20/10/2025
Published in
Diario de Navarra
Gerardo Castillo Ceballo |
Doctor en Pedagogía, profesor emérito de la Universidad de Navarra
Según el Informe Talis 2024 de la OCDE, el 20% de los docentes españoles de Enseñanza Secundaria planea abandonar la profesión debido al estrés laboral. Afecta principalmente a los profesores con más de 45 años. Estos profesores tienen un exceso de nuevas responsabilidades y sobrecarga de trabajo. Les falta tiempo para realizar el incremento de tareas que las sucesivas reformas educativas les van asignando, sin que vayan acompañadas de la formación profesional correspondiente. Como consecuencia, sufren un agotamiento físico, mental y emocional causado por un estrés crónico, ligado a una desmotivación por la docencia. :contentReference[oaicite:0]{index=0}
Esa situación tan agobiante se denominó inicialmente surmenage. Más adelante fue conocida como burnout: el síndrome del trabajador “quemado”.
En el proceso de desarrollo del síndrome, el profesor inicialmente se desconcierta y frustra, al encontrarse con que sus expectativas no se cumplen. Luego suele autoinculparse, creyendo que el problema es él mismo. Un profesor sobrecargado de trabajo que tiene que enseñar a adolescentes desmotivados e indisciplinados está en tensión permanente. J. M. Esteve, en “El malestar docente”, afirma que lo que más perturba a ese profesor es verse obligado a hacer mal su trabajo.
¿Cómo se genera el profesor “quemado”? Por la confluencia de cinco posibles causas:
- Causas relacionadas con el comportamiento de los alumnos: indisciplina, falta de respeto al profesor y desatención en las clases.
- Causas de tipo social: escaso reconocimiento social de la figura y del trabajo del profesor.
- Dificultad para adaptarse a las nuevas tecnologías.
- Profesores privados de autoridad, que ya no cuentan con el respaldo de las familias.
- Altas ratios en las aulas: la reducción de unidades educativas públicas ha incrementado el número de alumnos por clase, dificultando la atención personalizada.
El desgaste mental, emocional y físico afecta profundamente a los docentes, manifestándose en síntomas de ansiedad, depresión y fatiga crónica. Este deterioro no solo perjudica su salud personal, sino que también compromete su capacidad para enseñar con eficacia. Es urgente implementar medidas que protejan a los docentes. Algunas propuestas:
- Reducción de ratios: menos estudiantes por aula para mejorar la atención educativa.
- Disminución de la burocracia: simplificar las tareas administrativas del profesor para priorizar la labor pedagógica.
- Refuerzo de plantillas: incorporar más docentes para equilibrar la carga laboral.
- Apoyo emocional: establecer programas específicos de atención psicológica para prevenir el desgaste.
- Reconocimiento social y económico: valorar adecuadamente la importancia del profesorado en la sociedad.
El bienestar docente es esencial para garantizar una educación de calidad. Por eso, cuidar a nuestros docentes es una responsabilidad de todos, pero especialmente de las familias. Los hijos suelen mejorar significativamente en su rendimiento académico y en su comportamiento cuando existe colaboración y apoyo de sus padres con los profesores. Esa actitud, a su vez, es una fuente de motivación para los docentes.