VIRTUDES | A pesar de su valor, le vemos débil y capaz de cometer grandes errores
10/07/2025
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Expansión
Manuel Cruz |
Profesor de Filosofía Antigua - Facultad de Filosofía y Letras
Profesores de la Facultad de Filosofía y Letras publican a lo largo del verano en la serie "Líderes en la ficción", del periódico Expansión. Semanalmente, nos acercan las virtudes de distintos personajes de la literatura.
No conocemos a Ulises por su gran fuerza y valor, sino porque en él vemos reflejada la historia de cualquier ser humano. Ulises llora, tiene ambición, sufre y quiere volver a casa. Nos es fácil empatizar con él porque, a pesar de su valor, le vemos débil y capaz de grandes errores. En la historia de la cultura la figura de Ulises ha sido frecuentemente tratada como un ejemplo de virtudes y prudencia. Sin duda alguna que a lo largo del poema homérico vemos su capacidad de tomar precauciones frente a los peligros, utilizar su ingenio para engañar a los enemigos y contar historias que cautivan a sus oyentes. Ahora bien, ser una persona ingeniosa no es lo mismo que ser prudente. Si empatizamos con él es precisamente porque vemos en su historia un ejemplo de aprendizaje y conquista de la prudencia a base, fundamentalmente de errores.
Se suele señalar que Ulises supuso un cambio decisivo en la educación en Grecia. A diferencia de la Ilíada, donde los héroes son guerreros dispuestos a todo por la propia gloria y el honor de su tierra -y para ello estarán dispuestos a emplear la violencia hasta sus últimas consecuencias- la Odisea presenta un nuevo ideal: el del hombre astuto que emplea su inteligencia para sortear los peligros y volver a su patria. Aquí sucede un giro decisivo en los valores de la cultura helénica: ya no se trata de ser el más fuerte, sino el más astuto. No en vano los griegos lograrán desarrollar una extraña forma de civilización organizada en ciudades estados que logrará resistir a los persas gracias al ingenio: utilizar bien los recursos, lograr alianzas, dominar el terreno.
En el imaginario colectivo ha quedado la figura de Ulises como la de un hombre prudente, pero ya en la Atenas clásica surgieron voces discrepantes contra esta visión. El propio Platón critica los poemas homéricos por presentar a Ulises como un personaje mentiroso, un mal ejemplo para los jóvenes. Sin embargo, quizás Ulises es una figura tan fascinante para todos los tiempos precisamente porque no es un héroe revestido de una gran fuerza y poder y porque es un hombre débil como nosotros, en camino hacia su patria, y también vemos a lo largo de la Odisea un proceso de aprendizaje personal. El osado y valeroso héroe, varón de multiforme ingenio, que se cree capaz de burlar a los dioses, tendrá que sufrir mucho para volver a casa. Sobre todo tendrá que usar su inteligencia no solo para engañar, sino para poner orden y descubrir qué es lo que merece realmente la pena.
Después de tantas vueltas por el Mediterráneo Ulises ha aprendido a callar. Ha aprendido a escuchar. Ha aprendido que lo valioso en la vida no son las cosas, sino las personas. Para eso ha tenido que perder a todos sus compañeros y ha llorado durante largos años en la isla de Calipso, a la vista del mar, lejos de Ítaca. Cuando por fin pone un pie en su casa, ya no vemos al fanfarrón Ulises que se burla del Cíclope a riesgo de perder su propia vida, ya no tenemos a un joven deseoso de nuevas experiencias y riquezas, ahora Ulises ha aprendido a valorar lo realmente importante en su vida (su familia, su hogar) y sabe que tiene que callar y esperar, no dejarse llevar por sus impulsos de venganza.
Ulises es ante todo un generador de historias, de relatos. Sus célebres viajes -quizás la parte más conocida de la Odisea- no dejan de ser un relato fantástico, quién sabe si inventado para cautivar a los feacios, que le transportarán a casa. Casi más creíble resulta la historia que cuenta al viejo porquerizo Eumeo al llegar a Ítaca, cuando, disfrazado de cretense, dice que fue el afán de riquezas el que le llevó a Egipto después de la guerra de Troya, y que los desmanes cometidos le llevaron a acabar trabajando de esclavo. ¿No suena esto mucho más creíble que el enfrentamiento con un cíclope, el descenso al lugar de los muertos y el maravilloso canto de las sirenas? Sea como sea, en cualquier caso Ulises es capaz de generar historias convincentes, para que los interlocutores depositen en él su confianza. Estamos así ante la cualidad de todo buen líder: la capacidad de generar relato. Y aquí es donde Ulises es especialmente prudente con la información que revela. Ulises sabe qué tiene que contar, y conoce los deseos de historias que anidan en el corazón de las personas. Ahí es donde vemos su cualidad de líder: nos iríamos hasta el fin del mundo con él seguros de estar embarcados en una aventura que merece la pena.
Más allá de todos los recursos de este varón de multiforme ingenio, lo que vemos en la Odisea es un descubrimiento de lo verdaderamente importante en la vida y el uso del esfuerzo, ingenio y la ayuda de los dioses para lograrlo. Al final Ulises es prudente porque es capaz de entrar humillado en Ítaca, disfrazado de mendigo, y soportar el desprecio de los pretendientes. No siempre ha sido prudente Ulises, pero finalmente ha logrado experiencia, quizás la esencia de la prudencia: saber interpretar los hechos de la vida en su justa medida. Así regresa cansado a casa, como dice Konstantino Kavafis en su poema:
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.