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Ricardo Fernández Gracia, Director de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

Disfrutar con el patrimonio cultural

mar, 18 mar 2014 11:14:00 +0000 Publicado en Diario de Navarra

En 2009, la editorial Cátedra publicó, dentro de sus ensayos, un delicioso libro de Víctor I. Stoichita titulado Cómo saborear un cuadro, en el que plantea el gozo que produce la contemplación de una obra de arte y cómo aumenta el placer, conforme conocemos el contexto en que se gestó y sus promotores. Sus páginas son un ejemplo para la comprensión de la eficacia y fuerza de las imágenes, en épocas cuando el tiempo para su contemplación era abundante, y su contemplación generaba distintas sensaciones y valoraciones.

Con tiempo y sin prisas, entre lo más o menos evidente, encontramos elementos que nos llevan, a modo de claves, a descubrir y saborear pinturas, relieves, grabados... etc., en todo aquello que conforma nuestro patrimonio, que es el conjunto de bienes heredados del pasado, en los que cada sociedad reconoce un valor cultural. La lectura de las imágenes y del patrimonio en clave cultural nos conduce a interpretar, y de ese modo comprender, degustar y gozar los contenidos más o menos ocultos de las obras. Los atributos de los dioses del Olimpo o de los santos de la Iglesia identifican a sus protagonistas, pero por encima de su identificación, existe una lectura que va más allá, proponiendo valores, propagandas, catequesis o verdaderos juegos de ingenio.

"Sorprenderse y maravillarse es comenzar a entender"
Esta hermosa frase salida de la pluma de José Ortega y Gasset nos ilustra sobre la importancia de la curiosidad con la que debemos afrontar la contemplación del patrimonio cultural. La curiosidad permanente por muchas cosas es característica de personas ávidas y, en general, de todo aquel que quiere aprender e investigar. Además, en no pocas ocasiones, esa curiosidad es la causa de que se encuentren ideas para caer en la cuenta de algo que nadie hizo antes.

La capacidad de sorprenderse es fuente de interrogantes y, en muchas ocasiones, es más importante saber cuáles son las preguntas adecuadas, que conocer las respuestas. Junto a la curiosidad hay que agudizar la capacidad de observación, en sintonía con la afirmación de A. Dumas: "quien lee aprende mucho; pero quien observa aprende más".

Un paseo por Pamplona o por cualquier localidad puede deparar ejemplos por doquier en sus calles, en sus iglesias y en sus casas. Un lienzo, un escudo, una ménsula, el programa iconográfico de un retablo o el tímpano de una fachada pregonan siempre algo, a veces con claridad, otras a través de símbolos, signos, alegorías o emblemas que nos obligan a leer su contenido de la mano de códigos ajenos a nuestro tiempo.
Si alguien se detiene frente al retablo de la Virgen del Camino, en la parroquia de San Saturnino, encontrará una serie de alegorías de las virtudes cardinales talladas en madera que, junto a los relieves argénteos de la peana de la Virgen, con las teologales, nos proponen a la Virgen como la mujer que practicó en alto grado todas ellas. Pero no todo acaba ahí, pues en el eje central del retablo hay una lectura de María como hija de Dios Padre (que aparece en el ático), madre de Dios Hijo (en su regazo) y esposa del Espíritu Santo (sobre la hornacina, actualmente cubierta la Paloma por un grupo de ángeles). En la portada gótica de la misma parroquia se representa el Juicio Final.

Muy cerca, en el corazón de la ciudad, en la fachada del Ayuntamiento las virtudes del buen gobierno: Prudencia y Justicia, flanquean la puerta, cada una con sus atributos, la primera con la serpiente y el espejo y la segunda con la espada y la balanza. La Fama y las figuras de Hércules, que personifican la virtud y la fuerza, rematan la fachada.

Y sin salir del entorno, junto a la Plaza, en la embocadura del pasaje Seminario, nos encontramos un par de caduceos, atributo del dios Mercurio, que lo es de la astucia, la suerte, la elocuencia, la destreza, el ingenio y por supuesto del comercio y los mensajeros. El caduceo está compuesto por una vara alada con dos serpientes con la que Mercurio invoca a las almas, pudiendo inducirlas al sueño, figurando como símbolo de la paz por ser capaz de hacer cesar cualquier tipo de discordia, identificándose con las artes del dios en relación con la elocuencia y el comercio.

Distintos niveles de lectura: para ver hay que mirar y saber
La diversificación de niveles culturales de la sociedad tradicional con altísimos niveles de analfabetos nos puede conducir a algunas parcelas de significación artística y literaria reservadas para minorías cultas, en un fenómeno que podemos denominar como de "discriminación semántica".

Existen, por tanto, distintos niveles de lectura, tanto para contentar a masas, como para hacerlo con las minorías más elitistas y refinadas. En el teatro también existían citas y referencias eruditas inaccesibles a la comprensión de los no letrados. Junto a una primera trama argumental inmediata, narrativa y "lineal", convivían subtramas y elementos simbólicos que actuaban como complemento retórico que sólo podían ser entendidos por personas doctas. Algo parecido ocurre en ciertas composiciones artísticas, particularmente cuando el mecenas o el artista poseían unos recursos literarios y cultos.

Ni que decir tiene que existían distintos gustos, por una parte el público mayoritario que gozaba de todo aquello que impresionaba vivamente a sus sentidos y una minoría cultivada que, tras las apariencias buscaba proporción, correspondencia o decoro (adecuación entre significante y significado) y desconfiaba de cuánto aprobaba la mayoría. Todo un mundo de símbolos y signos de difícil interpretación convertía portadas de libros, medallas conmemorativas y algunas pinturas en auténticos ejercicios de agudeza.

Una sociedad avanzada y libre debe salvaguardar y disfrutar con su patrimonio
Una sociedad avanzada, culta y con altos niveles de bienestar, no puede consistir que su patrimonio cultural esté ausente de su devenir cotidiano. El progreso, en cierto modo, se puede medir por el nivel cultural alcanzado por la misma. Ello ha generado que, en países desarrollados, exista una gran demanda social por lo que significa uso y disfrute de los bienes culturales. Este hecho se ha convertido en una exigencia de la comunidad ante los gobiernos, lo que se ha traducido en el derecho de los ciudadanos a la cultura, como reconocen distintos textos constitucionales.

Los medios para la percepción de todo el mensaje de nuestro patrimonio son variados: desde una visita multidisciplinar, una conferencia, la lectura de unos textos con las impresiones escritas que suscitaron a quienes contemplaron en siglos pasados, o la audición musical junto a ellos, hasta una reflexión sobre la influencia que han ejercido hasta llegar a su actual concepción. Y siempre con una actitud común por parte de quien participa en la lectura del patrimonio: contar con tiempo para contemplar, pensar y razonar junto a él.

El historiador, el arqueólogo, el antropólogo, el bibliófilo y el historiador del arte tienen su responsabilidad social, ya que deben devolver a la sociedad lo que han llegado a comprender y valorar, tras años de estudio y especialización. Naturalmente, para ello necesitan del buen hacer, sensibilidad y colaboración de quienes detentan responsabilidades en los ámbitos educativos y culturales.

Es de desear que las instituciones, fundaciones o empresas que aportan importantes cantidades de dinero para las intervenciones y restauraciones en conjuntos monumentales, vean su esfuerzo recompensado ante la sociedad, posibilitando el conocimiento y disfrute de todo aquello en que se ha intervenido para su conservación.

Con clara insuficiencia se procede, si se restaura un edificio y no somos capaces de visitarlo y deleitarnos en su historia, su uso y función, su mensaje, sus mentores y su estética. Enseñar todo ello es tarea que no se debe descuidar, pues se fracasaría en algo tan básico como explicar los porqués de tantas cuestiones de orden técnico, iconográfico, de modos de expresión... etc.

Las posibilidades de aprendizaje junto al patrimonio cultural son incontables: la recreación de la vida diaria en un monasterio o junto a objetos de la vida cotidiana, el patrocinio de las élites privilegiadas en una catedral, la llegada de influencias formales a través de rutas, caminos o intervenciones personales... etc. Como denominador común se debe insistir siempre en la visión global de todo eso que hoy separamos, por comodidad, pero que en su día estaba plenamente integrado, cuando iban de la mano literatura, música, liturgia, protocolo, arquitectura y artes figurativas y suntuarias. El patrimonio posee ese carácter condensador de historia, estética, iconografía y técnica.

La presentación de actividades entorno al patrimonio cultural se debe hacer con audacia, imaginación, pedagogía, calidad y capacidad de atracción. En definitiva, es preciso ser pionero en todo lo relativo al patrimonio material e inmaterial, que siempre es soporte de conciencia colectiva e identidad y, por tanto, herramienta imprescindible para el conocimiento histórico, así como recurso socioeconómico de primer orden e imprescindible para el desarrollo sostenible de las sociedades contemporáneas.