Son las siete de la tarde, la Facultad de Comunicación se vacía poco a poco, el edificio se queda en silencio después de un día lleno de voces, clases, idas y venidas… Es momento de romper con el ruido, de dejar de oír y empezar a escuchar.

Los estudios de 98.3 Radio acogen, como cada miércoles, a los veinte alumnos que participan en el Taller de Producción Musical, y a su promotor, Iñaki Llarena, el jefe de realización de la emisora.

Tras cinco ediciones el taller es un clásico en la Universidad. Cada año reúne a alumnos de todas las facultades en torno a la música. Durante dos horas a la semana los participantes cierran los ojos y abren los oídos y a través de un recorrido cronológico comienzan a escuchar, de verdad, la música moderna. "No se trata de ver a un tipo en youtube enseñándote a tocar a los Rolling con la guitarra, sino pararse a analizar las canciones que hemos oído siempre", sentencia Llarena.

El objetivo del taller es aprender del mundo de la música y de todo lo que lo rodea. Examinar el ritmo, las letras, lo que se esconde detrás de las voces; pero también, conocer el mundo del sonido y de la producción musical. Para comprender cómo hemos llegado a la música de hoy, Llarena comienza el recorrido a finales del siglo XIX. Desde ahí, analiza música de todos los estilos: gospel, blues, pop, rock…; y a través de analogías e influencias, saca parecidos entre los grupos de hoy y los de los años 50 y 60. Precisamente a partir de la música del siglo XX podemos conocer la historia más reciente del mundo.

En esta ocasión, Llarena cuenta cómo en mitad del siglo pasado nace la canción protesta norteamericana de la mano de Bob Dylan y Joan Báez. A través de sus canciones es posible comprobar cómo va cambiando el mundo. La música comienza a socializarse y politizarse, con el objetivo de expresar la realidad y denunciar las guerras e injusticias que se producen. Surge la expresión musical, ya que el mensaje en la música comienza a ser muy importante: ya no importa sólo cómo se canta, sino también lo que se canta. Se asiste así a un cambio fundamental, en la música y en el pensamiento de la sociedad: con la música no sólo se canta, también se grita.

El ritmo sube y los pies empiezan a moverse al compás de la música. Las manos se mueven tímidamente y los ojos se cierran para dejarse llevar. Suenan canciones folk, pop, rock… La música llena el silencio y hace desaparecer el ruido, llega para desarrollar el oído y la sensibilidad de los participantes. Llega para dar a conocer una vertiente del mundo, la que no sólo se oye sino también se escucha, llega para hacer comprender mejor la vida.