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La Terapia Focalizada en las Emociones (TFE), un recurso para parejas al borde del ‘coronadivorcio’

Martiño Rodríguez, psicólogo y terapeuta del ICS de la Universidad de Navarra, explica que este modelo ayuda a “afrontar juntos situaciones de incertidumbre y estrés”, como las que han aflorado en muchas parejas durante la pandemia

28/05/20 13:24 Isabel Solana

Martiño Rodríguez, terapeuta familiar y psicólogo, preside la Asociación Española para la Investigación y el Desarrollo de la Terapia Familiar (AEI+DTF) e investiga en el proyecto ‘Educación de la afectividad y de la sexualidad humana’ (EASH) del Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra. 

En el ICS lidera el Proyecto E(f)FECTS, que realiza el primer ensayo clínico aleatorizado en Terapia Focalizada en las Emociones (Emotionally Focused Therapy) en países de habla hispana. Asegura que este modelo basado en la evidencia científica puede ser de gran utilidad para las parejas que atraviesan una crisis, también para aquellas que están pasando por dificultades en el contexto de la pandemia de Covid-19.

La Asociación Española de Abogados de Familia (AEAFA) ha detectado un aumento de las consultas de divorcio tras el confinamiento. ¿Qué ingredientes han desencadenado tantos ‘coronadivorcios’ durante estos meses?
La pandemia ha supuesto una gran tensión para muchas parejas. A la situación de incertidumbre se han sumado a una convivencia durante 24 horas, las dificultades en el trabajo (ERTE, pérdida de empleo, teletrabajo…) y en muchos casos, la conciliación familiar. Algunas veces, parejas que no pasan por buenos momentos prefieren evitar el conflicto y con su ritmo de vida habitual pueden aguantar durante meses o años. Pero estar en casa durante dos meses ha añadido un estrés que, primero, dificulta la relación si no hay una buena base y, segundo, genera desgaste si hay roces en la convivencia. 

Por otro lado, con respecto a las cifras de solicitudes, igual que ocurrirá con muchos otros aspectos durante la desescalada, retomaremos cosas que no han estado permitidas. Necesariamente habrá picos de divorcios porque todo ha estado parado: no se podían hacer consultas y tampoco era el momento para plantear una separación porque no se podía cesar la convivencia. Seguramente no es la única explicación, pero sí hay que tenerlo en cuenta.

¿Qué factores han agravado durante el confinamiento los problemas de pareja habituales?
Los profesionales con los que tengo contacto como presidente de la Asociación Española de Investigación y Terapia Familiar y a través de otras instituciones o asociaciones a las que pertenezco han percibido dificultades muy similares a las que ya veían antes. Lo diferente es que la pandemia ha añadido elementos que dificultan su gestión. Cuando una pareja tiene conflictos, o alguno puntual, le queda el recurso de salir de casa, pasear, charlar con otras personas… Esos momentos en que podemos ir a otro lugar y enfocarnos en otra tarea nos ayudan a tomar distancia y ver las cosas con perspectiva. El confinamiento no lo ha permitido. Un segundo elemento es la gran incertidumbre sobre lo laboral, la salud, el futuro inmediato… Eso genera un bloqueo. Hay tantos frentes abiertos que no se encuentra la energía para dar pasos orientados a afrontar las dificultades en la relación de pareja.

La misma decisión de ir a terapia es más difícil de tomar ahora porque muchos tienen la esperanza de que la relación mejore cuando la situación vuelva a su cauce. O tienen claro que necesitan ir, pero no saben si podrán asumir el coste económico por la incertidumbre laboral.  

¿Cuáles son las primeras señales de que una pareja debe acudir a terapia?
Es difícil dar una idea general sobre el momento exacto. Una pista puede ser la experiencia de una dificultad que está generando mucho sufrimiento y en lugar de encontrar un modo de resolverla que fortalezca y acerque a sus miembros, cada vez les aleja más. Quizá ha habido intentos repetidos de arreglarlo y no se les ocurren más formas. En ese momento se puede dar otro paso, recurrir a ayuda externa. Otro signo puede ser que haya determinadas muestras de falta de respeto dentro de la relación, que se den con frecuencia. 

Y en la circunstancia concreta del estado de alarma, hay que tomar con cierta perspectiva la experiencia de estos meses. Es una situación muy particular y aunque la relación se haya deteriorado, no hay que ponerse en lo peor; quizá haya una mejoría cuando se normalicen las circunstancias externas. Si vemos que no es así, quizá se ha producido un daño que sí requiere de una ayuda profesional. Se puede hacer una primera consulta y valorar si se necesita continuar la terapia o no.

¿Qué puede hacer la terapia de pareja por los matrimonios que lo están pasando mal en estos momentos de incertidumbre? En concreto, ¿cómo les ayuda la TFE?
A diferencia de la mayoría de los modelos y aproximaciones de terapia de pareja, la TFE tiene una fundamentación teórica y empírica, un aval de que funciona si se aplica bien, a cargo de profesionales bien entrenados. La TFE se basa en la teoría del apego y ayuda a que los miembros de la pareja se sientan seguros en la relación. Busca generalizar dinámicas afectivas y comunicativas que fortalezcan los vínculos ante las dificultades. No plantea la terapia como un proceso de resolución de problemas o de mejora de las técnicas de comunicación, aunque son cosas importantes, desde luego. Va más allá: trata de ayudar a las personas a generar una dinámica que haga que ante una circunstancia estresante, como ha podido ser el confinamiento, sintamos cerca al otro, afrontemos juntos aquello que nos asusta y nos hace sufrir. En ese sentido, aporta algo muy valioso porque puede servirnos para recuperarnos de esta situación y de cualquier otra dificultad futura.

El ensayo clínico que están desarrollando para validar la TFE en países de habla hispana comenzó en marzo, poco antes de que se decretase el estado de alarma. ¿Cómo ha afectado la pandemia al estudio?
Se inició oficialmente el 3 de marzo. Empezamos el proceso de reclutamiento de parejas en Guatemala y en Argentina. En estos países, el periodo de confinamiento ha sido similar al de España, por lo que a mediados de marzo se suspendieron las terapias presenciales en las clínicas. Ante esta situación, decidimos continuar con el reclutamiento on line y por videollamada. Esperábamos que en un mes o mes y medio pudiéramos completar el procedimiento según lo previsto.

A finales de abril, los contactos locales nos comentaron que el confinamiento se levantaría en sus países como pronto a mediados de junio o quizá en julio, por lo que decidimos parar el proceso y esperar. El motivo es, entre otros, que hay una evaluación inicial que se hace en el momento del reclutamiento que no puede alejarse en el tiempo del comienzo de la terapia. 

De este modo, el inicio del estudio se retrasará un poco. Ahora nos estamos preparando para posibles escenarios que puedan darse. Si al volver a ponerlo en marcha contamos con una serie de parejas, se asignan a los grupos, empiezan la terapia y a mitad de ese proceso tiene lugar otra oleada de la pandemia y otro confinamiento, posiblemente mantengamos el estudio en marcha a través de la modalidad on line.

En relación con esto, ¿cómo han ayudado las nuevas tecnologías a continuar las terapias durante el confinamiento?¿Las sesiones on line son igual de efectivas?
Casi cualquier persona con una webcam en casa puede tener una consulta con su terapeuta. Ahora bien, la capacidad de percibir cómo está el otro y captar la expresión no verbal es más limitada a través de la videoconferencia. A esto se suman otras circunstancias que dificultan realizarla en las mejores condiciones. Pensemos en un matrimonio con varios hijos en un piso pequeño donde se escucha todo: se reduce mucho la sensación de intimidad y eso afecta al proceso. También intervienen otras variables relevantes como la edad: alguien en la veintena no tiene la misma experiencia que un matrimonio se sesenta y tantos años. 

La evidencia sobre la efectividad de estas sesiones on line es muy poca y no podemos saber si son equiparables a las presenciales. Hay muy pocos estudios y no hay ensayos clínicos que las hayan comparado. Con todo, creo que es positivo disponer de estas herramientas para continuar la terapia.

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