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Juana Fernández Rodríguez, Profesora del departamento de Química de la Universidad de Navarra y responsable del grupo de Voluntarios Ambientales del centro académico

Consumir o morir

     
vie, 24 nov 2017 15:57:00 +0000 Publicado en Opinión de Málaga

Juana FernándezEn nuestra sociedad, los residuos crecen y crecen a pasos agigantados. Al mismo tiempo, se buscan mejores tratamientos para que estos residuos originen el menor impacto ambiental, aunque hacerlo implique siempre un coste –económico y/o energético- elevado. Realmente, en la jerarquía de la gestión de los residuos hay un primer paso fundamental: el mejor residuo es el que no se genera. Bajo esta premisa se celebra la Semana Europea de la Prevención de Residuos –del 18 al 26 de noviembre- cuyo objetivo principal es promover e implantar acciones de sensibilización sobre recursos sostenibles y gestión de los residuos.

No deja de resultar curioso que este año la Semana Europea de la Prevención de Residuos coincida, además, con el conocido como Black Friday (viernes negro), el 24 de noviembre, y el Ciber Monday (lunes cibernético), el 27 de noviembre. Dos ejemplos de días donde el consumo es el principal y único protagonista. En estas jornadas las empresas ofrecen sus productos con las mejores, únicas e irrepetibles ofertas, para que, conscientes de nuestra ansia consumista, incrementen sus ventas masivamente creando una espiral desbordante.

Movidos por el afán consumista a un precio rebajado (o no…), se incrementan las ventas, se adquieren nuevos bienes de consumo y se desechan bienes antiguos u obsoletos. Muchos de ellos realmente seguían funcionando, pero se cambiarán simplemente por cambiar de modelo o por conseguir nuevas prestaciones que quizás nunca llegaremos a utilizar.

Con toda probabilidad, los bienes que vamos a desechar se convierten en residuos. Por otra parte, los nuevos productos adquiridos vienen envueltos en sus embalajes, protegidos para evitar golpes durante la etapa de transporte hasta la tienda y el consumidor. Todos estos materiales -plásticos, poliespan, metales, cartones- acabarán en el cubo de la basura. Con suerte, quizá en el cubo de recogida selectiva de residuos. Si además hacemos las compras por internet, al embalaje del producto le acompañará más embalaje para protegerlo durante el transporte hasta la casa del cliente. Cajas que contienen más cajas y más plásticos. Y así los residuos siguen creciendo. ¿Y qué pasará con ellos?

Hay estudios que indican que la biodegradación de algunos materiales es de décadas, incluso de cientos de años. Concretamente, la degradación promedio de los plásticos tiene lugar en unos 150 años. ¡150 años! Probablemente nuestros tataranietos -o quizás sus hijos- cuando paseen tranquilamente por el campo puedan encontrar restos de plástico de una botella que hemos tirado hoy. También un adulto podría encontrarse con un pañal desechable que él mismo usó en la etapa de bebé, pues tarda en degradarse unos 250 años.

Estos residuos, evidentemente, llegan a todos los rincones del Planeta, y ya no es raro recibir imágenes de tortugas comiendo plásticos porque han confundido una bolsa con una medusa, su fuente de alimentación. O un pájaro muerto al que un tapón de plástico le ha obstruido el pico. O de nuevo una tortuga que quedó enganchada de pequeña al plástico que une las latas y el crecimiento de su caparazón siguió las pautas marcadas por el plástico.

Si de verdad aspiramos a conservar los recursos y nuestro medio ambiente, no queda otra salida que prevenir o evitar el residuo antes de que se genere, de ahí el papel tan importante que juega el consumidor. Nosotros, como tales, somos una de las partes de la estructura del mercado, de manera que si no adquirimos determinados bienes-como aquellos que vienen sobreenvasados-, las empresas dejarán de ofertar los productos de esa manera.

Si queremos revertir esta tendencia autodestructiva, debemos repensar nuestro estilo de vida mucho más allá de lo que nos concierne directamente; y mucho más allá de lo que es únicamente nuestra comodidad. En esta línea se están proponiendo circuitos de recogida de envases para su reutilización o de reciclaje casero de residuos tan contaminantes como el aceite usado de cocina. Pero si a pesar de ello seguimos generando un residuo, por mínimo que este sea, como sociedad debemos pedir un tratamiento adecuado y ambientalmente sostenible.

Solo con depositar la basura en los contenedores apropiados y pagar religiosamente la factura no es suficiente. Vivimos en un entorno y debemos protegerlo, por nosotros y por las generaciones venideras.