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Miguel Angel Alonso del Val, Director de la Escuela de Arquitectura

¿Por qué Arquitectura?

   

dom, 04 oct 2015 20:46:00 +0000 Publicado en Diario de Navarra

ESTA semana, que comenzamos celebrando mañana, 5 de octubre, el día mundial de la Arquitectura, y en la que hemos organizado de manera conjunta el COAVN y la Escuela, la semana de la Arquitectura, tiene sentido recordar, hoy como ayer, la necesidad social de la arquitectura no sólo porque es una necesidad humana histórica, sino porque es el arte de nuestra memoria colectiva; un arte que, por encima de edificios, crea ciudades.

Ningún otro arte tiene la capacidad de transmitir a las generaciones posteriores la realidad de la sociedad donde se construye. Si cultura significa el cultivo y transmisión de conocimientos y significados asociados a un determinado tiempo y construidos en un determinado espacio, la arquitectura es capaz de transmitirnos, más allá de los principios estéticos y los valores artísticos de una época, un archivo de las formas de vida pública o privada, de las instituciones políticas o económicas, además de un registro de sus desarrollos tecnológicos y materiales.

Si la arquitectura es el mejor testigo de su tiempo, considerarla como una mera cuestión de alarde formal o valorarla en función del impacto mediático de sus autores, significa degradar el significado de un arte que nunca debió someterse a los dictados urgentes del consumo virtual, sino mantenerse como el resultado de una búsqueda paciente que trata de construir forma y espacio bajo un orden. Un soporte vital y técnico que la arquitectura describe con los instrumentos del arte, sabiendo que su razón última no es crear objetos sino establecer un entorno de relaciones con el medio donde surge y un marco donde queden impresas las huellas de la realidad habitada.

Un entorno y un marco que tienen como paisaje la ciudad. Una ciudad que, como la arquitectura de hoy, debe responder a tres ideas que también se escriben con ce: la ce de compacidad, la ce de complejidad y la ce de conectividad. Por ello, la pregunta por la necesidad de la arquitectura hoy remite a la defensa de una ciudad compacta frente a la ciudad dispersa, a la necesidad de construir la ciudad como una ¿máquina de encuentros", como un gran mecanismo cultural que favorezca
el encuentro de los diferentes, donde lo distinto aprende a convivir y a ser comunidad. También, lo compacto favorece los desplazamientos peatonales o ciclistas, reduce los consumos energéticos y promueve la mezcla de usos tanto como el mestizaje ciudadano, que son fuente de riqueza cultural y de complejidad.

La complejidad no sólo facilita el encuentro de lo diverso sino que es el soporte fundamental de una estructura de seguridad ciudadana. La ciudad es tanto más segura cuanto más compacta y más compleja es, cuanto más se vive y se comparte, porque el encuentro entre diferentes produce seguridad. Este es el gran legado de las ciudades europeas, que son tan atractivas y seguras precisamente porque son ciudades densas, ciudades trabadas y ciudades compuestas.

La complejidad significa también incorporar en la arquitectura y en la ciudad los usos productivos de la tercera revolución industrial, basada en la comunicación. Una ciudad es tanto más creativa cuanto más favorece el encuentro entre sus ciudadanos por su estructura urbana y por su infraestructura tecnológica. Así, la conectividad no sólo debe pensarse en términos de transporte, sino también en términos de accesibilidad a las redes energéticas o de información, a los mecanismos de creación del conocimiento en el nuevo siglo.

La arquitectura también debe ser parte de un discurso complejo que no se traduzca directamente en dispersión formal, sino en respeto al carácter de su programa y a su posición urbana; que esté a favor de la complejidad y la mezcla de usos; y que, al mismo tiempo, favorezca no sólo la conectividad entre los espacios privados y los públicos, sino la accesibilidad a sus infraestructuras. Así, la arquitectura ayuda a crear relaciones que forman parte de un todo, de un organismo que inter actúa y donde cada día más, instituciones y empresas deben aprender a cooperar y a coadyuvar en la definición e identificación de esa ciudad del futuro, esa ciudad de las tres ces, con las que también se escriben cultura, convivencia y conocimiento.

A comienzos del siglo XXI, la sociedad, como la arquitectura, necesitan superar la avalancha de formas revestidas de informalismo mediático que parecen la repetición tecnificada de aquel otro Modernismo, de artesanía floral, que, hace cien años, invadía Occidente de un supuesto ¿Art Nouveau", y que desapareció dramáticamente ante las contradicciones que la realidad proyectaba sobre un Antiguo Régimen que estaba siendo devorado por la Gran Guerra. Unas preguntas que este siglo todavía no se ha formulado y cuya respuesta vendrá, sin duda, de soluciones donde Arquitectura siga escribiéndose con A de Arte y Ciudad con C de Cultura.