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Mujeres en el gobierno de la Iglesia: el camino trazado por el papa Francisco

01/05/2025

Published in

Eclessia

María García-Nieto Barón |

profesora de la Facultad de Derecho Canónico y autora del libro "La mujer en el gobierno de la Iglesia: perspectiva jurídica".

Cuando quien es elegido papa revela su nuevo nombre, envía el primer mensaje al mundo sobre el rumbo que tomará la Iglesia en su pontificado. Ese nombre es un símbolo, una inspiración, casi una declaración de intenciones más del Espíritu Santo que del nuevo pontífice. Por eso, aquella tarde de marzo de 2013, cuando el cardenal camarlengo anunció que el nuevo Pontífice se llamaría Francisco, el desconcierto fue inmediato. Nunca antes un sucesor de Pedro había llevado ese nombre. Sin duda, llegaba un tiempo nuevo, de renovación en la Iglesia. Más tarde, Bergoglio explicó su elección: quería ponerse en manos de San Francisco de Asís. La idea le vino a través de las palabras de un cardenal: "No te olvides de los pobres".

Ahora, en el atardecer del pontificado, vemos nítido lo inspirado de la elección. Francisco ha encarnado los grandes ideales del santo italiano. La preocupación por los pobres, el trabajo incansable por la paz y el cuidado de la creación como obra de Dios han sido señas de identidad del Papa.

San Francisco de Asís siguió la voz divina que le decía: “reforma mi Iglesia”. De algún modo, el papa jesuita ha seguido esa misma voz. No en vano, algunos le han llamado el gran reformador. Las circunstancias de estos años y su sentido de la justicia le han empujado a abrir nuevos caminos en la Iglesia. Pero, además, como santa Clara de Asís siguió la senda de pobreza de Francisco y las mujeres tuvieron un lugar en el espíritu franciscano, el Papa ha trabajado por dar a las mujeres el lugar que les corresponde en la Iglesia.

Tal vez el desafío más profundo, y también el más doloroso, ha sido el escándalo de los abusos, al que Francisco ha respondido con fortaleza. Con tiempo se reafirmó en que las mujeres tenían un papel decisivo en la prevención de aquellos abusos. Un dato significativo fue invitar a dos mujeres como ponentes en el encuentro celebrado en el 2019 para analizar la crisis. Tras la intervención de una de ellas, Linda Ghisoni, Francisco subrayó su convencimiento de que la solución a este y a otros problemas eclesiales, pasaba por alcanzar la plena integración de las mujeres en la Iglesia.

Se podrá debatir cuál ha sido la línea principal del Pontificado, pero es incuestionable que dar un papel activo a las mujeres ha sido una respuesta constante del Papa a los desafíos de la Iglesia.

Coherentemente, en estos años, la presencia de las mujeres en cargos eclesiales ha aumentado. En el ámbito de la formación, se ha promovido su participación en los seminarios. También el Papa ha insistido en la importancia de que haya mujeres en los puestos donde se toman decisiones en la Iglesia. Tanto es así que, en octubre de 2021, dedicó una de sus intenciones de oración a este tema. No cabe duda de que era consciente de la repercusión y de las dificultades que suponía lograrlo.

Si Benedicto XVI ya reconoció la necesidad de contar más con mujeres e instó a los obispos a buscar formas de que pudieran contribuir en mayor medida desde su condición de laicas, Francisco ha dado un cambio de rumbo significativo. Ha sido él quien ha dado el primer paso al incorporarlas en la Curia romana. Al hacerlo, ha puesto un ejemplo para las diócesis. Es en la Curia romana donde los obispos han de inspirarse en el ejercicio de su función de gobierno, como un modo más de unidad con Roma: la manera en la que se desempeña el gobierno central sirve de modelo para las Iglesias particulares.

Efectivamente, en este esfuerzo por integrar a las mujeres de manera activa en la Iglesia, la Curia romana es un ejemplo. En solo diez años el porcentaje de mujeres pasó del 19% al 26%. Algunos nombramientos importantes en los dicasterios han sido: Gabriella Gambino y Linda Ghisoni como subsecretarias del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida; y Carmen Ros para el Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. En este último Dicasterio, desde enero del 2025, una religiosa, Simona Brambilla, ha sido la primera mujer en asumir el cargo de prefecta, lo que ha hecho que la presencia de las mujeres en los cargos más altos del gobierno de la Iglesia universal pase a ser una realidad.

Barbara Jatta es la directora de los Museos Vaticanos, Nataša Govekar encabeza la dirección teológico-pastoral del Dicasterio para la Comunicación, Cristiane Murray forma parte del equipo directivo de la Oficina de Prensa del Vaticano; Nathalie Becquart es subsecretaria del Sínodo.

En el gobierno del Estado Vaticano también ha habido nombramientos significativos. Sin duda el de mayor importancia ha sido el de Raffaella Petrini, como gobernadora del Estado Ciudad del Vaticano. Es la primera vez que este cargo no es para un cardenal. De hecho, para hacer efectivo el nombramiento, se ha tenido que modificar la ley vaticana, lo que marca un antes y un después en la estructura de gobierno del Estado más pequeño del mundo.

Todas estas decisiones han sido ponderadas y anunciadas desde los primeros años del pontificado. No responden a una estrategia oportunista ni a la necesidad de ajustarse a los nuevos tiempos. Más bien, parten de la convicción de que hombres y mujeres tienen visiones complementarias del mundo, de la Iglesia y de las personas. Al unir ambas perspectivas, se logra una comprensión más amplia y profunda de la realidad.

De tal manera que, cuando un problema se estudia solo entre varones, estos llegan a ciertas conclusiones; pero si se incorpora la visión de una mujer, el resultado es más amplio y puede ser más certero. De ahí que este cambio no responda a una cuestión de cuotas o corrientes ideológicas, sino al bien de la Iglesia: un buen gobierno requiere contar con las personas adecuadas, y esto implica incluir a las mujeres.

Si en los primeros años del papa Francisco muchas mujeres tuvieron la esperanza de un cambio profundo en la estructura eclesial que les permitiera trabajar de modo activo por la Iglesia, en estos últimos años esa ilusión se ha tornado en gratitud. No cabe duda de que ha sido solo el inicio de un nuevo modo de gobernar, pero ya ha roto muchas barreras y ha demostrado su eficacia. A veces, la historia necesita personas con ideas claras y firmes, dispuestas a iniciar nuevos y mejores caminos.