24/06/2025
Published in
The Conversation
Ruth Gutiérrez Delgado |
Profesora titular de Guion, Epistemología y Poética audiovisual, Universidad de Navarra
Isadora García Avis |
Profesora de Narrativa Audiovisual, Universitat Internacional de Catalunya
Pablo Castrillo Maortua |
Profesor del Departamento de Cultura y Comunicación Audiovisual, Universidad de Navarra, Universidad de Navarra
La huelga de 2023 organizada por el Sindicato de Guionistas de Estados Unidos (WGA) puso de manifiesto la enorme precariedad del sector audiovisual y la complejidad de las soluciones en un contexto de transformación de la industria. Muchos problemas venían de antiguo. Sin embargo, tras el asentamiento de las plataformas de streaming, el statu quo del guionista había seguido empeorando. A las nuevas condiciones laborales impuestas que desprotegían su trabajo, se sumó otro invitado: la IA generativa.
Este ambiguo dispositivo para la productividad “infalible” a gran escala se cierne como una amenaza indómita, que afecta especialmente a profesiones de ámbitos creativos, artísticos e intelectuales.
¿Integración, superación, uso “razonable”? Lejos del autoengaño, los guionistas temen ser reemplazados, aunque algunas propuestas actuales apuesten por “abrazar” la IA. No obstante, ese es sólo uno de los retos más problemáticos a los que se enfrentan “las industrias creativas”, también la española.
Un nuevo panorama todavía cambiante
Una década después de la llegada de las plataformas de streaming a España, no todo es incertidumbre. Por ejemplo, grupos como Atresmedia y Movistar Plus+ han tomado el pulso a los gigantes internacionales y se han hecho más competitivos creando sus propios servicios bajo demanda o suscripción. También se han modificado los estándares de trabajo.
En el mundo de las series, la mítica pugna entre guionistas y productores sobre el control creativo de la historia ha favorecido la incorporación de la figura del showrunner, que desempeña ambos roles. Sin embargo, ni todos los guionistas son productores, ni todos los productores, guionistas. La presencia del showrunner en el mercado español todavía es limitada. Ironías de la vida, ahora Showrunner es también el nombre de una plataforma que genera contenidos hechos completamente por IA.
También con timidez se han interpretado las posibilidades de estos canales: el deseado alcance global, la posibilidad de acceder a una audiencia diversa o la capacidad de elaborar narrativas más complejas, comprometidas con temáticas poco convencionales y estilos más arriesgados, constituían la promesa dorada de la nueva industria.
Frente a ese marco idealizado, los desafíos y exigencias reales del suelo español han colocado a los guionistas de este país ante numerosas incógnitas. Para responder a cada una de ellas, realizamos una encuesta a los guionistas afiliados a ALMA (el sindicato de guionistas español que representa a más de 800 guionistas, tanto de cine como de TV). Estas son algunas de las conclusiones principales extraídas del estudio que hemos publicado en el Journal of Screenwriting.
El escenario español: cojo y tuerto
Con el aterrizaje de las plataformas de streaming en España, el mundo de la escritura televisiva echó las campanas al vuelo ante la promesa de un incremento sin precedentes en la producción audiovisual. Todo parecía augurar que, a más contenidos, más trabajo, mayor retribución y mejor visibilidad.
Sin embargo, la correlación no ha sido tan directa ni tan lógica. Por ejemplo, aunque las plataformas lanzaron 186 series de ficción originales en Europa en 2022, esto representó menos del 3 % del volumen total de horas producidas, ya que, en general, estas compañías “no invierten en series de larga duración”.
En el caso español, esto supone una noticia ambivalente, pues España es el segundo país europeo en volumen de ficción televisiva encargada por plataformas, con 110 series producidas entre 2015 y 2022, solo por detrás del Reino Unido, con 122. Con todo, como destaca el informe de 2025 del Observatorio Europeo del Audiovisual, todavía es poco significativo y por eso, se compite por atraer más inversiones de las plataformas.
La euforia inicial se ha trasformado en recelo o decepción ante la aplastante contundencia de dos factores que determinan este nuevo escenario: los salarios exiguos, por un lado, y la falta generalizada de “tiempo”, por otro. Según las percepciones de algunos encuestados, este binomio repercute negativamente en la calidad de las historias y, al mismo tiempo, también ha propiciado la fiebre por acumular trabajos, alimentando naturalmente la endogamia laboral.
El mercado español tampoco se lo ha puesto fácil hasta ahora. Muchos de los encuestados coinciden en señalar los problemas que trae aparejada la carencia de comunicación en las cadenas tradicionales. Su modelo jerárquico, donde el guionista queda supeditado a las decisiones de productoras y cadenas, ralentiza el proceso creativo, generando contradicciones y diluyendo responsabilidades.
En contraste, al trabajar con las plataformas de streaming, algunos de los guionistas han percibido mayor fluidez en la comunicación y un trato más personalizado. Esa fluidez no es total, señalan algunos, teniendo en cuenta que éstas tienen sus sedes fuera de España, lo que, a su vez, puede entorpecer los procesos de aprobación.
Pero, de facto, una mejora en la relación comunicativa supone la inclusión del guionista en el equipo que toma las decisiones, y también implica un mayor control sobre la historia; aunque no necesariamente sobre su propiedad intelectual. En este punto inciden en las diferencias entre las políticas legislativas de Estados Unidos y las de España, más garantistas por estar bajo el marco europeo.
La quimera de la libertad creativa
No es oro todo lo que reluce. Aunque la consolidación del sector de streaming sugiere un cambio de paradigma, en apariencia más favorable al guionista, no está exento de caer en ciertas trampas.
Por ejemplo, al contar con grandes bases de datos acumulados por la experiencia del usuario, las plataformas pueden tomar decisiones creativas en función de los hábitos de su audiencia. Con esa condición competitiva bajo la manga, la creatividad de los guionistas se ve sofocada por la “disciplina financiera” y las indicaciones de los algoritmos.
Junto a la sujeción excesiva al marketing, otro de los factores que estrangulan la libertad creativa es el tratamiento ideológico de los contenidos (aunque este último punto también condiciona el desarrollo de proyectos para cadenas televisivas tradicionales).
En lo que afecta a la calidad de las historias, empiezan a surgir estudios sobre cómo estimular ciertas respuestas psicológicas en los “consumidores”. En estos casos, no se trata sólo de aprovechar el rastro digital del ingenuo espectador de series, sino de estudiar las respuestas emocionales en grupos de personas para reproducir los caminos de la emoción en las tramas de una ficción. Objetivo: generar un mayor engagement, o enganche, controlando el estímulo y las respuestas de las personas desde las ciencias experimentales.
De manera natural, todo buen dramaturgo ha buscado siempre emocionar a su audiencia. Conocerla bien forma parte del arte de la narración. Ahora bien, en este nuevo escenario de trabajo, la pasión por contar historias podría acabar sustituida por la persuasión. Tampoco se debe olvidar que el “público objetivo” se ha diluido en una audiencia global y fragmentaria.
¿Tirará la retórica del carro de la poética y los algoritmos, del factor catártico? Quizá, si no se les pone un poco de freno. Equiparar la calidad de un relato con el acierto en la respuesta emocional es ciertamente problemático e inquietante. Además de actuar de reclamo inmediato para otros agentes interesados en estimular el consumo, constituye un conflicto fascinante para contar una nueva historia.