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Leonor, princesa de Viana

26/09/2025

Publicado en

Diario de Navarra

Julia Pavón |

Catedrática de Historia Medieval

Princesa de Asturias, Princesa de Gerona, Princesa de Viana, Duquesa de Montblanc, Condesa de Cervera y Señora de Balaguer son las dignidades de la actual heredera de la Corona española, S.A.R. doña Leonor de Borbón y Ortiz. Aunque popularmente es conocida como Princesa de Asturias, convendría recordar que el resto de titulaciones no son un mero adorno honorífico de su figura, sino que más bien corresponde a los fundamentos históricos del Estado español que cabría considerar, si se me permite la afirmación, como un eslabón más del proyecto monárquico de cohesión presente y futura dentro y fuera de las fronteras de nuestro país.

Quienes confirieron un marco constitucional a España en pleno período de la Transición crearon el marco jurídico más apropiado para la estabilidad política del nuevo sistema democrático, así como de su monarquía en lo referente a la cuestión de su continuidad. Tanto el artículo 52.7 de dicha carta magna de 1978, como el Real Decreto 54/1977, procuraron velar por la tradición de otorgar un título al heredero de la Corona. La Constitución, por tanto, refirió que “el Príncipe heredero, desde su nacimiento o desde que se produzca el hecho que origine el llamamiento, tendrá la dignidad de Príncipe de Asturias y los demás títulos vinculados tradicionalmente al sucesor de la Corona de España”. Prevaleció un mayor y extensivo uso, desde entonces y casi hasta nuestros días, de la dignidad de Asturias acompañada de una progresiva rehabilitación de la de Gerona.

Origen de los títulos

A comienzos del siglo XVI los reinos históricos de Castilla-León, Aragón y Navarra, con su singularidad y diversidad territorial ahormada durante siglos, quedaron bajo el paraguas de un mismo proyecto monárquico dirigido por inicialmente por el Trastámara, Fernando el Católico, y más tarde, por su nieto, Carlos I de Habsburgo. Se produjo de esta forma una vertebración política unitaria de espacios soberanos con tradiciones muy diferentes que, en la última etapa de la Edad Media, y en consonancia con los proyectos de afirmación de las monarquías europeas, fortalecieron el papel político de sus dinastías. Huelga detallar cada uno de los complejos contextos en los que se dotó de un título identitario a los herederos de la Corona de Aragón: Duque de Gerona y Conde de Cervera, 1315 (Príncipe de Gerona, 1416); Duque de Montblanc, 1387; Señor de Balaguer, 1413. De la Corona de Castilla: Príncipe de Asturias, 1388. Y finalmente del reino de Navarra: Príncipe de Viana, 1423.

No cabe duda que, dentro de estas coordenadas, donde también Inglaterra (Príncipe de Gales, 1283) y Francia (Delfín de Vienne, 1346) habían definido las dignidades para sus herederos en las centurias medievales, la institución monárquica de los Austrias y posteriormente de los Borbones en España, pasó a ser depositaria en la Modernidad de unos honores y títulos cuyo uso y significado podía atender y transmitir realidades y apuestas políticas e ideológicas cuyo manejo eran hábiles de ser trascendentales.

Una de estas fue la que probablemente pudo motivar al rey de Navarra, Carlos III el Noble (1387-1425), a crear el título de Príncipe de Viana para su nieto, Carlos, el primogénito nacido del matrimonio formado por su hija Blanca y el infante castellano Juan, desde 1458 rey de Aragón. Así el 20 de enero de 1423, el rey ratificaba en un documento elaborado por la cancillería navarra en Tudela, la instauración del principado, que había sido acompañada previamente del juramento del heredero en las Cortes seis meses antes. A partir de entonces, Carlos disfrutaría de las rentas anuales de trece villas, a cuya cabeza estaba Viana, casi cuarenta aldeas y ocho castillos de un principado que nunca llegó a constituir un espacio homogéneo.

Una lectura contemporánea

Cuando el año 1993 don Juan de Borbón y Battenberg recibió la Medalla de Oro del Gobierno de Navarra, unos meses antes de fallecer en la Clínica de la Universidad de Navarra de Pamplona, se hizo acompañar por su nieto, quien pronunció en nombre de su abuelo el discurso de agradecimiento. Fue en dicha ocasión cuando don Juan citó a Felipe en calidad de Príncipe de Asturias y de Viana, en un país en pleno desarrollo e inserción geopolítica y sociocultural internacionales. Atrás habían quedado centurias, y también una historia reciente en el siglo XX, donde los títulos históricos de los herederos de la Corona formaban parte de un escenario donde no alcanzaban siquiera el papel de actores secundarios de un teatro de operaciones cambiante y complejo.

El acierto de quienes crearon e impulsaron los premios Príncipe de Viana en 1990, así como la huella histórica precedente de quienes apelaron a la titulación, caso de las Cortes de Navarra en el siglo XVIII, el Ayuntamiento de Viana (1771, 1922 y 1982) o incluso alguno de los monarcas borbones (Carlos III de España, 1771), invita a pensar que la visita de Leonor es una ocasión única. Pero no exclusivamente un momento de presencia formal u “oficial” de la heredera al trono en tierras de la actual Comunidad Foral; sino el motivo para la recuperación y visibilidad, tanto en espacios institucionales y públicos, de una dignidad que indica, casi a modo de cajitas chinas, la rica realidad y peso histórico de Navarra, también en el actual y amplio escenario de los retos de España.