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Las bacterias del intestino también “hablan” con el cerebro

El catedrático de Microbiología Ignacio López-Goñi, director de la UCC+I de la Universidad de Navarra,explica en Microbiota y salud mental cómo el vínculo entre las bacterias del intestino y el cerebro podría transformar la forma en la que entendemos la salud mental

¿Sabías que tu intestino y tu cerebro están en constante conversación? No se trata de una metáfora: cada vez hay más pruebas científicas de que la microbiota intestinal —ese ecosistema invisible de billones de bacterias— influye en nuestro estado de ánimo y en la aparición de trastornos mentales.

En 2016 un experimento con ratones demostró que trasplantar la microbiota de personas con depresión podía inducir síntomas similares en los animales. Ignacio López-Goñi, catedrático de Microbiología y director de la Unidad de Cultura Científica y de la Innovación de la Universidad de Navarra (UCC+I UNAV) lo analiza en detalle en su nuevo libro Microbiota y salud mental. La conexión entre las bacterias del intestino y el cerebro.

En esta entrevista nos ayuda a comprender hasta qué punto este vínculo (bacterias del intestino-cerebro) podría transformar la forma en la que entendemos la salud mental. Entender cómo este “órgano olvidado” puede condicionar nuestras emociones, podría abrir la puerta a nuevas terapias del futuro.

¿Qué nos dice ese experimento con ratones sobre la relación entre microbiota y depresión?

En un estudio de 2016, ratones libres de microbiota recibieron trasplantes de microbiota de personas con depresión y empezaron a mostrar síntomas similares: ansiedad y pérdida de interés. Es como si fuéramos capaces de trasplantar la depresión solo trasplantando microbios intestinales.

Otros experimentos han demostrado que el tratamiento crónico con antibióticos de amplio espectro en ratones disminuye la riqueza y diversidad microbiana y genera ansiedad y conductas depresivas, que se revierten al restaurar la microbiota.

Estos ejemplos muestran que existe una correlación entre la ansiedad, el estrés y la depresión y la microbiota intestinal, lo que conocemos como el eje intestino-microbiota-cerebro.

¿Qué evidencias existen ya en humanos: correlaciones o causalidad?

Sabemos que una disbiosis (una alteración en el número y diversidad de la microbiota) se correlaciona con más de 300 enfermedades, desde enfermedades metabólicas y nutricionales como la obesidad, la diabetes, trastornos intestinales crónicos, alergias y enfermedades autoinmunes e inflamatorias hasta enfermedades neuronales como la depresión, el autismo, el alzhéimer o el párkinson. La gran incógnita es que en la mayoría de los casos no sabemos si son causa o consecuencia: ¿es la disbiosis la que causa la enfermedad o es la enfermedad la que genera la disbiosis? 

¿Qué papel juegan la dieta y el estilo de vida en el estado de nuestra microbiota?

Modificar de forma concreta y dirigida la microbiota de un adulto es más difícil de lo que pensábamos, pero la forma más eficaz es la alimentación. Lo que comemos, y cómo lo comemos, influye directamente en la composición y diversidad de nuestra microbiota.

Se ha demostrado que una dieta de estilo occidental, rica en alimentos ultraprocesados, grasas y azúcares, reduce la diversidad bacteriana e incrementa bacterias pro-inflamatorias, aumentando el riesgo de ansiedad y depresión.

Por el contrario, una dieta rica en fibra, probióticos y polifenoles (lo que da el color a la fruta) aumenta la abundancia de Bifidobacterium y Lactobacillus, reduce Escherichia coli y otras bacterias proinflamatorias. Esto favorece la producción de ácidos grasos de cadena corta y disminuye la inflamación. Es la base de una dieta mediterránea que se ha demostrado también que reduce la ansiedad y la depresión.

Por eso, lo mejor para tener una microbiota rica y diversa, que es sinónimo de una microbiota sana, es una dieta rica en fibra de frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, que aumenta producción de butirato, los polifenoles de las frutas y aceite de oliva, que favorecen a las bacterias beneficiosas y probióticos naturales de alimentos fermentados que aportan nuevos microorganismos. Eso unido a una reducción de alimentos ultraprocesados, azúcares, exceso de sal y grasas saturadas que alteran la microbiota y promueven inflamación.

En definitiva, la dieta mediterránea destaca como la más beneficiosa para la microbiota y el cerebro. Pero no solo influye el tipo de alimento sino el cómo se cocine. El mismo alimento hervido o frito tiene distinto efecto sobre nuestra microbiota. La dieta mediterránea es un estilo de vida. 

¿Podemos mejorar la salud mental tomando probióticos o cambiando la alimentación?

Si fuera tan fácil, todos seríamos felices. Tomar un yogurt no te va a quitar la depresión. La salud mental depende de muchos factores: genéticos, ambientales, experiencias de la vida, el azar… y la microbiota.

Un alimentación saludable que favorezca una microbiota numerosa y diversa debería ser una parte de un estilo de vida saludable que combine, alimentación, ejercicio, menos estrés y nada de tóxicos (tabaco, alcohol…).

¿Qué riesgos hay en la moda de vender productos “para la microbiota”?

Probióticos, prebióticos, postbióticos, simbióticos, psicobióticos… todo un mundo de productos para mejorar nuestra microbiota. Hay cientos, miles de estudios, algunos que se contradicen.

En este momento, ¿cuál es la conclusión? Los resultados SUGIEREN que estos productos QUIZÁ PODRÍAN tener ALGÚN efecto en ALGUNAS personas. El que funcionen o no depende del tipo de productos y de tu propia microbiota.

De momento, solo hay evidencia clínica de que los probióticos son beneficiosos en el acortamiento de la diarrea infecciosa en niños, en la enterocolitis necrotizante y en la diarrea después de un tratamiento fuerte con antibióticos.

¿Imagina una psiquiatría del futuro personalizada según las bacterias de cada paciente?

Hoy en día parece que todo tiene relación con la microbiota, y podríamos pensar que estamos en la edad de oro de la microbiota, pero en realidad estamos en la edad de piedra.

Necesitamos todavía muchos más ensayos clínicos con protocolos bien definidos y consensuados, con un mayor número de pacientes; y necesitamos acabar de entender cuáles son los mecanismos y moléculas concretas que explican la relación entre la microbiota y nuestra salud.

Será entonces cuando se podrán proponer terapias concretas basadas en la microbiota para determinadas personas y determinadas enfermedades. Dependiendo de tu microbiota, de tu genética y metabolismo y de la enfermedad que tengas, podrán personalizar un cóctel de bacterias, virus, levaduras y prebióticos concretos.

En el futuro, la microbiota será parte de la medicina personalizada.

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