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Fallece el catedrático Luis Borobio

Fue profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Navarra

07/01/05 17:30

El 2 de enero falleció en Pamplona el arquitecto Luis Borobio Navarro, catedrático de Estética y profesor honorario de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Navarra. Era también persona conocida en el ambiente artístico, debido a su afición a la pintura; miembro del colectivo GARDENA, participó asiduamente en sus exposiciones colectivas. Murió cristianamente a los 80 años de edad, tras una larga enfermedad que había ido mermando poco a poco sus energías físicas.

Nacido en Zaragoza en 1924, llegó a Pamplona en 1968, después de trabajar durante 15 años en Colombia. Desarrolló allí una intensa actividad como intelectual y artista y como profesor de la Universidad Nacional de Colombia, en Bogotá, y de la Universidad Bolivariana de Medellín.

Había estudiado la carrera en Madrid, donde conoció el Opus Dei y a su fundador, San Josemaría Escrivá de Balaguer. En 1944 se incorporó a la Obra como numerario. Estuvo luego un año en Roma, donde amplió estudios tras titularse como arquitecto en 1950.

Una vez aquí, dio clase en la Escuela hasta la fecha de su jubilación, con excepción de tres cursos en que impartió su docencia en la Universidad de Sevilla, al ganar su oposición de cátedra. Dispuesto siempre a estar donde hiciera falta, impartió asignaturas de Proyectos, Estética, Historia del Arte y Dibujo en los diversos momentos de sus casi treinta años de dedicación a la enseñanza en Pamplona.

Diversidad de disciplinas

Figura polifacética, fue a lo largo de toda su vida a la vez ensayista, pintor, caricaturista, poeta, escritor y hasta músico. Escribió diversos libros de estética y teoría del arte, como los titulados El arte y sus tópicos, Razón y corazón de la arquitectura, Historia sencilla del arte o El arte expresión vital. De entre sus exposiciones pictóricas, cabe quizá mencionar la última: bajo el título de Poesía retratada, reunía otras tantas evocaciones interpretativas de treinta de los grandes nombres de la historia de nuestras letras, alusivas a sus actitudes literarias. Desarrolló con profusión y brillantez destacada el arte de la caricatura, en el que era maestro consumado.

Publicó a lo largo de su vida diversos libros de poesía, que dan fe de su extraordinaria pluma y de una intensa afición a la literatura surgida en los ambientes universitarios del Madrid del final de los años 40. Llegó a quedar finalista del premio Planeta con su única novela, titulada Yo y Aníbal, el año 1999. Y mantuvo siempre la afición a componer canciones, a veces para su interpretación por parte de grupos de estudiantes en los festivales de villancicos de la Universidad y de sus colegios mayores. Pero hay que decir que ante todo fue un gran arquitecto y un gran profesor.

En el marco de su amplio espectro de intereses, Luis Borobio fue y quiso ser siempre arquitecto. Nunca se dedicó propiamente a construir, pero tenía un agudo sentido crítico en relación con las exigencias del buen hacer profesional. De hecho, este es el tema de su último libro, que está a punto de publicarse. Se titula Arquitectura y sensatez y recoge su visión de las claves del oficio y de sus múltiples compromisos. Hay que destacar al respecto su permanente inconformismo y su singular ingenio e inventiva, que encuentran sin duda hondas raíces en su aprendizaje de niño junto a su padre y su tío, grandes arquitectos aragoneses e iniciadores de la reconocida y célebre saga familiar.

Y fue siempre un magnífico profesor: toda una institución como tal. Generaciones de estudiantes recuerdan su magisterio brillante, entregado, pedagógico y caluroso. Su enorme vocación didáctica fue en todo momento de la mano de su excepcional clarividencia y capacidad analítica. Hacía sencillo lo más complejo y enseñaba a sus alumnos a digerir los conocimientos y adquirir destrezas insospechadas. Pero hay algo que destaca sobre todo lo demás: su gran sentido del humor y su alegre y generosa humanidad. Ella le hizo ganarse el afecto de muchos discípulos y colegas que asocian su figura a su sonrisa, transmisora de su incansable comprensión, amabilidad y gratitud.

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