Científicos internacionales apuestan por combinar genética y neuroimagen contra el Parkinson
Según el Dr. José Obeso, de la Universidad de Navarra, "el reto más acuciante hoy es el diagnóstico precoz para detener su progresión"
Dentro de la cautela que piden al difundir sus valoraciones, expertos en la enfermedad de Parkinson (EP) apuestan por la genética y la patología molecular, y descartan que la solución pase por los trasplantes celulares. Creen que la clave para hallar terapias más prometedoras puede estar en combinar dos tipos de avances: entender cómo los trastornos genéticos conducen a la pérdida de neuronas en la sustancia negra y medir la progresión del proceso neurodegenerativo con técnicas de neuroimagen. ésta es una de las conclusiones de un grupo de expertos internacionales reunidos en la Comunidad foral, convocados por el Dr. José Obeso, neurólogo de la Clínica Universitaria de Navarra y neurocientífico del Centro de Investigación Médica Aplicada (CIMA) de la Universidad de Navarra.
Junto con el científico español, intervinieron sus colegas Matt Farrer (Mayo Clinic, Florida), Etienne Hirsch (Hospital La Salpetriere, París), Christopher Goetz y Jeff Kordower (Rush University Medical Center, Chicago), Glenda Halliday (Prince of Wales Medical Research Institute, Sydney), Juan Carlos López (editor-jefe de Nature Medicine, Nueva York), Tony Schapira (University College London, Londres), Manuel Rodríguez (Universidad de La Laguna, Tenerife), Concepción Marín (Institut d"Investigacions Biomèdiques August Pi i Sunyer, Barcelona) y María C. Rodríguez-Oroz (Universidad de Navarra). El encuentro se desarrolló en colaboración con los Laboratorios Lundbeck, empresa farmacéutica especializada en investigación y desarrollo terapéutico de enfermedades del sistema nervioso central.
La EP es un proceso neurodegenerativo que afecta a 1 millón de personas en la UE y más de 100.000 en España. Típicamente se define por la pérdida de neuronas en la sustancia negra, que provoca un déficit de dopamina en el cerebro y causa lentitud y escasez de movimientos, temblor y rigidez muscular. Con los años de evolución, el proceso neurodegenerativo se extiende y afecta a otras regiones del sistema nervioso. Así surgen síntomas adicionales como trastornos del equilibrio y de la marcha, alteraciones del sueño y vegetativas (estreñimiento, disfunción vesical, impotencia) o déficit cognitivo, que representan la progresión de la enfermedad.
Los expertos creen que en la actualidad el tratamiento del déficit dopaminérgico está bien conseguido y no es el principal reto terapéutico. Hoy se cuenta con numerosos recursos farmacológicos (levodopa, rasagilina, agonistas dopaminérgicos, infusiones parenterales, parche de rotigotina, etc.) que permiten reponer la acción de la dopamina y controlar los principales síntomas. Además, la aplicación generalizada del tratamiento quirúrgico (estimulación cerebral profunda) permite mejorar la calidad de vida de pacientes en quienes los fármacos no son suficientemente eficaces. De esta manera, las manifestaciones motoras que tipifican la EP son controlables en la mayoría de pacientes con los recursos disponibles. Según el Dr. Obeso, "el reto más acuciante hoy es el diagnóstico precoz para detener su progresión".
Existen moléculas disponibles (rasagilina) o en vías de ensayo clínico (factores neurotróficos) con una posible acción neuroprotectora en la EP. Sin embargo, aún no se ha conseguido descifrar por qué se inicia la pérdida de neuronas y los mecanismos implicados en la progresión y extensión del proceso de muerte neuronal. Para el especialista de la Universidad de Navarra, "la dificultad en discernir estos aspectos capitales explica que, a pesar de pronósticos sensacionalistas de los últimos años con las células madre y el genoma humano, no se hayan producido avances significativos en el control de la EP. Por tanto, el esfuerzo investigador debe centrarse en el origen de los problemas".
En la reunión científica celebrada en Navarra se analizaron las principales preguntas y los problemas no resueltos. Los expertos llegaron a varias conclusiones, que sintetiza el Dr. Obeso:
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Para la próxima década se prevé un mejor control de la EP (detener su progresión), aunque no es fácil vislumbrar su curación.
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El enfoque terapéutico debe contemplarse desde una doble perspectiva: restaurar el déficit de dopamina lo antes posible y proteger otras regiones del cerebro, para que no les afecte el proceso neurodegenerativo. En este sentido, se reconoce que la edad de presentación y los cambios celulares asociados al envejecimiento juegan un papel determinante y una excelente oportunidad para actuar con tratamientos neuroprotectores.
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Las alteraciones genéticas en pacientes de Parkinson sin historia familiar es más alta que la supuesta hasta ahora. En el futuro cercano se podrá reconocer precozmente a personas con riesgo de desarrollar la EP y comenzar tratamientos neuroprotectores.
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Los trasplantes celulares (por ejemplo, células madre) dirigidos sólo a reponer el déficit de dopamina no aportan conceptualmente ni en la práctica ningún avance significativo sobre los tratamientos existentes. La terapia génica u otras posibilidades en desarrollo son más prometedoras para conseguir compensar los efectos de la pérdida neuronal en la sustancia negra y, sobre todo, prevenir su extensión hacia otras áreas del cerebro.