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Los frescos de Maderuelo: la llegada del románico al Prado
La profesora Rocío Sánchez Ameijeiras imparte la tercera sesión del ciclo del Prado
“La llegada del románico al Prado en 1948: las pinturas románicas de Maderuelo”, fue el título de la tercera sesión del ciclo de conferencias “El Museo del Prado: hitos históricos de sus colecciones”, que impartió la profesora de Historia del Arte de la Universidad de Santiago de Compostela, Rocío Sánchez Ameijeiras.
Durante su exposición, Sánchez Ameijeiras hizo el ejercicio de intentar recuperar la percepción original de los murales de la ermita de la Vera Cruz de Maderuelo (Segovia), “una villa de frontera” poblada por caballeros villanos que buscaban redimirse de las faltas cometidas con anterioridad, con un fuero de marcado carácter militar. Teniendo presente la realidad histórica más cercana, Sánchez Ameijeireas analizó su iconografía, explicó quiénes eran sus potenciales espectadores, y qué parte de las pinturas estaba exclusivamente reservada a los ojos del clérigo oficiante y por qué. “Intentaremos ver las pinturas de Maderuelo como laicos y, después, como clérigos, ya que sólo estos últimos podían acceder a la visión completa de lo representado. El pecado- añadió- sólo lo podían ver los clérigos, y los laicos sólo tenían acceso a la parte en la que se representaban los modos de salvarse: bien a través del cumplimiento de los mandamientos, bien a través de la penitencia”. Eran los clérigos los que veían las imágenes y después adoctrinaban a los laicos: “estas pinturas son un catecismo para su época, una época en que poca gente sabía leer”, afirmó Sánchez Ameijeiras, “tenían una clara intención didáctica”
El conjunto de estas pinturas murales, unos frescos románicos de autor desconocido, datan de la primera mitad del siglo XII. Su emplazamiento original estaba en la ermita de la Vera Cruz de Maderuelo (Segovia), fue trasladado a lienzo en 1947 y reconstruido en el Museo del Prado lo más fielmente posible a su disposición original, reproduciéndose, incluso, la capilla de la villa. Los muros de la capilla están decorados con figuras de ángeles, Apóstoles y escenas evangélicas, y los testeros presentan temas bíblicos.