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Fernando Simón: “Hay que apostar por el estudio profundo y crítico y por la convivencia culta universitaria”

El profesor de la Facultad de Derecho publica ‘Entre el deseo y la razón. Los derechos humanos en la encrucijada’

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FOTO: Manuel Castells
03/11/17 11:39 Blanca Rodríguez

El profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Navarra Fernando Simón Yarza publica ‘Entre el deseo y la razón. Los derechos humanos en la encrucijada’, un libro editado por el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales del Ministerio de la Presidencia.

¿Por qué el deseo y la razón ponen a los derechos humanos en una encrucijada?

Toda vez que se renuncia a la idea de que exista un bien humano integral y objetivo que dé sentido a la libertad y la haga digna de protección —un auténtico florecimiento humano— los derechos humanos pierden toda referencia más allá de los deseos del individuo.

¿Cómo ha sido su evolución en la historia del pensamiento político y jurídico?

La gran tradición clásica —que arranca en los escritos de Platón y continúa en Aristóteles o en Tomás de Aquino— ha reconocido siempre el papel esencial del bien humano en la vida política. Y con otro enfoque, también el liberalismo kantiano es sensible al bien determinado por la razón. Algunos autores contemporáneos enraizados en la tradición clásica defienden firmemente las libertades civiles como condiciones necesarias para el florecimiento o la realización humana. Ésta constituye, en última instancia, el propósito que las justifica y las cualifica como dignas de protección.

¿En qué momento se produce la colisión entre el deseo y la razón?

En la sociedad contemporánea, algunas versiones relativistas del liberalismo han alcanzado un predominio académico preocupante. Al tiempo que se relega el problema del bien humano al ámbito privado, el papel del Estado pasa a ser el de maximizar las libertades del individuo, entendidas como posibilidades de satisfacción de sus deseos —con independencia, incluso, de la relación de estos deseos con el bien humano objetivo. El resultado es profundamente deshumanizador, como trato de mostrar en el libro.

¿Cómo puede evitarse dicha situación?

La encrucijada entre la razón y el simple deseo como medida de los derechos no puede evitarse: se trata de elegir el camino correcto.

¿Qué camino propone?

Hay que apostar por la razón. En concreto, hay que rechazar la falsa neutralidad de pensar que es posible definir las libertades fundamentales al margen o con independencia de qué sea bueno o malo para el hombre. Quien defiende la neutralidad moral por principio en el campo de la interpretación de los derechos abandona los valores a la competición privada y, en esta competición privada, los desaprensivos manipulan el discurso para imponer sus intereses. El absentismo moral nunca es neutral.

¿Están cambiando las bases de la sociedad actual hasta el punto de influir en la concepción, entendimiento y defensa de los derechos humanos?

Los gérmenes del relativismo y el emotivismo tienen raíces históricas profundas y están muy arraigados en la mentalidad dominante. El emotivismo actual hace que surjan clichés sociales que, cual «triunfos» en una partida de cartas, se utilizan para poner fin a toda discusión racional. Estos clichés van cargados de sentimientos y llevan a un sueño de la razón que produce monstruos. Lo propio de la razón, sin embargo, es «despertar a la realidad», como veía Heráclito hace 2500 años.

En este contexto, ¿cuál es el papel de las universidades?

En todas las grandes cuestiones, la universidad tiene el reto de seguir apostando por la razón, de no ceder a la tentación de conformarse con el eslogan y el discurso emotivista que recibe de la mentalidad dominante, ni asumir falsas lealtades que la separen de su misión. Más que nunca, hay que apostar por el estudio profundo y crítico y por la convivencia culta universitaria, por el encuentro cordial auténtico entre alumnos y profesores como el mejor marco para ese «despertar juntos a la realidad». Me entusiasma la frase de Francisco de Sales, adoptada por un gran universitario, John Henry Newman, como lema: cor ad cor loquitur, «el corazón habla al corazón».

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