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Javier Ibáñez Santos, Profesor de Nutrición , Universidad de Navarra

Alimentación y deporte

dom, 10 jul 2011 09:04:00 +0000 Publicado en Diario Vasco

Desde los antiguos Juegos Olímpicos hasta nuestros días, el control de la dieta se ha utilizado como un intento por mejorar el rendimiento físico deportivo. Los escritos de filósofos y médicos de la antigua Grecia informan de diferentes estrategias que los deportistas desarrollaban en el terreno de lo humano y lo divino, uniendo alimentación y magia, para preparar sus competiciones. Los atletas consumían carne de animales -buey, cabra, toro o ciervo-, queso fresco, trigo, higos secos, vino y algunos 'rebajes' especiales.

Hoy los deportistas siguen buscando en la alimentación, y en 'la magia' de diferentes suplementos nutricionales -como las vitaminas-, esa pequeña ventaja para mejorar una décima de segundo o dos centímetros en la marca deportiva. Una mínima diferencia que supone pasar del olvido a la gloria. No obstante, ¿puede la alimentación ayudar a triunfar en el deporte? Sin duda, sí.

Un caso claro se encuentra en el fútbol. Es un hecho aceptado que el glucógeno muscular -es decir, la glucosa acumulada en el músculo- resulta fundamental para el rendimiento del jugador. Así, para conseguir unas reservas musculares adecuadas, la alimentación del futbolista adulto debe contener unos 500 gramos de carbohidratos diarios. Lo que se traduce en una dieta variada y equilibrada donde priman la patata, el pan, el arroz, la fruta, las legumbres, los cereales o la pasta. El jugador que acumula menos glucógeno antes de comenzar el partido corre menos metros y lo hace más despacio.

Paula Radcliffe representa otro ejemplo de la estrecha relación entre dieta y deporte. Esta maratoniana británica llegaba a los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 con el récord del mundo bajo el brazo y convertida en la indiscutible aspirante al Oro. Sin embargo, no fue capaz de acabar su agónica participación. Las fuerzas se le agotaron unos kilómetros antes de la meta. Los aficionados recuerdan cómo se mantuvo siempre en cabeza de carrera, sin comer ni beber, hasta que sufrió la dichosa 'pájara': un cuadro asociado a niveles insuficientes de glucosa en el organismo que le forzó a abandonar.

La imagen de la corredora envuelta en lágrimas, impotente junto al cartel que anunciaba el kilómetro 30 de la competición, es un triste ejemplo que recuerda la influencia de la alimentación en el rendimiento físico, a pesar de que muchos deportistas -también los que compiten en el alto nivel- todavía no lo sepan. Volviendo la vista atrás, en los primeros años del siglo XX se produjo un avance importante en la investigación sobre los nutrientes esenciales y su papel en el rendimiento físico. A pesar de estos nuevos conocimientos, los competidores en la primera edición del Tour de Francia, celebrada en 1903, y a lo largo de las dos primeras décadas de su desarrollo, obtenían sus alimentos en los bares del recorrido y bebían en las fuentes que encontraban por el camino.

Fue hacia 1920 cuando se sugirió, por primera vez, que la ingestión de carbohidratos durante el ejercicio podía llevar a una mejora del rendimiento físico. Aquellos avances permanecieron varias décadas dormidos en los cajones de los laboratorios y en las páginas de las revistas científicas. En 1936, en los Juegos Olímpicos de Berlín, la alimentación de los deportistas olímpicos estaba enfocada a la carne. Tomaban dos bistec por comida. También pollo, en un promedio de casi medio kilo de carne al día. Antes de las competiciones el menú habitual consistía en hasta tres bistec y huevos suplementados con un extracto de jugo de carne. Otros ponían el acento en los carbohidratos. Era el caso de los ingleses, que solían tomar 'porridge' -una mezcla de harina cocida con agua y sal-; los japoneses, por su parte, comían medio kilo de arroz al día; los americanos, copos de trigo y de maíz con leche; y los italianos, pasta. Todos ellos más influidos por los hábitos culturales y alimenticios de sus países que por el conocimiento científico. Desgraciadamente, todavía hoy la nutrición deportiva sigue siendo la cenicienta de los programas de entrenamiento. A pesar de los esfuerzos para mejorar la formación de los profesionales relacionados con el deporte, y de la extensa información almacenada en libros y revistas, la alimentación del deportista es una materia insuficientemente conocida.