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Portada del libro de Hugo Alconada ‘Topos. La historia real de los espías rusos que tomaron Buenos Aires como base de operaciones’ (Buenos Aires: Planeta, 2025), digital
Hugo Alconada Mon, periodista de investigación argentino, explora en ‘Topos’ la historia real de una pareja de espías rusos que, haciéndose pasar por una familia común, convirtieron Buenos Aires en su base de operaciones al servicio del Kremlin.
A través de entrevistas y documentos secretos el autor busca reconstruir la trayectoria de estos espías y desvelar las aspiraciones que en la capital argentina tenían los servidores del SVR, el servicio de espionaje y recopilación de inteligencia de Rusia en el extranjero. Alconada ya publicó en su día diversas informaciones en el diario ‘La Nación’; luego pudo ahondar y descubrir nuevos aspectos de la trama. Detalles sobre la pareja, instalada en Argentina en 2012 y más adelante trasladada a Eslovenia, comenzaron a emerger cuando ambos fueron detenidos en Liubliana en 2022. Aunque los medios se hicieron amplio eco de esta historia cuando el matrimonio fue entregado a Moscú en agosto de 2024, acompañado de sus hijos, de nacionalidad argentina, sin saber ruso y desconocedores de la verdadera identidad de sus padres, Alconada se ha mantenido como el mayor experto de este episodio, como lo demuestra su libro.
La investigación detalla cómo Anna Dultseva y Artem Dultsev, conocidos en Argentina como María Rosa Mayer Muñoz y Ludwig Gisch, construyeron una fachada que más adelante les permitiría cumplir sus deberes de espionaje en Europa.
Escoger a Argentina como núcleo central para el desarrollo de sus nuevas identidades fue sin duda una decisión bien calculada. La mujer tenía un gran interés por acercarse a personas relacionadas con el sector del petróleo y el gas, sobre todo las vinculadas al fracking. Esto muestra una focalización de la Federación Rusa en los asuntos energéticos y su desarrollo en Sudamérica, específicamente en Argentina.
Una segunda explicación de que de los Gisch/Dultsev eligieran Argentina como puente entre Rusia y Europa, donde luego se trasladaron una vez consolidada su identidad falsa, fue el propósito de desarrollar contactos en la Triple Frontera, el área en la que confluyen los límites de Argentina, Brasil y Paraguay, donde existen actividades de contrabando, lavado de dinero y presencia de elementos del extremismo islámico. Como ha afirmado Alconada en alguna ocasión, la Triple Frontera constituye un “foco de interés y preocupación para múltiples países” como Estados Unidos o Israel. Una de las actividades ilícitas que tienen lugar en la zona es la falsificación de documentos. Alconada concluye Rusia busca su presencia en la zona para la adquisición de documentos e identidades falsas para su cuerpo de espías alrededor del mundo.
En cuanto a su traslado a Eslovenia, cabe suponer el interés por un territorio históricamente bajo la supervisión de Moscú debido a su proximidad a Ucrania, su posición como miembro de la Unión Europea y de la OTAN y sede de la Agencia de Cooperación de los Reguladores de la Energía (ACER) de la UE. La meta inicial siempre fue que Artem y Anna regresen al viejo continente para realizar allí su principal cometido.
En Liubliana, Sophie y Daniel Gisch, hijos del matrimonio, fueron instrumentalizados por sus padres para acercarse a personas relevantes del campo energético. El autor sugiere que el padre de uno de los compañeros de clase de los niños era el presidente de ACER. Esto es un indicador de que la misión de los falsos argentinos se centraba en cuestiones energéticas, área de vital importancia en las relaciones entre Rusia y numerosos países del centro y este de Europa.
Este caso demuestra que las fronteras internacionales son porosas y que ni los estados más poderosos consiguen debidamente proteger su territorio de agentes externos y enemigos. Que la pareja haya transitado entre Europa y América bajo identidades diferentes es una demostración de esto. También enseña que la cooperación y el diálogo internacional entre estados y agencias de inteligencia es imprescindible para llegar a resultados positivos.
Finalmente, este caso revela la absoluta devoción de los espías a los intereses del Kremlin. Tanto ellos como sus hijos fueron instrumentalizados como piezas de una estrategia geopolítica más amplia, llegando incluso a ser moneda de cambio en el mayor intercambio de espías y prisioneros desde la Guerra Fría. Los cuatro miembros de la familia Gisch/Dultsev llegaron a Moscú junto con otros seis espías rusos que había sido detenidos en varios países (entre ellos el periodista español Pablo González Yagüe), intercambiados por 16 personas encarceladas en Rusia y Bielorrusia. Fueron recibidos por el presidente de Rusia, Vladimir Putin, al pie de la escalerilla del avión.
Aunque el relato de la vida de los espías rusos en Argentina parece propio de una novela de espionaje, su fuerza radica en que se trata de hechos completamente reales. Los topos, como los espías, operan ocultos, invisibles para los ciudadanos comunes, hasta que un día salen a la luz. El interés de Rusia por Latinoamérica también se ha puesto de manifiesto con casos semejantes descubiertos recientemente con Brasil como campo de operaciones.