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Volver “El caso Galileo no fue una confrontación entre ciencia y fe, sino entre dos personalidades concretas de una época histórica”

"El caso Galileo no fue una confrontación entre ciencia y fe, sino entre dos personalidades concretas de una época histórica"

Entrevista al historiador de la Ciencia William Shea, que impartió la I Lección Conmemorativa Mariano Artigas, organizada por el Grupo de Investigación ‘Ciencia, Razón y Fe'

26/10/11 10:58
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El profesor William R. Shea. FOTO: Antonio Olza

William R. Shea, profesor en la Universidad de Padua (Italia) y titular de la Cátedra Galileana de Historia de la Ciencia, impartió  la I Lección Conmemorativa Mariano Artigas de la Universidad de Navarra. La actividad fue organizada por el Grupo de Investigación ‘Ciencia, Razón y Fe' (CRYF) del campus y financiada por la Fundación John Templeton. En su primera edición se tituló ‘The Galileo Affair. What Theology Could Learn from Scientists'.

 

 

 

¿Por qué el caso Galileo que ha convertido en el paradigma de la confrontación entre ciencia y fe?
El caso Galileo se ha convertido en un símbolo, y la primera pregunta que surge es si fue inevitable que la ciencia, que se basa en el razonamiento y la experimentación, chocase con la religión, que se fundamenta en la autoridad y el dogma. La segunda cuestión es si se pudo evitar que Galileo, que era un científico, chocase con la autoridad cristiana. Lo que Mariano Artigas solía responder es que el caso Galileo constituye el primer ejemplo del conflicto entre  ciencia y religión, pero también el último. Resulta interesante, pues muestra que incluso Roma puede aprender. La principal lección que obtuvo fue que debe ser muy cuidadosa con las declaraciones que hace sobre la ciencia.

Insiste en la singularidad del episodio. ¿Qué hay del Darwinismo? ¿No supuso un problema en su época?
Uno podría temer que se diese un problema mayor, pues cuando se formuló, la Teoría de la Evolución no formaba parte de la cosmovisión cristiana tradicional. En  1870, durante el Concilio Vaticano I, se pidió que la Iglesia lo condenase, pero finalmente no se hizo. Ante la propuesta, un obispo americano dijo: "Memento de Galileo" (acordaos de Galileo), lo que provocó que se votase en contra.

¿Quiso realmente Galileo posicionarse en contra de la Iglesia?
Resulta difícil averiguar cómo veía el mundo, pero sí es cierto que con el paso de los años creció su interés por la religión. En cualquier caso, tal y como lo reconocen los investigadores actuales, era como la inmensa mayoría de los hombres de su época: un creyente  que se consideraba parte de la Iglesia católica. Ante esto cabe preguntarse si, efectivamente, su caso se ha utilizado para dañar a la  Iglesia, derivado de los movimientos anticlericales de la Ilustración.

Entonces, ¿se trata de un mero símbolo al que recurren los que desean atacar a la Iglesia?
En toda guerra hay siempre un símbolo o una bandera. Galileo se ha convertido en eso para los detractores de la Iglesia. Sin duda, el caso se hubiese evitado si en vez de él y el papa de ese momento se hubiesen encontrado dos personalidades distintas. Galileo era un hombre realmente brillante, pero también muy arrogante. Poseía un gran talento y estaba convencido de que tenía un argumento para demostrar que la Tierra se movía alrededor del sol: la existencia de las mareas. Para el, su origen era la rotación de la Tierra durante las 24 horas del día. Aunque no estaba en lo cierto, su razonamiento era muy inteligente. Por otra parte, él era un florentino, al igual que el papa. El conflicto entre estas dos personalidades terminó por convertirse en un conflicto intelectual, entre ciencia y fe. A su vez, se trató de una pugna política: el papa en aquel momento era el príncipe de Roma, de modo que la política era primordial. Condenó a Galileo para demostrar su autoridad.

¿Cuáles son los principales mitos falsos que giran en torno al caso?
Nunca se le torturó, como se ha dicho en ocasiones. Se le acogió en una suite y todos los días cocinaba para él el mejor chef de Roma. Asimismo, tenía permiso para ir a misa los domingos e invitar a gente a cenar -eso sí, con un límite de 20 personas para evitar que propagase sus ideas-.

¿Cuándo rectificó la Iglesia?
En 1814, aún constaba el libro de Galileo en el índice de obras prohibidas por la Inquisición, pero desapareció en la reimpresión de 1815. No se volvió a mencionar el caso hasta que Juan Pablo II pidió perdón por la condena injusta, pues consideraba importante depurar la Iglesia. Esto tuvo un impacto muy positivo.

¿La descontextualización del momento en el que ocurrió ha hecho perder la perspectiva?
En Europa, muchos sectores tienen la sensación de que la Iglesia apoya posiciones conservadoras, debido a determinados antecedentes históricos. En concreto, muchos científicos la rechazan porque la consideran un freno al progreso científico. Eso no es cierto: si pensamos en la época de Galileo, los mejores centros educativos estaban promovidos por jesuitas. Así lo han reconocido expertos como el rector de la Universidad de California en Berkeley, quien afirmó en un libro que las organizaciones educativas de la Iglesia católica siempre han estado en vanguardia. Los hechos y la propaganda resultan contradictorios.

¿Tiene la historia parte de culpa de la situación actual del debate ciencia-fe?
En ocasiones, el problema real no es la ciencia, sino determinados resentimientos que se derivan de algunas decisiones de la Iglesia en épocas pasadas, pero que no coinciden con la realidad actual. Por ejemplo, si bien Benedicto XVI insiste mucho en la libertad de conciencia, que constituye un derecho esencial, una encíclica del siglo XIX la condenaba por completo. Resulta extraño cuánto tiempo lleva encontrar soluciones acordes con el Evangelio y la fe, a la vez que se adecuan al desarrollo político y social.

¿Realmente existe una oposición entre ciencia y fe?
Para un gran número de personas, no: desde el punto de vista católico, el Dios que inspiró la Biblia fue el mismo que creó el mundo. En ese sentido, no existe una incompatibilidad: el autor del libro de la naturaleza es también el autor de la Sagrada Escritura.

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