La pieza del mes de agosto de 2025
LA BANDERA DE VILLAFRANCA: EL ORIGEN
Daniel Ochoa Rudi
École Française de Rome
Una de las cosas que más llaman la atención a los visitantes y turistas que acoge la villa de Villafranca es, sin duda, la bandera negra que ondea todos los días del año en el balcón de la imponente casa consistorial de la localidad. Muchos de ellos se preguntan sobre el origen de esta singular enseña, que difiere del resto de estandartes por su lúgubre color.
La bandera de Villafranca tiene forma de corneta; esto quiere decir que se compone de un rectángulo acabado ˗en la parte opuesta al mástil˗ por dos farpas y con una escotadura angular en medio de ellas. Es negra y solo la adorna ˗en anverso y reverso˗ una cruz de formada por una faja y un palo con ocho puntas en oro. Los cuatro lados del estandarte están rematados por flecos y pasamanería dorada. Llama la atención que, al contrario de lo que ocurre en otros municipios circunvecinos y de la Comunidad Foral de Navarra, la bandera de Villafranca no incluye ni el escudo de la localidad ˗˗en campo de plata un águila real timbrada con corona abierta˗, ni una referencia a su santa patrona Eufemia.
Bandera actual de Villafranca presidiendo el salón de plenos municipal. Ayuntamiento de Villafranca
Así pues, el lúgubre color de la enseña y su característica cruz han permitido algunas elucubraciones sobre su posible origen. En los años 70 y 80 del siglo pasado, algunos historiadores locales como M.ª Jesús Lacarra y Félix Martínez formularon dos hipótesis sobre los comienzos de la enseña municipal. En primer lugar, relacionaban la bandera con la encomienda que la Orden de San Juan tuvo en la localidad desde el primer tercio del siglo XIII. Sin embargo, la bandera de la Orden del Hospital de Jerusalén es blanca y la cruz que aquella tiene no se corresponde con la de Villafranca. También apuntaban la relación que guardaba el color negro de la bandera en recuerdo de las pestes que asolaron a la villa a lo largo de su historia, especialmente en el siglo XVII. Y esto último nos hizo preguntarnos ¿solamente Villafranca vivió aquellas pestes como para que se guardase tan infausto recuerdo? De no ser así, ¿por qué otras localidades no disponían de banderas negras?
Estas dudas, que nos asaltaron en el inicio de esta investigación, han sido respondidas con documentación de la época que nos permiten ver el origen y la evolución de la bandera. Así pues, a lo largo del presente texto comprobaremos que ni la Orden de San Juan ni las pestes tuvieron nada que ver con el negruzco estandarte de la villa franca de la Ribera.
Comencemos por el principio. Nada sabemos de cómo era la bandera de la villa en la Edad Media y dudamos de que por aquel entonces la tuviera. En 1676, cuando el regimiento se disputaba la propiedad del hospital contra las cofradías de Santa María del Castellar y San Pedro, los munícipes argumentaban que en la sala de juntas de aquel se hallaban “puestas las armas de la dicha villa, su tribunal y las armas de guerra” y que, por ese motivo, el edificio y sus aledaños eran privativos del concejo. No se hacía mención a la presencia de bandera alguna en el salón. Únicamente del escudo de la villa presidiendo el salón principal.
Anónimo. Escudo de armas de la Monarquía de España con el escudo de Villafranca integrado. Ca. 1680. Ayuntamiento de Villafranca
La primera referencia a una bandera que aparece en la documentación que hemos podido revisar se remonta a 1725. Aquel año fue de suma importancia para la historia de la localidad y de su patrimonio. Después de un gran crecimiento demográfico, sostenido en el tiempo durante las cinco décadas previas, el patronato de la iglesia parroquial decidió ampliar y recrecer el templo dedicado a santa Eufemia. Justo unos días antes de que el maestro de obras, Juan Antonio Jiménez, comenzase la demolición, el alcalde y los regidores de la villa efectuaron el traslado de las enseñas municipales que pendían de aquellas paredes que se iban a demoler. En el retablo del santo Cristo colgaba “una bandera vieja y rota con su asta de palo y la punta de hierro (…) y solo se puede conocer en dicha bandera unas fajas doradas y coloradas”. Esta bandera fue recolocada sobre la puerta grande de la iglesia.
No sabemos si aquel estandarte formado por fajas doradas y coloradas era la bandera original de Villafranca. Lo que sí es cierto es que se puso a buen recaudo junto al resto de enseñas municipales. Ahora bien, de haber sido esta la bandera original de la villa, es evidente que después de 1725 hubo un cambio en contenido y forma.
¿A qué pudo deberse este cambio? ¿De dónde viene esa bandera negra que se sigue usando hoy en día?
La respuesta la hallamos en un documento conservado en el Archivo Histórico Nacional. El informe de cofradías elaborado por orden del Conde de Aranda nos permite conocer la realidad de las hermandades de Villafranca a finales del siglo XVIII. De la decena de cofradías que existían en el pueblo en 1770, nos interesa lo que se dice de una de ellas: la cofradía de la Vera Cruz.
En el capítulo dedicado a esta cofradía, el alcalde Joaquín Uzqueta afirmaba que “hacía muchos años se halla refundida en los gobernadores de dicha villa, de forma que los regidores preeminentes de ella tienen a su cargo diputar una persona que haga cobranza de cincuenta y siete robos de trigo […] y la limosna que se hace en el calvario” con la finalidad de mantener “los cirios que sirven para que los insaculados en las bolsas de alcalde, regidores y tesoreros acompañen a dicho regidor que lleva el estandarte en las procesiones de Jueves y Viernes Santo, la mañana de Resurrección y la procesión del día de la Cruz de mayo”.
La cofradía de la Vera Cruz era una de las más antiguas de la localidad. Aunque su erección canónica data de 1576, hay testimonios de ella desde 1571. En sus inicios tenía como objetivo principal la de organizar la procesión de disciplinantes que salía el Jueves Santo desde la parroquia hasta el calvario que había cercano a la iglesia de Santa María del Castellar, a las afueras del pueblo. En sus inicios, la cofradía estaba compuesta por gran parte de la población, estando limitado su número en 150 hermanos. Tras el altercado que protagonizó contra el cabildo eclesiástico y regidores de la villa en 1576, se ordenó que la procesión debía presidirla el concejo, mientras que los cofrades disciplinantes debían estarlo por su pendonista portando el estandarte de la Vera Cruz.
Los libros que se conservan de la cofradía, que comprenden una horquilla temporal entre 1674 y 1812, nos permiten comprobar que, efectivamente, el pendón de la cofradía era de damasco negro y que llevaba pintada una cruz dorada sobre sí. En 1703, se pagaban a Pedro Cerdán 267 reales por 15 varas de damasco negro para hacer el pendón. A los pocos años, la hermandad gastaba 24 reales para añadir los cordones del estandarte. Por medio de esos libros, sabemos que, al menos, desde 1741, el regidor preeminente –es decir, el segundo de abordo tras el alcalde del concejo˗ se hizo cargo de las cuentas de la cofradía por falta de cofrades. Es a partir de entonces cuando el regimiento se apropió de la bandera de la cofradía para emplearla en las festividades propias de Semana Santa y Pascua. Son frecuentes los gastos hechos para la confección del pendón concejil: en 1795, el regidor Juan Manuel Bobadilla mandaba gastar 119 reales por 9 varas de damasco negro que compraron en Pamplona “para el pendón nuevo que se hizo para dicha cofradía”. Diez años después, los regidores encargaban a Pedro Veintemillas, maestro dorador, pintar una cruz para el pendón de la cofradía. Le dieron por ello 8 reales. Esta es la primera vez que nos consta de la aparición de una cruz pintada en dorado sobre el damasco negro, hasta entonces adornado únicamente por borlas y cordones.
Es probable que con la extinción de la cofradía se produjese una asimilación de su estandarte como enseña municipal. Y, con ello, los sucesivos ayuntamientos constitucionales del siglo XIX lo usasen en ceremonias civiles y otras procesiones como el Corpus Christi y la de la patrona santa Eufemia, a donde concurrían en corporación hasta no hace muchas décadas. De esta manera, una bandera de luto se hizo presente en contextos festivos y ordinarios.
Javier Peralta Rudi, alguacil, con la bandera antigua de la cofradía. Año 1983. Colección particular
La bandera antigua de la cofradía, confeccionada con damasco negro, se conservó hasta los años 90. Desconocemos qué fue de ella. Todavía se recuerda con nostalgia entre los vecinos de la villa cuando el alguacil municipal hacía bailar la bandera delante del Santísimo en la procesión del Encuentro del Domingo de Pascua. La corporación, presidida por la bandera, acompañaba a la Virgen del Rosario, patrona del concejo desde 1611, hasta la plaza mayor de la villa. Una vez allí, el alguacil se hincaba de rodillas tres veces en el suelo y zarandeaba en silencio la bandera en señal de respeto a Cristo resucitado. Un acto que se perdió una vez que la corporación dejó de asistir al acto en los años 80 y que, probablemente, fuese heredado de la cofradía de la Vera Cruz.
Hoy en día la bandera de Villafranca más antigua se conserva en uno de los descansillos de la escalera principal del palacio de la Diputación Foral de Navarra, junto a la de otros municipios con asiento permanente en Cortes.
Banderas de distintos municipios en la escalera de la Diputación Foral de Navarra. ©Gobierno de Navarra
Fuentes y bibliografía
Archivo Diocesano de Pamplona. Procesos. Caja 63, núm. 10. El alcalde y concejo de Villafranca contra los cofrades de la Vera Cruz por hacer ceremonias particulares (1576).
Archivo General de Navarra. Archivo Municipal de Villafranca, libro 83. Libro de la Cofradía de la Vera Cruz (1674-1749).
Archivo General de Navarra. Archivo Municipal de Villafranca, libro 104. Libro de la Cofradía de la Vera Cruz (1749-1812).
Archivo General de Navarra. Tribunales Reales, 152653. Las cofradías de Santa María y Santa Eufemia contra la villa sobre propiedad del hospital y granero (1676).
Archivo Histórico Nacional. Consejos, 7096, exp. 18, núm. 5, s/f. Informe de las cofradías y hermandades de la Merindad de Tudela (1770-1771).
MARTÍNEZ SAN CELEDONIO, F. M.; LACARRA YANGUAS, M.ª J., Historia de Villafranca de Navarra, Villafranca, Ayuntamiento de Villafranca, 1983, pp. 20-21.