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"No hace falta ver para ser feliz"

Marce Calderón, profesional invidente desde los 20 años, compartió su testimonio de superación con los asistentes a la I Jornada sobre discapacidad organizada por los alumnos de Filosofía y Letras.

17/04/13 10:49 Alberto Bonilla
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El pasado sábado 13 de abril se celebró la primera jornada ‘Personas con discapacidad: historias de superación. Reflexión interdisciplinar: humanidades y fe', organizada por los alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras. La finalidad de esta jornada era profundizar sobre la discapacidad contando para ello con el testimonio de tres personas que con su discapacidad han salido adelante.

Las sesiones, que tuvieron lugar en el aula 35 del edificio Central, contaron con la presencia de expertos como Javier Sesé, profesor agregado de Teología Espiritual de la Facultad de Teología, pero también con testimonios de personas que conocen el sentido del dolor y la discapacidad como Marce Calderón, profesional invidente; Luis de Moya, médico con tetraplejia; y, Rosa Sánchez, madre de un niño con el síndrome de Dravet.

El primero en tomar la palabra en la jornada fue Javier Sesé que habló de su experiencia como hermano de una persona con discapacidad y que recalcó que "él siempre vio en los discapacitados una capacidad de amar, estar alegre y sencillez que a veces echó en falta en los demás". Asimismo, como profesor agregado de Teología, profundizó en la fe cristiana acerca del sentido del dolor y de la dignidad de los enfermos y de los niños.

A continuación, se llevó a cabo la reproducción de un vídeo de Luis de Moya -ya que finalmente no pudo asistir-, en el que el sacerdote cuenta su experiencia como tetrapléjico, a la vez que explica que no puede "ni brincar ni saltar" como hacen los animales, pero "sí hacer lo propio del ser humano: es decir, tener capacidad para amar".                                                       

Le siguió Marce Calderón, invidente desde los 20 años, que nunca se ha dado por vencida en su lucha. "Lloré mucho cuando me avisaron de que mi enfermedad sería degenerativa hasta perder la vista, pero a día de hoy todas las personas que me encuentro me preguntan por qué estoy siempre tan feliz", explicaba. Porque cómo bien quedó reflejado al final "No hace falta ver para ser feliz", que era el título de su intervención.

Por último, intervino Rosa Sánchez, madre de un hijo con síndrome de Dravet (crisis epilépticas, hiperactividad, déficit de atención, retraso cognitivo y cuadros de autismo), que contó cómo ella y su marido afrontaron la enfermedad de su hijo, cómo se enfadó con Dios cuando supo lo que tenía y cómo se dio cuenta de que "si estaba enfadada con Dios, Dios tenía que existir". Ahora con su marido se turnan para hacer guardias todas las noches por si a su hijo le dan las convulsiones; la frase que comparten ambos es "si nuestro hijo está bien, nosotros estamos bien".

Tras las sesiones, Manuel Ruiz Fuster, uno de los asistentes, explicó: "Me conmovió la experiencia de la madre con el síndrome de Dravet, cómo valoraba todo lo que tenía pese al sufrimiento de su hijo. Me pregunté: ¿me tiene qué pasar algo así para que valore mi vida?". Un sentimiento optimista generalizado que deja un buen sabor de boca en la primera edición de estas jornadas.

 

 

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