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La pieza del mes de diciembre de 2023

TERNO CARMESÍ FILIPINO DEL CONVENTO DE LOS AGUSTINOS RECOLETOS DE MARCILLA

Alicia Andueza Pérez
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

En 1865, la comunidad de Agustinos Recoletos se instaló en el convento de Marcilla, antes monasterio cisterciense anexionado a la abadía de la Oliva. Dentro de su conjunto artístico, es importante su colección de ornamentos litúrgicos, en su mayoría de origen filipino, dada la relación misionera y la presencia que los Agustinos tuvieron en esta isla del Pacífico.

El terno que nos ocupa, uno de los más destacados de su repertorio, está formado por 18 piezas: una casulla (94 x 68 cm) con su estola y manípulo correspondiente, dos dalmáticas (86 x 70 cm) con sus manípulos, estola y collares respectivos; una capa pluvial (131 x 274 cm), un paño de atril (244 x 47 cm), un paño de hombros (47 x 244 cm), un velo de cáliz (47 x 47 cm), bolsa de corporales (23 x 23 cm), una manga de cruz (54 x 50 cm) y dos mangas para ciriales (54 x 50 cm).


Casulla, vista dorsal.

Todas las prendas de este conjunto presentan una tela de fondo de raso carmesí bordada en hilo de oro. La decoración, a base de grandes flores y roleos vegetales, se expande por todo el campo de forma simétrica y ascendente, en un movimiento de curva-contracurva de gran dinamismo. Se alterna asimismo con hojas y flores de menor tamaño, mientras una cenefilla de motivos rítmicos bordea los extremos y define las franjas tradicionales de las vestiduras. En algunas de ellas, como en la casulla en su parte dorsal, los collares de las dalmáticas, el capillo de la capa pluvial o el paño de hombros, la ornamentación se completa con el escudo de la Orden, formado por un corazón ardiente atravesado por un dardo sobre un libro.

Técnicamente, destaca el gran relieve que alcanzan algunos de los motivos bordados. Estos, configurados con una importante preparación en basto, aparecen conformados alternando distintos procedimientos de oro llano y el oro picado. El oro llano, también llamado ‘oro tendido’ y ‘oro atravesado’, consiste en cubrir la superficie a bordar con una serie paralela de hilos metálicos que se sujetan al lienzo con unas pequeñas puntadas de seda amarilla o anaranjada que resultan casi imperceptibles. La colocación horizontal o vertical de los hilos de oro y la disposición de las puntadas de seda permite lograr diversos diseños y dibujos geométricos. Por otro lado, en el oro picado el hilo va cubriendo alternativamente el anverso y reverso del tejido, en este caso al realce. La alternancia de las dos técnicas provoca, junto al relieve de los motivos, una combinación de diferentes texturas y una gran cantidad de efectos de brillo y luz. Esto se ve acentuado, en algunos casos, con algunas tachuelas y lentejuelas de oro.


Paño de Atril. Detalle.

Respecto a los forros de las prendas, la mayoría de ellas cuenta con una tela de tafetán naranja protegiendo su parte interior. Además, tanto en los bordados como en lo que se refiere a las telas de base y de protección, su estado de conservación es muy bueno, salvo pequeñas zonas en algunas de las vestiduras en las que hay hilos sueltos y se ha perdido parte del oro.

Cronológicamente podemos datar este conjunto en la segunda mitad del siglo XIX y atribuir su autoría a algún taller filipino de la época, dadas sus características y la referida relación de esta orden religiosa con el país asiático. Aunque no consta ninguna documentación al respecto, es de suponer que este conjunto llegó al convento como regalo o donación de algún agustino que desarrolló su carrera eclesiástica en Filipinas. De hecho, está documentado en el libro de sacristía del archivo del convento de Marcilla que, por ejemplo, el padre Fernando Rubio (1814-1889), natural de Cintruénigo que residió en Filipinas desde 1835, regaló a la imagen de Nuestra Señora la Blanca de Marcilla un manto bordado y una corona de plata; y que el padre Mariano Bernard (1838-1915), natural de Calanda (Teruel) que estuvo en las misiones de Filipinas, fue rector de Marcilla y ocupó el cargo de general de la orden de los Agustinos, obsequió también a la misma imagen mariana con otro manto blanco de flores. Bien pudo ser alguno de los referidos el donante de tan suntuoso terno, que llegó a este convento junto a otro de iguales características pero bordado sobre raso blanco, el cual presenta un peor estado de conservación.


Paño de hombros. Detalle.

Además de los datos expuestos, este conjunto sí aparece recogido en los diferentes libros de los inventarios de la sacristía y así encontramos, entre los ornamentos encarnados, un terno “bordado en oro de Filipinas, conteniendo lo siguiente: casulla con estola y manípulo, velo y bolsa de cáliz; dos dalmáticas con estola y manípulos, ambas con sus collares; paño de atril y de hombros y tres manguillos para cruz procesional y ciriales, una capa pluvial correspondiente a este terno de oro”.

Asimismo, aunque no aparece referenciado en los inventarios como una de las piezas de este conjunto, existe en el convento un manto (176 x 88 cm) y vestido (89 x 76 cm) de raso carmesí de la Virgen Blanca cuya decoración bordada en oro recuerda a la que ostentan las diferentes prendas del terno que nos ocupa. De hecho, aunque la tela de fondo es propia del siglo XX, los bordados que porta son anteriores. Según documentación conservada en el convento, sabemos que en 1950 las Agustinas Recoletas de Pamplona hicieron dos mantos, uno de ellos rojo, entresacando la decoración bordada de otros mantos y piezas de la sacristía, lo que puede indicar que en origen este conjunto contara también con un manto para la imagen mariana del convento.

Para concluir, es preciso apuntar que este terno comparte procedencia con otros conjuntos que, a lo largo del siglo XVIII y XIX, llegaron también de Filipinas a varios templos navarros, siempre vía de donación y regalo. Muestra de ellos son, por ejemplo, el terno chino-filipino del Setecientos que se conserva en la parroquia de San Saturnino de Pamplona; el conjunto de ornamentos que llegó a la parroquia de Arlegui de la mano de don Joaquín de Arlegui, eclesiástico natural de esta villa que ocupó diversos cargos en Manila; las casullas de finales del XVIII que se atesoran en la iglesia de Santa María de Viana; o uno de los mantos principales que componen el rico ajuar de la Virgen del Sagrario de la catedral de Pamplona. Los ejemplos referidos muestran bordados en sedas de vistosos colores, motivos que solemos asociar de forma más clara a las labores filipinas. Pero, no obstante, también tenemos otras muestras en Navarra de prendas de este origen con bordados en oro, como el terno conocido como de las Indias que se conserva en la catedral de Tudela y que fue regalo de don Pedro de Galarraga y Castillo, tudelano ausente y residente en Manila; o el manto de la Virgen de la Paz de Cintruénigo, con un bordado en oro de gran relieve datado en 1870, que también llegó de la mano de los Agustinos Recoletos.

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

Archivo del Convento de los Agustinos Recoletos de Marcilla: Libro Inventario de la Sacristía del Colegio de Marcilla (1865-1955) y Libro de Cosas notales del Convento de Marcilla (1917-1982). Agradecemos los datos documentales aportados al padre Pablo Panedas.

ANDUEZA PÉREZ, A., El arte al servicio del esplendor de la liturgia: El bordado y los ornamentos sagrados en Navarra. Siglos XVI-XVIII, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2017.