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“Cuando Rubens retrata a alguien, cuenta una historia”

El historiador del Arte Jaime García-Máiquez imparte la última conferencia del ciclo que la Fundación Amigos del Museo del Prado organiza en la Universidad de Navarra


FotoManuel Castells/

20 | 02 | 2023

Jaime García-Máiquez, historiador del Arte y técnico del Gabinete de Documentación Técnica del Museo del Prado, ha sido el encargado de impartir la cuarta y última sesión del ciclo de conferencias “Francisco Calvo Serraller” que la Fundación Amigos del Museo del Prado organiza en la Universidad, en colaboración con la Facultad de Filosofía y Letras del centro académico.

En su ponencia, titulada “Efigie y fábula. Los retratos de Rubens”, el experto presentó en el auditorio del Museo Universidad de Navarra esta faceta del artista. Explicó que cuando Rubens pinta un personaje histórico o mitológico, “lo hace porque esa historia le compete, piensa que puede enriquecer al retratado y, a través de él, a todos nosotros”. Esa necesidad de contar “hizo crecer en él una retórica narrativa que influye en todos sus retratos”.

García-Máiquez comenzó mostrando uno de los primeros retratos de Rubens, “Retrato de un hombre, posiblemente a un arquitecto o un geógrafo” (1597). En su intervención, apuntó a los asistentes algunas torpezas, como una firma en el reverso, o el tamaño desproporcionado de las manos del personaje, que no son sino un anuncio de lo que será su grandilocuente estilo posterior. Con esta obra, Rubens “expresa más de lo que la naturaleza le pide. Los elementos físicos cuentan algo de la personalidad del sujeto", explicó. Hasta el pelo de la barba, como señaló el historiador, "llega a ser un recurso psicológico". En “La familia de Jan Brueghel el Viejo” (1613-15), parece que sobra el mismo Brueghel: "La mujer y los dos niños crean un triángulo perfecto, pero se asoma el padre, rompiendo esa armonía”. En este sentido, el ponente reveló que, efectivamente, Brueghel se pintó más tarde, por encima de la composición que el pintor planeó. Para García-Máiquez, ahí radica el genio de Rubens: “Picasso decía que cuando acababa una obra y veía que estaba impecablemente compuesta, cambiaba algo para que la distorsión de la geometría perfecta estimulara la emoción del espectador”. Con este cuadro, Rubens hizo lo mismo “de una manera magistral”.

Como explicó el experto, entre 1603 y 1604, Rubens residió en España, donde pintó en torno a cuarenta cuadros, o lo que es lo mismo, cerca de un cuadro por semana. Entre ellos está el famoso “Retrato ecuestre del duque de Lerma” (1603), que realizó para el favorito del Rey. Durante esa época, la ruta de Rubens se cruzó con la del joven Diego Velázquez, entonces pintor de corte de Felipe IV. El ponente desmintió la creencia popular de una rivalidad entre ellos, dado que existía una diferencia generacional que los impedía verse como rivales. “La realidad sería más bien al contrario”, afirmó.

Por otro lado, las imprimaciones —la base de color que se aplica antes de pintar— son, según el historiador, una parte íntima del proceso creativo. "Velázquez siempre las hacía de rojo hasta que vio cómo Rubens pintaba en Madrid", afirmó García-Maiquez. Tal y como señaló, el holandés prefería las imprimaciones blancas, técnica que el joven pintor empezó a imitar. Gracias a radiografías y análisis de pigmentos realizadas en cuadros de Velázquez, se pudo observar cómo repintó sus imprimaciones rojas de blanco y continuó usando ese color.

Como pudieron descubrir los asistentes, todavía es más asombrosa la historia del "Retrato de un hombre", un cuadro atribuido a Rubens. Las radiografías mostraron imprimaciones rojas cubiertas de blanco como las que hizo Velázquez después de haber descubierto este método. Además, debajo del hombre desconocido, García-Máiquez indicó que podría ocultarse un retrato del infante Don Carlos. Para el experto, probablemente Velázquez pintó un retrato del infante que, por alguna razón, fue desechado. Entonces, Rubens lo recuperó y pintó por encima. “Esa insolencia no ocurre en un ambiente de competencia, sino de amistad”, declaró el ponente.

Para cerrar el ciclo, Julia Pavón, decana de la Facultad de Filosofía y Letras, agradeció su intervención a todos los ponentes de esta edición y a los profesores encargados de las presentaciones, a la Fundación Amigos del Museo del Prado, al Museo Universidad de Navarra por acoger un año más el ciclo, a Viscofan, patrocinador del encuentro, a la Fundación Diario de Navarra y a los asistentes que una vez más han apostado por acercarse a la belleza del arte que alberga el Museo del Prado.

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