo aparece bendiciendo y acompañado del orbe, que sobresale en primer plano a su diestra y una calavera a su izquierda como vencedor de la muerte.

El sagrario-expositor de Tafalla, que sirve para reservar y mostrar la Sagrada Forma, es consecuencia del decreto sobre el sacramento de la Eucaristía del Concilio de Trento de 1551. Su origen está en el escenográfico tabernáculo de tres pisos y linterna que había diseñado Gaspar Becerra como “cosa apartada y miembro de por sí”, aunque integrado en el retablo de la catedral de Astorga, que pudo ver allí Juan de Anchieta. Resulta excepcional que se haya conservado completo con su policromía original este microedificio clasicista, que nos recuerda a un templo romano y, muy particularmente, a las maquetas que se muestran en los museos de algunas catedrales italianas. Adopta planta semihexagonal con alas y tres cuerpos, de los que el primero llamado ‘relicario’ es el contenedor de la Sagrada Forma, y el último, cubierto con cúpula, se concibió como expositor. Su léxico es miguelangelesco con columnas dobles y superposición de órdenes, toscano, jónico y pilastras corintias con sus entablamentos respectivos. Su dorado y estofado fue contratado en 1596 al pintor Juan de Landa, quien lo desmontó y policromó en Obanos. Entre los escasos sagrarios de esta tipología conservados completos en Navarra, sobresalen los de Sesma y Ciriza.

El rico programa iconográfico eucarístico está presidido en la puerta por el relieve miguelangelesco de Cristo resucitado con el cáliz y la Forma, que sirvió de modelo para la talla del Salvador, cambiando las alegorías. Le escoltan los evangelistas y en las alas, las Bodas de Caná y la Santa Cena. En los otros cuerpos encontramos las habituales prefiguraciones del Antiguo Testamento, como las de Elías alimentado por un ángel, entre la ofrenda de Abraham y Melquisedec y David recibiendo los panes, en el segundo piso. Finalmente, flanquean al busto del Ecce Homo en el tercero, los relieves del Sacrificio de Isaac e Isaac cargando la leña.

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aula_abierta_itinerarios_40_bibliografia

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