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CURSOS DE VERANO

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En el tercer centenario de la
Capilla de San Fermín (1717•2017)
IDENTIDAD, ARTE Y DEVOCIÓN

13 de septiembre de 2017

Protocolo y ceremonial en torno a San Fermín
D. Alejandro Aranda Ruiz. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
 

  1. San Fermín como hito festivo e imagen de la ciudad de Pamplona  

San Fermín fue el centro en torno al cual se desarrollaron en el Antiguo Régimen las principales celebraciones públicas en Pamplona. Incluso a día de hoy, las fiestas de San Fermín constituyen el gran hito festivo de la capital navarra. En el pasado este hecho era aún más llamativo puesto que la fiesta de San Fermín era una más entre las muchas festividades y ceremonias promovidas por las diferentes instituciones urbanas a lo largo del año.

Además del peso significativo que San Fermín tenía entre todos los acontecimientos festivos y ceremoniales ordinarios de la Ciudad, cabe reseñar la especial vinculación que esta fiesta tuvo con el Ayuntamiento pamplonés. De hecho, hasta 1656 el Regimiento fue la única institución que celebró de manera oficial a San Fermín, dejando de lado evidentemente al Cabildo Catedral, en cuyos libros litúrgicos más antiguos, como los breviarios de 1332, 1349-54 y 1383, ya aparece el oficio del santo. Son varias las razones que están detrás del protagonismo de la fiesta de San Fermín y de su estrecha vinculación con el Regimiento pamplonés.

La Edad Moderna fue el momento en el que se desarrolló y consolidó la figura de San Fermín no solo como patrón de Navarra sino también imagen de la Ciudad de Pamplona. Aunque las primeras noticias existentes de San Fermín se remonten al siglo IX y su culto en Navarra se documente al menos desde el siglo XII, el verdadero crecimiento y consolidación de la devoción al santo y su fiesta no se produjo hasta la Edad Moderna. Y es que en San Fermín se daban cita todos aquellos rasgos apreciados por la sociedad de los siglos XVI y XVII: santo de los primeros siglos de la Iglesia, cuando no de época apostólica, y santo local y de noble cuna. Además, era obispo y mártir, dos condiciones especialmente significativas en plena Contrarreforma.

Asimismo, fue en los siglos modernos, en especial en el XVII y el XVIII, cuando se llevó a cabo la construcción de la historia e identidad del Reino y de su capital. En el siglo XVII se redactaron los Anales del Reino de Navarra por el jesuita Moret cuya portada se decora con las imágenes de San Fermín y San Francisco Javier y cuyas páginas recogen prolijos párrafos dedicados a la vida del primer obispo de Pamplona. San Fermín se convierte en argumento para demostrar y recalcar la primacía y antigüedad de Pamplona sobre las demás ciudades de Navarra e incluso de España. En el Antiguo Régimen el prestigio de una ciudad se medía en parámetros de religión y antigüedad. De este modo, con San Fermín Pamplona demostraba que era antigua y de las primeras ciudades de la Monarquía Hispánica en convertirse a la fe.
 

  1. Protocolo y ceremonial para una fiesta, un patrono y una ciudad: los “invariantes castizos” de la fiesta

Es por todo esto por lo que el Ayuntamiento era el gran protagonista de la fiesta de San Fermín junto con el patrono. Por cuestiones de tiempo, de las tres conmemoraciones con las que anualmente fue honrado San Fermín en Pamplona a lo largo de la Edad Moderna (invención de las reliquias, en torno al 13 de enero; entrada de San Fermín en Amiens, el 10 de octubre y desde 1590 el 7 de julio;  martirio de San Fermín, el 25 de septiembre) la fiesta de la que se tratará en esta ponencia será la del 7 de julio.

Muchos autores han hablado de esta fiesta y aportado numerosos datos y curiosidades. Nombres como Núñez de Cepeda, Arazuri, Martinena, Valentín Redín, Jesús Arraiza o Fermín Garralda aparecen vinculados a cuestiones relacionadas con Pamplona, su protocolo y sus fiestas y constituyen un punto de partida ineludible para todo aquel interesado en este tema. Asimismo, la documentación del Archivo Municipal como el ceremonial de la Ciudad del siglo XVIII o los libros de actas municipales aportan algunas claves de cómo era la fiesta de San Fermín y el protocolo y ceremonial vinculado a ella en los siglos XVI, XVII y XVIII.

La fiesta, como perteneciente a la categoría de las principales solemnidades, contaba con primeras vísperas la tarde del 6 de julio y celebración de octava ocho días después. Sin embargo, el momento más interesante desde el punto de vista ceremonial lo constituían los actos de la mañana del 7 de julio.

Estos actos del día de San Fermín fueron desarrollándose y consolidándose con el paso de los años. Esto nos permite hablar, tomando prestado el término de Chueca Goitia, de “invariantes castizos” de la fiesta, pues son los elementos que definen y caracterizan a la fiesta y procesión de San Fermín. De hecho, casi la totalidad de estos “ingredientes” festivos han llegado hasta nuestros días, si bien algunos de ellos con los cambios propios del paso del tiempo. Entre estos invariantes destacan el horario de la fiesta, el carácter estacional de la procesión, el recorrido procesional, la presencia de estímulos sonoros y visuales como la pólvora, la música, los gigantes, las danzas, las campanas y el ornato o la presencia autoridades civiles y eclesiásticas.

Respecto a la hora, en el programa de fiestas de estos Sanfermines pasados es posible comprobar que la hora señalada para la procesión es la de las diez de la mañana. Sin embargo, esto no fue siempre así. En el siglo XVII se comprueba que el horario no era fijo, aunque casi todos los años los regidores solían congregarse en el Ayuntamiento entre diez y once de la mañana. Las tardanzas del Ayuntamiento debían ser proverbiales provocando que, avanzado el siglo XVIII, se acabase estableciendo como fija la hora de las diez.

Otro elemento propio del día de San Fermín es el carácter estacional de la procesión que explica que el 7 de julio se estructure en tres grandes movimientos: traslado de la catedral a San Lorenzo, procesión y misa de San Fermín y retorno de San Lorenzo a la catedral. Estas ceremonias, que ya aparecen documentadas en 1527,  no acabarían fijándose hasta 1626.

El tercer invariante es el recorrido procesional que se mantuvo prácticamente inmutable a lo largo del tiempo siendo casi el mismo que en la actualidad.

Por otro lado, elementos imprescindibles de cualquier fiesta son los aspectos sonoros y visuales. La pólvora fue un elemento recurrente en la fiesta de San Fermín, aunque hoy haya desaparecido. El disparo de salvas de honor o la quema de fuegos a lo largo del recorrido de la procesión debió ser habitual. Junto a la pólvora, la música también jugaba un papel relevante. En la actualidad el sonido de las jotas, rondallas y banda de música es el fondo sonoro predominante de la procesión, pero esto es muy reciente. Hasta hace no tantos años, la sonoridad de la procesión la protagonizaban las antífonas relacionadas con el martirio. Asimismo, desde 1761 la procesión concluía con una antífona, unos versos y la oración del santo, que hasta 2015, fue la oración tradicional, atribuida al papa Benedicto XIV,  Deus qui per fidei praeconium.

A la música se sumaban los gigantes, que desde el siglo XVII, alcanzaron un protagonismo creciente, las danzas y las campanas. A ello se añadía el ornato que con motivo de la fiesta invadía todos los espacios en los que ésta tenía lugar: la Casa Consistorial, la capilla de San Fermín y el recorrido procesional. Los participantes de la fiesta también se engalanaban con el objetivo proyectar a la ciudad su autoridad y posición. Es de esperar que, junto a los hábitos corales de los capitulares pamploneses, la presidencia eclesiástica del Cabildo vistiese los mejores ornamentos encarnados de la catedral que desde 1786 consistieron en el rico terno bordado por el aragonés Francisco Linzuáin. Por su parte, los regidores vestían sus trajes de golilla completados con la venera, la cadena, el cordoncillo y la joya. Además de los trajes, los regidores se acompañaban de los clarines y timbales adornados con ricos paños bordados y las tres mazas de plata. La presencia del abanderado con el estandarte de la ciudad también remarcaba la solemnidad especial de este día, pues de las muchas ocasiones en las que el Ayuntamiento salía a la calle en Cuerpo de Ciudad, solo en las procesiones de Corpus y San Fermín era utilizado.

Por último, se puede mencionar como invariante castizo de la fiesta la presencia de diferentes autoridades junto a la Ciudad y al Cabildo. Los gremios empezaron a participar con sus estandartes en la procesión por decisión municipal en 1632. La asistencia de los representantes de los oficios de la ciudad subraya el carácter de la procesión de San Fermín como expresión ceremonial de la ciudad barroca. Con ellos todos los estamentos sociales se daban cita en torno al santo patrón: el clero por medio de sus canónigos, parroquias y comunidades religiosas, las autoridades políticas con el Ayuntamiento y el pueblo a través de sus gremios y cofradías. A pesar de su escasa concurrencia, la asistencia de virreyes y obispos a esta celebración también se dio a lo largo de la Edad Moderna empleando con ellos un complejo ceremonial que en ocasiones despertaba los recelos de la institución municipal. Por el contrario, la presencia de los Tribunales Reales y de la Diputación o las Cortes no se constata lo cual refuerza la idea de San Fermín como santo de la ciudad de Pamplona y de su Ayuntamiento.
 

  1. Conclusión

La fiesta de San Fermín acabó consolidándose como la principal celebración anual no solo del Ayuntamiento pamplonés, sino también de toda la ciudad de Pamplona. La fiesta del patrón de Navarra y el protocolo y el ceremonial asociado a ella son un reflejo de cómo se veía Pamplona a sí misma, de cómo la veían sus élites y de cuál era la imagen que querían proyectar. Una fiesta formada por una serie de elementos fraguados con el tiempo, algunos de los cuales permanecen a pesar del paso de los siglos. De hecho, la fiesta se ha conservado en gran parte tal y como la celebraron nuestros abuelos (horarios, personajes, trajes). La mañana del 7 de julio se abre para los ojos del siglo XXI como si de una pequeña ventana al pasado se tratase. Sin embargo, los rápidos y vertiginosos cambios de la sociedad de la globalización y la tecnología hacen de la actualidad un contexto muy diferente al de los siglos del Antiguo Régimen. Una secularización rampante y la desaparición, transformación y aparición de múltiples y diversas identidades que poco o nada tienen que ver con las del pasado son algunos de los cambios más evidentes. Es en ese nuevo contexto en el que se plantea el futuro y sentido de la fiesta.  

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En el tercer centenario de la Capilla de San Fermín (1717•2017) IDENTIDAD, ARTE Y DEVOCIÓN

PROGRAMA


Martes, 12 de septiembre 
La construcción barroca de la capilla
José Luis Molins Mugueta. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro

La imagen pamplonesa multiplicada y otras representaciones de San Fermín en Navarra
Ricardo Fernández Gracia. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro

Miércoles, 13 de septiembre
La reforma académica de la capilla
José Luis Molins Mugueta. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro

Protocolo y ceremonial en torno a San Fermín
Alejandro Aranda Ruiz. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro

Jueves, 14 de septiembre
El tesoro de San Fermín: piezas de liturgia y devoción
Ignacio Miguéliz Valcarlos. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro

El culto a San Fermín en los fondos y colecciones gráficas del Archivo Municipal de Pamplona
Ana Hueso Pérez. Archivo Municipal de Pamplona