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“Lo que se necesita en el aula es una educación del carácter que incluya la educación emocional como uno de sus pilares”

Carlos Beltramo, del Instituto Cultura y Sociedad, ha publicado un libro sobre educación del carácter y emocional

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Carlos Beltramo
FOTO: Manuel Castells
27/04/18 13:46

Carlos Beltramo investiga en el proyecto ‘Educación de la afectividad y la sexualidad humana’ del Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra. Recientemente ha publicado el libro Apasionados por amar al mundo. Educación del carácter y emocional para las nuevas generaciones.

En el volumen se recoge los aspectos más importantes de la Pedagogía de la Integración de la Persona Humana, que consiste en entender a la persona como un conjunto de dimensiones: física, psicológica y espiritual, con proyección social. De acuerdo con su autor, mediante la educación para el equilibrio de estas facetas de la vida humana se puede lograr que los niños alcancen la virtud y su felicidad, incorporando en todo momento el colorido de las emociones.

¿A qué se refiere con el concepto integración?
Muchos hablan de integración, pero no todos la entienden de la misma manera. Claro que hay una base fundamental más o menos común: una unidad de partes. La integración es la unidad que se logra con muchas piezas que forman un nuevo ente. Y tenemos que hablar de ente porque se puede aplicar la idea a una grabadora (circuitos integrados), o a un cuerpo social (de ahí que al extranjero haya que integrarlo) y a muchas otras áreas. En el caso de la ética y la antropología que guían nuestra propuesta, la integración se refiere a la unidad y equilibrio de las dimensiones humanas.

¿Cómo se aplica la integración a la persona?
La persona humana es una unidad con dimensiones que tienen que integrarse en la acción. Se trata primero de distinguir esas dimensiones (física, psicológica y  espiritual, con proyección social), y determinar cómo se relacionan entre sí. Entonces se debe mostrar de qué manera el equilibrio entre ellas fortalece el carácter y posibilita la virtud. Decimos que una persona integrada reconoce que tiene diferentes dimensiones y en la acción puede lograr una armonía para que la unidad resplandezca por encima de las partes sin negar las partes. A esa fuerza que adquiere la persona al tener mejor integradas sus dimensiones la llamamos virtud.

¿Cómo se pone en práctica la integración?
Nos gusta graficar las dimensiones de la persona con una pirámide que está en continuo movimiento. Cada vez que uno realiza un acto bueno, como hacer la cama por ejemplo, la pirámide de las dimensiones se acomoda un poco más, se ordena. Y si está más ordenada, la próxima vez que vaya a hacer la cama resultará más fácil hacerlo. Pero si se deja de hacer la cama, la pirámide se desacomoda y yo no hay tanta integración. El siguiente acto bueno cuesta un poco más, hay menos energía interior disponible para hacerlo, la persona se aleja de la virtud.

¿Cómo se aborda en el aula la integración?
Mediante la conación. Es verdad, es una palabra extraña, pero es más usada de lo que podríamos pensar. Básicamente es un esquema que explica que las acciones, antes de ser realizadas, en el interior de cualquier persona, pasan por tres momentos: uno de conocimiento, otro de afecto y toma de decisiones, y uno final que es llevar a la práctica esa acción. Entonces proponemos, primero, entender: difícilmente se pueden vivir las cosas que no se comprenden de algún modo. Pero no todo termina allí. La segunda parte es generar emociones positivas (algo así como “enamorar al alumno”) hacia lo que va entendiendo que es bueno: los estudiantes tienen que sentir ese valor como propio y tomar decisiones, por eso este nivel pone en juego el corazón y la voluntad. Y el tercer momento, fundamental, es llevar a la práctica lo entendido y deseado/decidido: sin acción no se completa el ciclo formativo. Por es necesario darles a los alumnos oportunidades en clase para que lo realicen, para que disfruten del placer de hacer el bien.

¿Qué ocurre cuando una educación no presta atención a todo el circuito de la conación?
Varias cosas. Lo primero, se generan analfabetos afectivos: eso ocurre cuando se sobredimensiona el aspecto cognitivo y no se presta atención a todo lo que pasa en el mundo del corazón y los afectos. Así se hace más difícil la consecución de las virtudes porque se plantean como algo teórico: puede ser que sepa lo que quiero, pero como realmente no me importa, al costarme, no me esfuerzo en vivirlo. Hay un torbellino interior de sensaciones positivas y negativas, pero como no se ha trabajado, no se sabe bien qué hacer. Se generan situaciones incoherentes. Por ejemplo algunos durante la semana son perfectos profesionales pero en el fin de semana se transforman y actúan sin contención ni límites propios. No hay realmente una integración. Las emociones van por un lado y la cabeza por el otro. Y esto acaba con la unidad de vida y corta los caminos hacia la felicidad.

Y ojo que la solución no es eliminar la primera parte del circuito de la conación, como ocurre con algunos programas de educación emocional que lamentablemente son muy superficiales: no clarifican la cabeza, se meten mucho en el corazón y nada más.

Por otro lado, si lo que se intenta enseñar no se lleva a la práctica no termina de cuajar. Cuando no hay una concreción, si no hay oportunidades en el aula para ser bueno por el placer de hacer el bien, todo el proceso queda como algo teórico, no arraiga ni construye un carácter sólido en el alumno.

¿Cómo puede coordinarse en la relación colegio-familia?
Lo fundamental es que el colegio defina qué quiere como proyecto en relación a la educación de virtudes y la educación emocional, y dé oportunidades para ambos procesos. En la medida en que un colegio tenga una idea más clara, es más fácil interactuar con la familia. Incorporar, por ejemplo, la Pedagogía de la Integración de la Persona Humana es incorporar una teoría global, y cuando hay esa idea, es más fácil ofrecer cosas a los padres, pedirles que se involucren y tener respuesta de parte de ellos.

¿Por qué son tan importantes las virtudes, especialmente en los niños?
Porque son el motor del ordenamiento de la propia vida. A los alumnos de primaria les damos el siguiente ejemplo: imaginemos que yo fuera un robot y tuviera baterías; cada vez que hago algún acto bueno, esas baterías se llenan de energía. Una persona virtuosa es una persona energética porque focaliza su energía vital (incluyendo, obviamente, su energía emocional) en un objetivo, un fin. La mayoría de los grandes creadores de la historia han sido personas muy enfocadas. Digamos entonces que la virtud es la forma en la que se les enseña a los chicos a ordenar su propia vida, a focalizar su energía para conseguir su felicidad, proyectarse laboralmente, disfrutar más intensamente de la vida, ser solidario.

Ahora existe una generación que llaman “blandita”. ¿Tiene solución?
Este fenómeno de debilidad que se ve en muchos niños y adolescentes se da en parte porque la energía emocional está dispersa. Es necesario cuidar esa energía, no matarla, pero tampoco permitir que se siga dispersando, porque los que pierden son los niños. Por eso la educación emocional es importante, pero no se puede hacer de cualquier manera. Hoy parece ser una moda esto de la educación emocional, pero cuando se plantea en contra de cualquier otro parámetro se crea un desequilibrio que está dando lugar a esta generación “blandita”. La solución es buscar el desarrollo del carácter que dé coherencia y sentido a las emociones. No consiste en reprimirlas sino en conocerlas, distinguirlas… a veces habrá que seguirlas, en otras ocasiones lo ideal será postergarlas o incluso desplazar las negativas por otras más constructivas. En cualquier caso está claro que hoy por hoy lo que se necesita en el aula es una educación del carácter que incluya la educación emocional como uno de sus pilares más importantes.

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