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¿Qué había detrás de “la economía mata” de Francisco?

23/04/2025

Published in

Expansión

Gregorio Guitián |

Profesor de la Facultad de Teología

Desde su primer documento magisterial en 2013 –Evangelii Gaudium– el Papa ha incomodado a muchos agentes económicos. Frases suyas, vigorosas, redondas, expresivas, han prendido fuego y han quedado incrustadas en la memoria de muchos: “esta economía mata”; “no a una economía de la exclusión”; “no a la nueva idolatría del dinero”; “no a un dinero que gobierna en lugar de servir”, “ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado”; “no puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión”, etcétera.

Su intención era palmaria y él mismo la manifestó desde el primer momento: “si alguien se siente ofendido por mis palabras, le digo que las expreso con afecto y con la mejor de las intenciones, lejos de cualquier interés personal o ideología política. Mi palabra no es la de un enemigo ni la de un opositor. Sólo me interesa procurar que aquellos que están esclavizados por una mentalidad individualista, indiferente y egoísta, puedan liberarse de esas cadenas indignas y alcancen un estilo de vida y de pensamiento más humano, más noble, más fecundo, que dignifique su paso por esta tierra” (Evangelii Gaudium, n. 208).

Diría que el Papa Francisco ha marcado la diferencia respecto a sus predecesores por sus modos. Benedicto y Juan Pablo II estaban familiarizados con las formas académicas en mayor o menor medida. En cambio, Francisco ha buscado ante todo, y como ellos, hacer un análisis de los problemas éticos del sistema económico y financiero imperante; pero lo ha hecho con un estilo directamente orientado a remover las conciencias, a incomodar, a veces recurriendo a la exageración, incluso señalando enemigos que no pocos podían juzgar inexistentes, como el capitalismo neoliberal de mercados sin regulación alguna (¿dónde están esos mercados?; ¿quién los defiende?, se preguntaban).

Con polémica o sin ella, sin pretender la precisión académica atenta al último detalle, el Papa ha sido capaz de poner el dedo en la llaga y ofrecer análisis y denuncias que hacían evidente la injusticia social.

Pero si el lenguaje era distinto, en realidad el mensaje era el mismo, el que la doctrina social de la Iglesia ha venido pregonando desde la revolución industrial: que la economía, cualquiera que sea, ha de estar al servicio del hombre, de todo hombre; que ha de poner a la persona en el centro, y no al revés; que el libre mercado no es un instrumento perfecto al que se le pueda pedir la solución de todos los problemas sociales, y en particular de los millones de personas que a día de hoy han quedado excluidos, no ya de los mercados –por carecer de solvencia sino de la sociedad misma.

Sí. En el centro del corazón del Papa han estado siempre todos aquellos excluidos, marginados o en riesgo de exclusión socioeconómica. Francisco ha subrayado que el sistema económico y financiero actual no está suficientemente orientado a la persona, no está suficientemente inspirado por la ética y tiene una carencia antropológica seria.

Esa carencia se traduce en que lo que gobierna es el dinero, con consecuencias deshumanizadoras como la exclusión, la inequidad o el consumismo. Con su ejemplo por delante, ha mostrado que la sobriedad es un bien humano y cristiano muy importante para todos.

Junto a ello, el Papa también ha fomentado una conversión, fuera y dentro de la actividad económica, para neutralizar la indiferencia ante el entorno natural. Ha promovido una mayor sensibilidad, también en el ámbito económico, respecto al cuidado de la naturaleza humana, y así la Laudato si’ (2015) pasará a la historia como la primera encíclica sobre el cuidado de la naturaleza.

Sin embargo Francisco no se ha parado en la denuncia. Todo su empeño ha mirado a impulsar a hombres y mujeres de política y de empresa que estén dispuestos a iniciar nuevos procesos, quizá con resultados a largo plazo, que haga posible un sistema económico más humano, sin tantos excluidos.

Apuntando un problema de justicia social, el Papa ha hecho ver que la economía y las finanzas no pueden ser indiferentes a una situación que deja fuera a muchos que tienen derecho a la sociedad por ser humanos, y que el libre mercado experimenta un límite en relación con ese problema. La llamada “Economía de Francisco”, un movimiento destinado a pensar y poner en práctica modos novedosos de hacer economía al servicio del hombre, se entiende desde esa óptica.

En definitiva, con nuevos modos, el Papa nos deja la tarea de no conformarnos con lo que hay. Se podía discutir si los instrumentos o políticas son los más adecuados para los fines de justicia pretendidos, pero lo importante es no errar el blanco: el Papa nos ha dicho que es importante ayudar a millones de personas a cruzar el río de la dificultad; se puede discutir si construir un puente o barcos, o si a nado, o de otra manera. Pero, ojalá no
nos quedemos en esa discusión y mientras tanto todos sigan donde están. Hay muchas personas trabajando diariamente en empresas y en economía para construir un mundo mejor: quede para ellos el Papa Francisco como un motivo de esperanza y un poderoso intercesor. Descanse en paz.