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Martín Martínez Villar, Profesor de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra

Dolor perenne

mar, 02 abr 2019 09:08:00 +0000 Publicado en Diario de Navarra y Las Provincias

A menudo nos gustaría tener la capacidad de seleccionar qué información recordar y qué olvidar de nuestra memoria. Y frente a las experiencias felices, con mayor frecuencia desearíamos poder borrar para siempre los sucesos traumáticos. Sin embargo, esta capacidad extraordinaria queda todavía lejos de nuestro alcance. Los sucesos traumáticos son acontecimientos negativos intensos que surgen de forma brusca, inesperada e incontrolable y que, al poner en peligro la integridad física o psicológica de la persona que se muestra incapaz de afrontarlo, tienen consecuencias dramáticas para la víctima (especialmente en forma de terror e indefensión). Dentro de los sucesos traumáticos, los atentados terroristas masivos son de interés especial tanto por la magnitud de las consecuencias psicológicas ocasionadas en las víctimas y en su entorno, así como por el carácter inesperado, dañino, atroz e intencionado del atentado en sí. Tomando como ejemplo el atentado del 11 de marzo de 2004 ocurrido en Madrid, varios estudios han presentado análisis cuantitativos y cualitativos sobre la situación actual de las víctimas. Dichos trabajos determinan principalmente que, a pesar de que la mayoría de las víctimas no desarrolla trastornos mentales y son capaces de recuperarse sin secuelas psicopatológicas significativas, un elevado porcentaje sufre trastornos por estrés postraumático, depresivos o de ansiedad.

Debido a la agresividad y a la dificultad de asimilación tras sufrir una situación traumática, se producen una serie de procesos psicológicos y biológicos, donde, por ejemplo, el cerebro queda tan desorganizado bioquímicamente, que su capacidad innata para procesar experiencias estresantes se ve sobrepasada. La fase de shock inicial se acompaña a menudo de amnesias parciales o totales, junto con una alteración del sistema nervioso que produce, entre otros: insomnio, pesadillas, episodios en que se revive el hecho traumático, reacciones de sobresalto y alerta o hipervigilancia, sentimientos de culpabilidad, ansiedad y/o pánico, tristeza profunda o aislamiento. Según avanza el tiempo, también se reportan cambios a nivel cognitivo, como por ejemplo, en la forma de percibir el mundo. Se genera un sentimiento de que todo es peligroso, que no se puede confiar en el ser humano, el sentimiento de injusticia, hace que la vida de la persona traumatizada se torne de color gris, siendo mucho más difícil volver a retomar la normalidad en sus vidas. Tras esta fase, la víctima trata de procesar la experiencia poco a poco hasta asimilarla.

A pesar de conocerse tanto las repercusiones psicopatológicas provocadas por los atentados terroristas masivos así como la necesidad de su tratamiento, no fue hasta después de los atentados del 11-S de Nueva York cuando comenzaron a desarrollarse programas experimentales sobre ambas cuestiones. La reciente literatura científica sobre tratamientos psicológicos para víctimas de ataques terroristas masivos revela que existen muy pocos estudios en la actualidad que demuestren la eficacia o efectividad de dichas terapias. Sin embargo, los escasos estudios de efectividad existentes coinciden en señalar que los tratamientos psicológicos centrados en el trauma son efectivos, y que además, deben considerarse hoy en día como el tratamiento más adecuado para las víctimas de atentados terroristas que sufren trastorno por estrés postraumático. Alternativamente, se están comenzando a probar tratamientos farmacológicos, aunque todavía es temprano para determinar su eficacia. Finalmente, además de la limitada literatura específica, las muestras que reportan estos estudios representan víctimas que han sufrido los atentados terroristas recientemente, por lo que es complicado conocer la utilidad del tratamiento en víctimas que padecen los trastornos a muy largo plazo, es decir, 20 o 30 años después de haber sufrido un atentado. Por lo tanto, las evidencias parecen indicar que aunque la experiencia traumática no se olvida, de alguna manera, con el tiempo y con la ayuda en la mayoría de los casos de un tratamiento psicológico, es posible elaborarla hasta ser recordada con una intensidad emocional mucho más leve, pudiendo volver a retomar el día a día con normalidad.