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24 de agosto

Ciclo de conferencias
CUATRO MIRADAS SOBRE EL PATRIMONIO CULTURAL DE TUDELA

Sirviendo a la patria chica: cuatro personajes en la Edad Moderna

D. Esteban Orta Rubio
Catedrático jubilado de instituto

 

Entre los personajes ilustres que pueblan la historia de Tudela durante la Edad Moderna,  algunos consiguieron honra y reconocimiento, pero otros, a pesar de haber engrandecido el patrimonio cultural de su patria chica,   cayeron en el olvido.  Es el caso de dos hombres y dos mujeres cuya trayectoria vital transcurre entre dos fechas clave: 1598, muerte de Felipe II, y 1814 con el final de la Guerra de la Independencia e inicio del reinado de Fernando VII.


Luis de Mur y Navarro (1598-1650)
Injustamente olvidado a pesar de su personalidad polifacética que abarcó tanto la vida política como la vertiente literaria. Su nombre no aparece en la Historia de la Literatura Navarra ni tampoco tiene una entrada en la Gran Enciclopedia Navarra. Sólo, Javier Velaza, Un humanista del siglo XVII en Navarra: Luis de Mur, y Esteban Orta, Luis de Mur. Jurista, escritor y político, se han acercado al personaje. 

Perteneciente a linajudas familias tudelanas, estudió Derecho en la universidad de Huesca y ejerció la abogacía con éxito. Primero en Tudela como letrado del Ayuntamiento y del Cabildo. Posteriormente,   como jurista  de las Cortes de Navarra hasta ascender a puestos  del Consejo del Reino y alcalde en la Corte Mayor de Navarra. Tampoco hay que olvidar la variante política pues acudió  a las Cortes de Navarra, representando  a la ciudad de Tudela. Pero quizás la faceta que le dio más prestigio en su tiempo fueron las legacías como interlocutor entre Navarra y el poder central durante los convulsos años de la crisis de 1640. Las cartas en que cuenta sus viajes y entrevistas con Olivares y Felipe IV aportan datos  interesantes.

Por otra parte, su obra literaria como escritor, poeta  y ensayista,  es amplia. Destacan dos libros Triunfos de la esclavitud, virtudes de Moysen y dureza de Faraón (1640) y Tiberio, ilustrado con morales y políticos discursos (1645). Ambas obras se inscriben en el género del ensayo político, muy en boga en la época. Toma como base la vida de  personajes  de la Antigüedad,  y censura o alaba su comportamiento, con veladas alusiones a la vida política del momento. Para el profesor Velaza es “sin duda el pensador político del siglo XVII de mayores vuelos en la región y cala indispensable entre los tacitistas hispánicos”.


Lám. 1. Luis de Mur, Tiberio, ilustrado con morales y políticos discursos

Lám. 1. Luis de Mur, Tiberio, ilustrado con morales y políticos discursos
 

Alejado de la vida política por problemas de salud, murió  en Pamplona, en otoño de 1650. Fue  enterrado en la iglesia de los dominicos de Tudela, donde  los Mur poseían  capilla funeraria.   


Isabel  Virto y Luna (1663 – 1750)
Mujer especial que supo moverse durante décadas en un  ámbito mayoritariamente  masculino, como empresaria y dueña de una importante ganadería taurina. En palabras del historiador de toros en Navarra, Ramón  I. Villanueva: “Ha pasado a la historia de la ganadería brava como la más importante de las ganaderas navarras del siglo XVIII.”

Nació en Corella en 1663  en el seno de influyentes familias. Se casó muy joven con Jerónimo de Aibar y,  tras enviudar,   volvió a contraer matrimonio  en 1695 con Antonio Lecumberri, tudelano,  dueño de una importante ganadería de reses bravas, cuya casa con portón y escudo se mantiene todavía en la calle Serralta.  No duró mucho tiempo el matrimonio pues  Lecumberri  murió en 1709, dejándola viuda y con  bastantes hijos, algunos de corta edad. Isabel Virto -contaba ya  45 años- tuvo que  afrontar  familia y negocios, siendo la mujer fuerte de que habla la biblia. Durante casi cuarenta años permaneció al frente  del negocio taurino  que pasó por fases comprometidas (como la Guerra de Sucesión) y otras de gran bonanza. Los toros de la Viuda de Lecumberri -así se denominaba la ganadería-  eran muy demandados en plazas de Navarra y el País Vasco: Tudela, Estella, Pamplona, Bilbao, Guipúzcoa, llegando incluso a Madrid. La muerte en 1734 de su hijo  Pedro Lecumberri Virto, fue un duro golpe pero se rehízo y continuó hasta los 83 años  en que hizo donación de la ganadería  a sus nietos. Murió  en 1750 a edad muy avanzada para la época; tanto que la partida de defunción señala “De edad de 96 años, poco más o menos”, aunque realmente tenía  87.

Una nieta suya vendió la ganadería a Francisco Javier Guenduláin y posteriormente, ya en el siglo XIX,   pasó a Nazario Carriquiri.


María  Ignacia  Sartolo Colmenares (1706 – 1766)
Monja  tudelana dedicada a la educación de las niñas y fundadora del colegio de la Enseñanza en la ciudad de México. Su rama paterna, los Sartolo, procedían de Francia. Asentados en Tudela, basaban su poder en el comercio y ganadería. Los Colmenares, de Pamplona, ejercían de abogados y notarios.

Ingresó muy joven en el convento de la Enseñanza de Tudela, fundado poco tiempo atrás,  en el que alcanzó cargos  de importancia y donde entabló conocimiento con  sor María Ignacia Azlor, rica criolla mejicana, que dedicó sus energías y amplio patrimonio a fundar un nuevo convento en la ciudad de México.  Vencidas muchas dificultades,  la expedición de once religiosas salió  de Tudela en octubre de 1752, entre ellas se encontraban María Ignacia Azlor y María Ignacia Sartolo. Esta última, que contaba ya 46 años, fue nombrada superiora de la pequeña comunidad que tras  larguísimo viaje llegó  a la capital mejicana en agosto de 1753. Sin apenas descanso prosiguieron su objetivo y en noviembre del siguiente año se inauguraba el colegio destinado “a niñas criollas e indias, legítimas e ilegítimas, ricas y pobres, de todo color y raza.”  Pilar Foz destaca  que esta fue la primera escuela para niñas,  pública  y gratuita,  que se fundó en México;  un hecho sin precedentes.

La M. María Ignacia Sartolo fue el alma del proyecto y la primera superiora. Tras años de dura labor educativa, falleció en 1766, sin haber cumplido  los sesenta.  No tardó mucho en acompañarla su gran compañera María Ignacia Azlor, pues  murió un año después, en abril de 1767.


Lám. 2. Iglesia del Colegio de la Enseñanza. México D. F.

Lám. 2. Iglesia del Colegio de la Enseñanza. México D. F.
 

Juan Antonio Fernández  (1752-1814)
Paleógrafo, archivero, arqueólogo e historiador. Su obra, muy amplia y  que aún permanece inédita,  ha tenido gran influencia entre  cuantos han investigado la historia de Tudela. Nació en 1752 en la plazuela de San Nicolás donde su padre regentaba una librería y quizás el contacto con los libros le aficionó a los documentos antiguos hasta convertirse, muy tempranamente, en especialista en leer, ordenar y clasificar archivos tanto eclesiásticos como nobiliarios.   


Lám. 3. Juan Antonio Fernández

Lám. 3. Juan Antonio Fernández
 

Comenzó con quince años cuando el ayuntamiento le encomendó poner en orden el archivo del recién suprimido  convento de jesuitas. Le siguieron los archivos de la nobleza local, singularmente el del Marqués de San Adrián y acabó  como archivero de  la nueva diócesis de Tudela. Su fama se extendió fuera de Navarra y pronto le llegó  una oferta tentadora,  ordenar el archivo de la Orden de Santiago, situado en Uclés (Cuenca). Allí permaneció cuatro años (1789-1793) en los que también aprovechó para excavar  y dibujar los restos de la antigua Segóbriga. Su admirable labor le reportó el título de Archivero General de la Orden de Santiago. Vuelto a Tudela, le  encargaron  un nuevo reto: ordenar y catalogar el Archivo General de la Orden de San Juan de Jerusalén (Zaragoza). Una dura labor en la que invirtió muchos años  y en la que se hallaba cuando  en enero de 1808 recibió la noticia del su nombramiento como Archivero de la Primera Secretaría de Estado, en Madrid.  Quizás este honor le llegaba demasiado tarde. Además la Guerra de la Independencia, le obligó a refugiarse en Tudela, donde pasó los últimos años dedicado al servicio de su ciudad natal. Formó parte  desde 1813 del primer ayuntamiento constitucional, del que era secretario un joven Yanguas y Miranda.

Juan Antonio Fernández, autor de numerosos trabajos de investigación,  fue miembro de la Real Academia de la Historia y mantuvo contacto epistolar con importantes personajes de la época. Murió en junio de 1814, a poco de acabar la guerra, cuando Fernando VII iniciaba su nefasto reinado.