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Ricardo Fernández Gracia, Director de la Cátedra de Patrimonio y Arte navarro

Los antiguos monumentos de Jueves Santo

jue, 09 abr 2015 10:53:00 +0000 Publicado en Diario de Navarra

Entre los encargos artísticos de las parroquias y conventos, hasta hace un siglo, destacaron los monumentos de Jueves Santo, auténticas arquitecturas efímeras pintadas con arcos en perspectiva, enriquecidas frecuentemente con imágenes de la pasión de Cristo, soldados y prefiguraciones eucarísticas. El hecho de armarse y desarmarse anualmente  hizo que se tuviesen que renovar con frecuencia, habida cuenta del deterioro sufrido.

Durante los siglos XVI y XVII fueron obra de escultores y entalladores, pero en el siglo XVIII los acapararon, casi exclusivamente, los pintores. En su mayor parte se conformaban con arcos, decrecientes en profundidad los más cercanos, y el ultimo de perspectiva, recogiendo las ricas experiencias de maestros italianos, fundamentalmente de Bernini, Borromini y el Padre Pozzo, así como diversos modelos grabados de algunos tratados.

En realidad, se trataba de organizar unas falsas perspectivas para fingir grandes espacios en lugares angostos, concuciendo la mirada de los espectadores hacia el tabernáculo. Para lograr el engaño visual, las medidas de los órdenes de columnas y pilastras se iban acortando a medida que se alejaban del quienes contemplaban la escenografía.

Ilusionismo y trampantojo pertenecen ya a los tiempos clásicos, mientras los pintores griegos se inclinaron por el trampantojo, los romanos lo hicieron por las vías del ilusionismo espacial. La perspectiva es un sistema de representación de un objeto o espacio tridimensional en una superficie plana, tal y como aparece a los ojos de un observador desde un cierto punto de vista. El ilusionismo arquitectónico es algo que se añade a una realidad, que se hace más grandiosa, imaginativa y monumental. Puede decirse que agranda la arquitectura a la que se aplica.

 

Singulares ejemplos en Navarra

Al siglo XVII pertenecieron obras de cierta relevancia, como el primitivo de la catedral de Pamplona que fue recompuesto en 1706 por José Ortega. En la tercera década del siglo XVIII se data el diseño del de la parroquial de Garianoain, por el que pleitearon los maestros José de Ruete, pintor y Antonio de Bellostas, arquitecto, contra Fermín de Larraínzar, a quien debe pertenecer la traza.

Por desgracia, no han conservado ninguno de aquellas enormes escenografías, en su mayor parte de mediados del siglo XVIII. Pedro Echeverría estudió y contextualizó unos cuantos, entre ellos los de Lodosa (Melchor Antonio Garnica y Jose Bejés, 1770), Los Arcos (Francisco Javier Coll y Antonio de Osorio, 1763)  y otros de Tierra Estella, a los que habría que añadir, por sus dimensiones y relevancia en otras tierras de Navarra, los de la catedral de Pamplona (José Pérez de Eulate y Pedro Antonio de Rada, 1741-1743 con trazas de Francisco de Ibero), el de la parroquia de Peralta (José del Rey 1781-1782), el de San Saturnino de Pamplona, obra de José Bejés (1778) o los de la parroquia de Cintruénigo (1768), la catedral de Tudela y la parroquia de Santa María de Cascante, realizados de Diego Díaz del Valle,  en torno a 1782, así como  el de la parroquia de Alsasua, obra del prolífico Andrés Mata, cuyo diseño con un par de personajes asomados a sendas ventanas laterales.

Complemento de singular importancia en aquellas enormes máquinas era la urna en la que se reservaba la Santísimo Sacramento que, en muchas ocasiones, tenía forma de sepulcro, algo que llegó a ser prohibido por la Congregación de Ritos, indicando claramente que en su disposición no debía parecer una sepultura o urna funeraria, sino un sagrario cerrado.

Entre las más destacadas de plata destacan las del monasterio Tulebras, la parroquia de Peralta y la catedral de Pamplona. La primera de ellas fue realizada en Alfaro por el platero Bernardo Peña en 1684. La de Peralta, es obra peruana datable hacia 1725. Para la catedral de Pamplona el sagrario argénteo del monumento fue costeado por el obispo Miranda y Argaiz en 1759, realizándolo los plateros Antonio y Manuel Beramendi. A estas piezas de plata hay que añadir un sinnúmero de otras de madera policromada que conservan conventos y parroquias y que abarcan desde el siglo XVI al XX, entre las que destaca la manierista de Miranda de Arga, asi como otras más exóticas de otras localidades a donde llegaron sagrarios y arquetas de lacas y carey novohispanas, otras de filigrana y de arte namban, que lucían la tarde del Jueves Santo y se les daba un uso y función muy especial para la reserva eucarística.

 

Testimonios gráficos: dibujos originales y fotografías

A día de hoy, la práctica totalidad de aquellas estructuras se han perdido, en gran parte, por haberse dejado de utilizar. Entre lo conservado hay que citar los monumentos de la parroquia de Ibero, conservado en el Museo Etnológico de Navarra y el de las Agustinas Recoletas de Pamplona, ambos del siglo XIX. Los escasos testimonios gráficos de los que tenemos constancia se remiten a algunos diseños originales y unas pocas fotografías, como las de los monumentos de Peralta, Lerín o Vidángoz.

Del monumento catedralicio pamplonés, no queda mas que la figura de Cristo Resucitado, obra de los Ontañón, escultores de origen cántabro establecidos en la capital navarra. La escultura se colocaba, el domingo de Pascua, en el lugar que en que días atrás se ubicaba la urna eucarística.

El de Peralta fue contratado en 1781 con el pintor de Tafalla  José del Rey,  maestro que hizo otras obras de este tipo a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII. Tras la realización del proyecto, en 1782, fue reconocido y tasado por el escultor italiano Santiago Marsili, advirtiendo que los diseños para su ejecución habían sido realizados por el pintor riojano José Bexes (1729-1785),  aprovechando su estancia en la villa navarra al objeto de policromar las alas laterales del retablo mayor que había contratado en 1780.

La fotografía del monumento de Peralta que amablemente nos proporcionó su párroco don Javier Leoz presenta unos lienzos sujetos a sus bastidores en los que se han pintado propiamente arquitecturas y algunas figuras entre las que destaca la Verónica con la Santa Faz y posiblemente ángeles con las arma Christi. La perspectiva ilusoria se logra mediante la multiplicación de pilares y arcos decrecientes que conducen la mirada hacia el centro, en donde se colocaba una riquísima arca de plata de origen peruano datable en la década de los veinte del siglo XVIII y posiblemente dádiva de un indiano de la familia Irigaray de Peralta.

El mismo modelo de arcos de perspectiva con barandillas presentan las trazas originales de los monumentos de Lodosa, Garinoain y Alsasua. A fines del siglo XIX y comienzos del XX, aquellas suntuosas máquinas incorporaron elementos de arquitectura de carácter clásico, neogótico y ecléctico, como se puede ver en las fotografías de los de Lerín y Vidángoz. De 1860 y realizado en pequeñas dimensiones es el que el pintor Juan José Nieva realizó para los Carmelitas de Corella, conservado actualmente en una colección particular.

 

Costumbres desaparecidas: los cantos de los pájaros

El Barroco fue un estilo que intentaba cautivar a las gentes a través de los sentidos, mucho más vulnerables que el intelecto. Una célebre viajera por tierras peninsulares en la segunda mitad del siglo XVII, fue Madame d´Aulnoy, autora del Viaje por España, en donde describió una serie de interesantes relatos  posadas, palacios e iglesias, a una con un sinnúmero de costumbres de la España de aquellos momentos. Al describir las iglesias de la corte madrileña afirma: "Todos los domingos el altar está alumbrado con más de cien cirios y adornado con una prodigiosa cantidad de piezas de plata, y eso ocurre en todas las iglesias de Madrid. Ponen allí parterres de césped adornados de flores, y los embellecen con multitud de fuentes, cuya agua cae en depósitos, unos de plata, otros de mármol o de pórfido. Ponen alrededor un gran número de naranjos tan altos como hombres, que están en muy hermosos cajones, y allí dejan ir a los pájaros, que dan a manera de pequeños conciertos. Esto es casi todo el año, como acabo de representároslo, y en las iglesias jamás dejan de tener naranjos y jazmines, que las perfuman mucho más agradablemente que el incienso"

Los pajarillos, canarios y jilgueros, a los que alude la viajera francesa estuvieron presentes en algunas iglesias de Navarra en singulares fiestas. En el monumento de Semana Santa en algunas localidades como Fitero hacían acto de presencia en sus jaulas durante la tarde del Jueves Santo, hasta hace siete décadas, entre cirios, olores, flores y el colorido de las decoraciones. Para incrementar el efecto de sorpresa, las jaulas se escondían detrás de pilastras y columnas en aras a oír los cantos de los pájaros sin ver su procedencia.

El otro lugar en donde los canarios tenían su cita anual era en la capilla de la Virgen del Camino de San Saturnino de Pamplona. Coincidiendo con la Octava de Pascua y la Novena de la Virgen en agosto, se colgaban jaulas con canarios en la barandilla de la cúpula de la capilla. Don Jesús Arraiza recogió el testimonio de cómo su canto se avenía perfectamente con el trino de una estrofa de tiple de los Gozos a la Virgen del Camino, musicalizados por Mariano García. La costumbre quedó recogida en esta copla de la época: "Si yo fuera jilguero, / pasaría cantando en su asilo, / los días, las noches, / Virgencita del Camino".