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Martín Santiváñez Vivanco, Investigador del Navarra Center for International Development, Universidad de Navarra

Gobernando con los guardianes socráticos

lun, 12 dic 2011 11:55:59 +0000 Publicado en El Mundo

Hace apenas unas horas, cuando ya era claro que Salomón "Siomi" Lerner renunciaba de manera irrevocable, su reemplazante, Oscar Valdés Dancuart, el nuevo Primer Ministro peruano, salió a declarar ante los medios de comunicación intentando dar una imagen de estabilidad y negando cualquier atisbo de crisis. Ante la pregunta de uno de los periodistas ("¿cuántos ministros de izquierda salen, Premier?"), Oscar Valdés, un humalista en estado puro, contestó: "no veo ni izquierdas ni derechas, esta es una decisión del presidente".

Esta frase del nuevo Primer Ministro condensa toda la esencia del humalismo. Ollanta, desde antes de llegar al Palacio de Pizarro, está por encima de las ideologías. Para él, lo único que cuenta es el ejercicio personal del poder, más allá de instituciones y estructuras. Eso y el nacionalismo. Desde que renunció a su programa de gobierno chavista —"la gran transformación"—, Humala se convirtió en la quintaesencia del pragmatismo. Y como todo gobernante entregado a la real politik desconfía profundamente de aquello que no puede controlar. Por eso, aún sin desearlo del todo (le pidió que se quede), ha dejado ir a Siomi Lerner, uno de sus más cercanos amigos. Humala, con esta reforma del gabinete, liquida a los que han causado más problemas al gobierno (un sector de sus aliados izquierdistas) y se deshace de los ministros que provienen de la cantera toledista. El presidente quiere controlar de manera absoluta a su entorno. Con Siomi, los toledistas y la vieja izquierda, eso era prácticamente imposible.

El pragmatismo del gobierno no se traduce, como sostienen sus nuevos críticos de izquierda, en una especie de "militarización del gobierno" que toma por sorpresa a sus aliados. Lo cierto es que el gobierno humalista nació militarizado. Es más, fue la izquierda la que sostuvo desde sus inicios el retorno del pretorianismo a la política peruana tras apoyar la candidatura de un ex militar golpista como Humala. Porque Ollanta continúa siendo, en esencia, un soldado. Y se rodea de gente como él (entre ellos, el todopoderoso asesor Adrián Villafuerte o el jefe de la Dirección Nacional de Inteligencia, Víctor Gómez Rodríguez).

Ollanta pertenece a la vieja tradición de césares-burocráticos, caudillos redentores que asumen la conducción del Estado por el "bien" de la República. Esto quedó de manifiesto, una vez más, hace unos días, durante la conmemoración de la batalla de Ayacucho, el día del ejército peruano. En su discurso, Humala sostuvo que era imprescindible que los militares —"guardianes socráticos de la República", los llamó— se alejen de la política del día a día, porque "el soldado es como un sacerdote que está más allá del bien y del mal".

Para Humala, si los guerreros son los guardianes socráticos de la nación, también los presidentes-soldados. La izquierda aliada del gobierno, debido a su intransigencia en las negociaciones de Conga y a la lentitud en la gestión administrativa, pierde poder y empieza a temer a su engendro político. Mientras tanto, un amplio sector de la derecha  saluda el retorno del "Partido Militar", el más longevo de la historia peruana. Alejandro Toledo, "garante de la democracia" se desmarca del humalismo, reo de sus propias palabras ("no permitiré la militarización del gobierno"), y su partido, Perú Posible, se refugia en la opción parlamentaria. Y apenas han transcurrido cuatro meses desde que Humala llegó al poder.