07/10/2025
Published in
Diario de Navarra
Mª Josefa Tarifa Castilla |
Universidad de Zaragoza
Diario de Navarra, en colaboración con la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro de la Universidad de Navarra, aborda, mensualmente, de la mano de especialistas de diversas universidades e instituciones, una serie sobre artistas navarros
Juan de Garaicoechea y Oiz fue uno de los artistas más sobresalientes en el panorama arquitectónico navarro del último tercio del siglo XVI y comienzos del XVII. En el desempeño de su trayectoria profesional actuó como maestro cantero al frente de numerosas empresas edilicias, que compaginó con su faceta de tracista, realizando algunos de los proyectos de abovedamiento más vanguardistas en el territorio foral a fines del Quinientos.
El desempeño del oficio: del aprendizaje práctico a la dirección de obra
A día de hoy es poco lo que se conoce de la biografía personal de Juan de Garaicoechea. Su trayectoria edilicia nos permite identificarlo como uno de los prolíficos canteros oriundos del valle del Baztán, expertos en la labra de la piedra, que se agrupaban en cuadrillas itinerantes, formadas por el maestro, oficiales y aprendices, donde se realizaba una enseñanza práctica del oficio. Grupos en los que era habitual encontrar diversos miembros pertenecientes a una misma familia, ya que normalmente el trabajo pasaba de padres a hijos, o de tíos a sobrinos, imperando de este modo la endogamia profesional, que también podemos aplicar a Garaicoechea, perteneciente al linaje de los Oiz, oriundos de Gartzain.
Las primeras noticias localizadas hasta el momento de Garaicoechea pertenecen ya a su periodo de maestro cantero, que ejerce contratando la dirección y ejecución de construcciones, principalmente de carácter religioso. Entre ellas mencionamos sus intervenciones en las iglesias de San Martín de Berroeta (1583), Santa Cruz de Elbete (1588), San Gil de Eugui (1590) y San Esteban de Zubiri.
En agosto de 1591, cuando estaba avecindado en Elizondo, contrató la ampliación del crucero y cabecera de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Lerín, de acuerdo la traza proporcionada anteriormente por Amador de Segura, artista con taller en Viana, y el genovés Juan Luis de Musante, maestro mayor de obras reales en Navarra. Un templo en la que materializó uno de los exponentes más genuinos de la arquitectura renacentista en Navarra, cerrando la capilla mayor con una concha avenerada, hoy oculta tras el retablo mayor barroco (fig. 1), a la que antecede un tramo de medio cañón, con casetones y rosetas en su interior, y las capillas laterales adosadas a dicha cabecera mediante cúpulas acasetonadas con puntas de diamante sobre trompas gallonadas (fig. 2). Estas soluciones son excepcionales en el panorama arquitectónico navarro del siglo XVI, y reflejan la asimilación por parte de Garaicoechea de nuevas formas de abovedamiento de inspiración clasicista, difundidas por la teoría arquitectónica del renacimiento italiano, como la cúpula recogida por Palladio en Los cuatro libros de arquitectura (1570) con el dibujo del Panteón de Roma.
Además de contratar la ejecución de distintas fábricas, el buen hacer de Garaicoechea también le llevó a supervisar las edificaciones realizadas por otros colegas de la profesión, con objeto de dictaminar la ejecución de las mismas de acuerdo a lo establecido en el contrato de la obra, emitiendo los correspondientes informes. Así, en julio de 1593, acudió a Ziga, junto con el cantero Juan Martínez de Bulano, como maestros y oficiales en el arte de la cantería y geometría, para supervisar y estimar las obras que Martín y Juan de Urrutia estaban acometiendo en la iglesia de San Lorenzo. Estas labores de inspección le permitieron colaborar con algunos de los artistas más reconocidos del panorama arquitectónico navarro, como los veedores de obras eclesiásticos del obispado de Pamplona, con los que años más tarde volvió a reconocer el avance de las obras en el templo parroquial de Ziga. Primero, en julio de 1597 con Miguel de Altuna, examinando la venera gallonada de la capilla mayor y las dos pechinas aveneradas, a la que antecede un arco acasetonado con rosetas, y la bóveda de terceletes con tres círculos concéntricos alrededor del polo que cierra el espacio del crucero (fig. 3); y, posteriormente, en agosto de 1603 cuando visitó la obra junto a Francisco Palear Fratín.
Las excepcionales cubriciones aveneradas
Al igual que la inmensa mayoría de los maestros de obras y canteros que trabajaron en Navarra a lo largo del siglo XVI, Garaicoechea utilizó soluciones abovedadas nervadas de tradición tardogótica para cerrar la construcción de las iglesias que tuvo a su cargo. Así se advierte en la referida iglesia de Berroeta, tanto en la cabecera, como en los tres tramos de la nave, en los que sobre un esquema de bóveda de terceletes de cinco claves se suman nervios combados cóncavo-convexos, dando lugar a un diseño más complejo.
Sin embargo, este artífice, al igual que sucedió con algunos otros maestros canteros baztaneses, se diferenció de manera significativa del resto por emplear en sus fábricas cerramientos avenerados pétreos, concretamente en el espacio absidal. Es el caso de la iglesia de San Martín de Gartzain (fig. 4), que contrató en 1594, fábrica en las que seguía ocupado en 1601, cuando firmó un nuevo concierto debido al retraso de las obras, las cuáles fueron concluidas en 1611 por Juan de Garaicoechea y Echebarren.
Esta singularidad de cabecera abovedada con concha gallonada pétrea, también la presentan otras iglesias del valle del Baztán, como la referida parroquia de Ziga y la de Lekároz, lo que las hace partícipes de la asimilación de formas renacentistas clasicistas, al utilizar una cubrición vanguardista en el contexto de la arquitectura hispana del Renacimiento. Soluciones que estaban siendo acometidas por canteros que trabajaban en el siglo XVI en los focos más avanzados artísticamente del territorio peninsular, bajo las órdenes de destacados arquitectos como Diego de Siloe, Jerónimo Quijano o Martín de Gainza, entre otros.
La realización de este tipo de abovedamiento exigía un elevado conocimiento en estereotomía, es decir, la técnica necesaria en el corte de las piedras que permite su aplicación en la construcción, como recoge el Libro de traças de cortes de piedras de Alonso de Vandelvira, en una de cuyas hojas explica el modo de acometer esta cubrición de concha avenerada. Para ejecutar este tipo de cubierta, los maestros canteros debían poseer un gran conocimiento del diseño geométrico, ya que era necesario tener la destreza suficiente para desarrollar en un plano horizontal las superficies cónicas, para lo cual se ayudaban de patrones diseñados con un tipo de escuadra denominada baivel, lo que dominaba a la perfección Garaicoechea.
La habilidad de trazar
En el panorama artístico de la Navarra del siglo XVI, únicamente los maestros de la construcción más cualificados tenían la capacidad de diseñar trazas, plasmando en un papel o pergamino la concepción teórica del proyecto arquitectónico. De hecho, la formación en el diseño fue uno de los elementos fundamentales, junto con el conocimiento de la teoría artística, que definió el estatus profesional del artífice del Renacimiento, en este caso del arquitecto, frente al tradicional maestro de cantería y albañilería, considerado como un mero artesano que trabajaba a pie de obra con un adiestramiento práctico, como expresaron Alberti o Diego de Sagredo en sus escritos. Idear la traza, los planos, significaba, por tanto, ejercer este nuevo concepto de maestro proyectista, independientemente de la posterior dirección y ejecución material de la fábrica, que tan sólo podían desempeñar los profesionales más competentes, dotados de una sobresaliente capacidad para realizar a escala las mediciones, los cálculos y los diseños, plasmando en cada muestra la solución más adecuada para el proyecto arquitectónico en cuestión.
Como ejemplo gráfico sobresaliente de las dotes que poseyó Juan de Garaicoechea para la creación artística en el campo del dibujo arquitectónico, exponemos la traza que en 1596 proporcionó, junto con Juan de Aguirre, vecino de Larraga, para la iglesia de Santa María Magdalena de Ablitas (fig. 5), conservada en el Archivo Real y General de Navarra (AGN, Fig_Cartografía_N. 326), proyecto que finalmente no fue llevado a cabo. La propuesta de los canteros dibujada sobre una hoja de papel verjurado con tinta sepia (43x30 cm), que ambos rubricaron, consistía en ampliar el templo existente, de una sola nave con capillas entre contrafuertes, por el espacio de la cabecera mediante la edificación de un nuevo crucero y ábside poligonal. En el caso del crucero delinearon bóvedas de crucería nervadas, formadas por diagonales, terceletes, ligaduras rectas y nervios curvos que forman círculos concéntricos de diferentes tamaños trazados en torno al polo, un tipo de abovedamiento que, por ejemplo, es similar al construido en el crucero y cabecera de la iglesia de San Lorenzo de Ziga, obras que supervisó en 1593 el propio Garaicoechea, y que quizás pudo tomar como modelo. En el caso de la cabecera poligonal de tres lados, frente a las habituales soluciones nervadas empleadas en estas cronologías tan avanzadas del Quinientos en territorio navarro, los maestros apostaron por un abovedamiento más innovador, la venera gallonada, solución que Garaichoecha ya había puesto en práctica en la capilla mayor de la parroquial de Lerín, cuando se puso al frente de la ampliación de este templo en 1591 por el espacio de la cabecera, o en el testero de la parroquia de Gartzain que acometió desde 1594. La planta tiene su continuación en un cuerpo de tres naves, de mayor anchura la central que las laterales, separadas por pilares cruciformes exentos, sin determinar el abovedamiento, con una torre de planta cuadrangular dispuesta a los pies del lateral izquierdo, planteamiento que no se correspondía con la realidad planimétrica del templo existente en Ablitas a fines del siglo XVI, de una sola nave con capillas entre contrafuertes. Por ello los tracistas aprovecharon este espacio para escribir las medidas de la ampliación a realizar por el testero del templo, indicando las mediciones de los soportes, arcos de separación del crucero y las capillas anejas a él.
Esperamos que futuras investigaciones sobre este destacado arquitecto navarro desvelen nuevos datos que permitan completar su biografía en el ámbito personal y profesional.