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La pieza del mes de octubre de 2009

UNA VIRGEN ORANTE DE SASSOFERRATO EN LA SACRISTÍA MAYOR DE LA CATEDRAL DE PAMPLONA

José Luis Requena Bravo de Laguna
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

 

Es la sacristía mayor de la catedral de Pamplona uno de los ámbitos artísticos más singulares del templo medieval, un aparatoso y extravagante espacio decorado al gusto del rococó francés importado en España a comienzos del siglo XVIII. Consolas de madera policromada y dorada, cornucopias con forma de riñón con copete y faldón de rocalla y otros muebles otorgan a la sacristía de un singular lenguaje estético más propio de una dependencia palaciega que de una estancia sagrada. Esta paradoja no dejaría indiferentes a viajeros y curiosos del siglo XIX entre los que contamos con dos valiosos testimonios. El primero se debe al académico y pintor Pedro de Madrazo quién así lo describe: No puede darse mayor contraste que el de su puerta con el interior alegre, luminoso, mundano, casi diríamos sibarítico, de una sacristía disfrazada de salón de conciertos o de aristocrático boudoir por la imaginación profana de un decorador del tiempo del señor rey don Carlos III de España. Más escueto pero no por ello menos gráfico abrevia el gran poeta y novelista francés Víctor Hugo: Figuraos un inmenso salón rococó, dorado, historiado, florido, coqueto, perfumado y encantador... Dante está en el claustro; Madame Pompadour en la sacristía. 


Sassoferrato, "Sacristía mayor", Catedral de Pamplona

Sassoferrato, "Sacristía mayor", Catedral de Pamplona
 

En efecto, la apariencia pomposa y sibarítica de la sacristía mayor se debe al generoso mecenazgo de don Pedro Fermín de Jáuregui y Aldecoa, canónigo dignidad y arcediano de la catedral, e hijo de la casa Jaureguía de Ohárriz, en Lekároz. Este ilustre baztanés, hermano de otros dos grandes hacedores de La Hora Navarra del siglo XVIII, don Agustín de Jáuregui, virrey de Lima, y Francisco Martín de Jáuregui, congregante de San Fermín de los Navarros, debió de familiarizarse con los suntuosos interiores rococó durante sus largas estancias en la Villa y Corte. Para la reforma contó con la ayuda del arquitecto y adornista Silvestre de Soria, colaborador del italiano Juan Antonio de Olivieri en la decoración ornamental del Palacio Real, y la del pintor y dorador pamplonés Pedro Antonio de Rada. 

Precisamente, este último intervino en la decoración pictórica del conjunto mediante unos monumentales lienzos, situados en los medios puntos de la cubierta, y dedicados al ciclo de la Vida de la Virgen a quién está consagrada la catedral: Nacimiento, Huida a Egipto, Jesús entre los doctores, Dormición y Asunción. Sobre el muro testero se halla una sexta escena, el primer pecado de Adán y Eva, que inaugura a se vez un nuevo ciclo -emplazado en un nivel inferior- con el tema de la Pasión: Prendimiento, Flagelación, Cruz a Cuestas y la Piedad. Completan la decoración las pinturas situadas a ambos lados de los espacios laterales: Anunciación, Presentación de la Virgen en el Templo, Resurrección y Ascensión, además de un tercer grupo de pequeños lienzos y cobres que se hallan esparcidos en el primer nivel del recinto sagrado.

Por otro lado, conviene recordar como los orígenes de la sacristía mayor se remontan a la segunda mitad del siglo XVI, durante el episcopado de don Diego Ramírez Sedeño de Fuenleal, momento en el que tan sólo se abrieron los cimientos quedando el proyecto inacabado. Finalmente, será el nuevo prelado don Antonio de Zapata y Mendoza el mecenas que culminaría la construcción de la sacristía en 1599, tal y cómo podemos leer hoy en la inscripción latina situada sobre el paño de pared de acceso a la entrada al lavabo. 
 

Sassoferrato, "Virgen orante", Sacristía mayor, Catedral de Pamplona 

Sassoferrato, "Virgen orante", Sacristía mayor, Catedral de Pamplona 
 

Pues bien, emplazada en un lugar privilegiado, justo debajo del escudo de don Antonio Zapata, entre el espacio que delimita la inscripción y el arco carpanel, presidiendo la sacristía mayor se encuentra una delicada Virgen orante de gran calidad y refinamiento, que nos induce a pensar que estamos ante una obra autógrafa del pintor italiano Giovanni Battista Salvi, “Il Sassoferrato” (1609-1685). El lienzo, de 46 x 35 cm. representa el sereno semblante de la Virgen María con las manos cruzadas sobre el torso, y con la mirada puesta en un punto impreciso fuera del cuadro, hacia abajo, en un gesto de sincera humildad. La pincelada es precisa y modeladora, deleitándose el artista en la realización de los plegados de las telas. Su coloración resulta rica y vibrante, predominando los tonos blancos, rosáceos y el azul intenso del manto. La iluminación dirigida realza la esplendorosa cabeza de María sobre un fondo neutro de tonos grisáceos. Se trata de un tipo ideado por el mismo Sassoferrato del que conocemos al menos cinco ejemplares, siendo el lienzo catedralicio y otros dos procedentes de colecciones particulares italianas las de mayor calidad. El modelo deriva seguramente de un prototipo del seicento boloñés del que conocemos una versión muy cercana de Guido Reni en colección particular romana. Actualmente las fuentes escritas aún no han revelado la procedencia inmediata de esta bella obra, y en qué circunstancias llegó a la catedral pamplonesa.

Estos cuadros devocionales que tanta aceptación tuvieron en la segunda mitad del siglo XVII responden a una nueva sensibilidad estética acorde con las prescripciones tridentinas respecto a la representación de las imágenes sagradas. El mundo pictórico ideado por Sassoferrato lleva hasta el extremo ese clasicismo severo defendido por el pintor Andrea Sacchi y seguidores, al reinterpretar los modelos del genial Rafael de Sanzio pero desprovistos de todo artificio decorativo y profano que pueda entorpecer esa visión directa, estática, cuasi-mística, que lo acercan a la tradición bizantina del icono.
 

Sassoferrato, "Virgen orante", colección particular, Italia. Guido Reni, "Virgen en contemplación", colección particular, Roma.   Sassoferrato, "Virgen orante", colección particular, Italia. Guido Reni, "Virgen en contemplación", colección particular, Roma.

Sassoferrato, "Virgen orante", colección particular, Italia. Guido Reni, "Virgen en contemplación", colección particular, Roma.

 

Giovanni Battista Salvi, más conocido como “Il Sassoferrato”, sobrenombre alusivo a la pequeña localidad de Las Marcas que le vio nacer, inició su formación artística bajo las directrices de su padre Tarquinio Salvi, modesto pintor tardomanierista del que se conserva un ciclo de mediocre calidad dedicado a San Francisco de Asís en la iglesia de Santa Maria della Pace en Sassoferrato. En 1629, cuando Sassoferrato contaba con veinte años de edad, lo encontramos en la romana Piazza dei Signori compartiendo habitación con el gran pintor romano-boloñés Domenico Zampieri, “Il Domenichino” (1581-1641) quien desempeñaría la labor de maestro del joven artista. Es en estos primeros años cuando pudo familiarizarse con ese lenguaje clasicista, elegante y sereno, heredado de la segunda generación de pintores boloñeses -Il Guercino, Domenichino, Reni- enfrentado al estilo triunfante de los cortonesi impuesto por el aretino Pietro da Cortona. En 1630 los monjes benedictinos del monasterio de San Pietro de Perugia le requirieron para pintar una copia de la venerada imagen de La Madonna del Giglio, obra de Giovanni di Pietro, “Lo Spagna” (1450-1528) para decorar la celda del abad Leone Pavoni. También para el mismo monasterio pintó diez monumentales lienzos de santos benedictinos inspirados en modelos del Perugino y Rafael de Sanzio. Otros encargos esporádicos le llevan a visitar ciudades como Florencia y Bolonia, estableciéndose definitivamente en la Ciudad Eterna hacia 1641.

Sassoferrato compaginó en Roma la práctica de la pintura devocional religiosa, especialidad donde cosechó grandes éxitos, con la del oficio de retratista de altos dignatarios eclesiásticos, y del que son testimonio elocuente el Retrato del Cardenal Rapaccioli (Ringling Museum, Sarasota), un Retrato de Monseñor Ottaviano Prati (Galleria Nazionale d’Arte Antica, Roma) y el Retrato del Cardenal Pietro Ottoboni (Museo Civico, Padua). Su obra más importante de esos años es La Madonna del Rosario (Iglesia de Santa Sabina all’Aventino, Roma), un monumental lienzo de altar encargado por la princesa Pamphili di Rossano que le reportará los ansiados encargos. Hacia 1648 se casa con la boloñesa Angela Miccini, y al año siguiente nace su hijo primogénito Francesco estableciendo su nuevo domicilio en el barrio de San Salvatore ai Monti.

Probablemente, la falta de espacio vital donde acomodar a su numerosa prole motivó una tercera mudanza que finalizó con la compra de una gran casa en via Baccina en fechas cercanas a 1657. Aquí debió fijar años más tarde su hacendoso obrador, constituido por jóvenes aprendices que pudieron habituarse con una manera “recetaria” y un tanto artesanal del “Sassoferrato methodus” gracias al uso repetido, casi indiscriminado, de sus modelos de Madonnas, y que tantos beneficios le reportaron. En 1685 el cardenal Flavio Chigi obsequia a Cosme III de Medici, duque de la Toscana, con el único Autorretrato de Sassoferrato conocido para decorar la flamante galería de autorretratos de pintores del Corridoio Vasariano en los Ufizzi de Florencia. El 8 de agosto de 1685 fallece el pintor a los setenta y seis años de edad habiendo testado en favor de sus seis hijos. 

BIBLIOGRAFÍA
ALFONSI, G., Giovanni Battista Salvi detto Il Sassoferrato. La Madonna della Rosa, Vicenza, 2003.
GARCÍA GAINZA, C., “La sacristía mayor de la catedral de Pamplona: mecenas y artistas”, Príncipe de Viana, n° 217, 1999, pp. 383-397.
MACÉ DE LÉPINAY, F., Giovanni Battista Salvi “Il Sassoferrato”, catálogo de la exposición, Milán, 1990.
PEPPER, S., Guido Reni. A complete catalogue of his works with an introductory text, New York, University Press, cat. nº 226.
PULINI, M., Il Sassoferrato, un prerafaellita tra i puristi del Seicento, catálogo de la exposición, Cesena, 2009.