Hay que ahorrar más de 50.000 millones de euros, pero sucede que la pared del  león se la llevan las denominadas partidas sociales o los intereses de la deuda. De ahí que no sea viable mantener intactas las prestaciones del llamado Estado del Bienestar, entre ellas las relacionadas con la enseñanza.

No es fácil calibrar si el Gobierno ha manejado con acierto la tijera, pero estoy convencido de que la presente circunstancia debería llevarnos a revisar una premisa que se suele dar por cierta: invertir en enseñanza es siempre rentable.

El gasto por alumno se ha incrementado considerablemente en España durante las últimas décadas, a raíz del aumento del PIB y la caída de la natalidad. Sin embargo, a juzgar por los informes PISA, no han mejorado los resultados académicos. ¿Y si la penuria afectase a las personas antes que a los recursos? No será que falta interés y esfuerzo por parte de los alumnos, las actitudes y las prioridades de los padres no siempre son adecuadas, la preparación y la vocación de los profesores es mejorable, y la gestión y dirección de los centros, inexistente o poco efectiva.