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Impulsar políticas de apertura para propiciar el conocimiento de todas las religiones desde la escuela primaria puede generar un caldo de cultivo que promueva el respeto recíproco entre los seguidores de diversas creencias. Así lo cree Matteo Nacci, doctor en Derecho Canónico y Filosofía del Derecho y catedrático de la Pontificia Universidad Lateranense. El experto compartió su propuesta en el Instituto Cultura y Sociedad (ICS), donde impartió un seminario del proyecto ‘Religión y sociedad civil’.

El Profesor Nacci propone un modelo de cooperación entre la iglesia y el Estado que “se inserta en una consideración positiva del fenómeno religioso y en una efectiva tutela del derecho a la libertad religiosa sin menoscabo del carácter no confesional de un Estado democrático”.

Lo contrapone al modelo que por tanto tiempo ha predominado en Francia pero que desde la misma sociedad transalpina “se pretende superar con el concepto de ‘laicidad positiva’”. En ese contexto positivo, de la no confesionalidad de un Estado “no debiera derivar la abolición de símbolos en espacios públicos”, dice, lo que considera equivocado, “en cuanto es propio del ser humano manifestarse a través de los símbolos”.

El profesor Nacci añade que “en el nivel social, antropológico y religioso es necesario escuchar al otro” y por eso aboga por fomentar la participación de las instituciones religiosas en la vida pública. Asegura que a través del “diálogo y la cooperación” se evita el círculo vicioso en el que no se conocen las religiones, se les tiene miedo, ese rechazo refuerza que no se las quiera conocer, y así sucesivamente.

Aplicación práctica del modelo

Para hacer posible el ideal de ‘laicidad positiva’ el profesor Nacci considera prioritarias las iniciativas educativas e informativas como, por ejemplo, organizar mesas redondas entre políticos y exponentes de las diferentes religiones, poner en marcha institutos y centros que tiendan puentes entre las comunidades y los Estados, etc.

Reconoce que el entendimiento mutuo es una necesidad “más apremiante” en el mundo actual, dada la globalización y el aumento de las migraciones. Según explica, esto ha llevado a que los países estén formados por muchos grupos de personas con diversas creencias: “Esto conlleva diferencias culturales, de sensibilidad social, de sentimientos religiosos…”.

En ese sentido “España e Italia -señala- son comunidades líquidas, ya no están formadas por personas con un pensamiento unitario, hay muchos grupos identitarios”. El profesor Nacci puntualiza que España e Italia son países laicos, pero estas comunidades líquidas exigen que se cree un discurso “ético, cultural y social” que diferencie las religiones.