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La pieza del mes de noviembre de 2006

INSIGNIAS EPISCOPALES DE DON JUAN LORENZO DE IRIGOYEN Y DUTARI

Naiara Ardanaz Iñarga
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

La cultura y liturgia cristianas han estado llenas de un profundo sentido simbólico. Una muestra de ellos son las insignias que distinguen a un obispo de otros presbíteros y fieles. El obispo era el máximo gobernador eclesiástico de la diócesis que presidía y tenía como cometido el bienestar espiritual de todos los creyentes, tanto del clero como de los laicos, y del gobierno de todas las instituciones eclesiásticas seculares y alguna regular. Su cátedra, símbolo de su oficio de enseñar y de su poder pastoral, es a la vez el elemento que convierte una iglesia en catedral. Todo esto se manifestaba simbólicamente ya desde la Antigüedad, especialmente en los Siglos del Antiguo Régimen y en la actualidad. 

Existen unas insignias como son la mitra, el báculo, el anillo, la cruz pectoral así como accesorios del vestuario litúrgico como los guantes y las caligas que están reservadas a las personas que recibían el orden episcopal.

A la muerte del obispo sus bienes quedaban para la catedral que presidía salvo la pieza que era reclamada por la nunciatura.


Retrato de don Juan Lorenzo de Irigoyen y Dutari

Retrato de don Juan Lorenzo de Irigoyen y Dutari
 

En el caso presente tenemos algunas de las insignias del obispo Irigoyen y Dutari que gobernó la diócesis de Pamplona entre 1768 y 1778, después de haber sido durante veinte años Prior de Velate, una de las dignidades de la Catedral. La vida de este prelado estuvo marcada por una gran austeridad y pobreza personal, pero no por ello dejó de dar gran importancia al protocolo y ceremonial propio de su dignidad. Aunque bien es cierto que se aleja de otros prelados que le precedieron en cuanto al encargo de alhajas y ornamentos ya que las escasas insignias que conocemos, gracias tanto al inventario de bienes realizado antes de su consagración como obispo como al del último testamento, nos dejan de manifiesto que apenas realizó ningún encargo de ese tipo. Así mismo, la personalidad del prelado junto con la costumbre del Cabildo de la Catedral de Pamplona de obsequiar a sus canónigos y dignidades al ser elegidos para ser obispos con algunas alhajas, nos lleva a pensar que algunos de ellos provengan de la sacristía de la misma Catedral. 
 

Cruz pectoral del obispo Irigoyen. Tesoro de la Catedral de Pamplona
 

De estos han llegado hasta nuestros días los que se entregaron a su familia tras su fallecimiento destacando un pectoral con su anillo a juego. Es una cruz latina con diamantes engarzados en oro amarillo. Los brazos están formados por esmeraldas con talla de tabla rectangular y en las terminaciones engarces de ces geométricas con cuatro diamantes de talla rosa dispuestos en abanico. En el brazo inferior se repite el motivo. El cuadrón está formado por una esmeralda central de talla tabla cuadrada así mismo se repite el modelo de las terminaciones con engarces de ces y los diamantes dispuestos en forma de abanico.
 

Anillo del obispo Irigoyen. Tesoro de la Catedral de Pamplona

Anillo del obispo Irigoyen. Tesoro de la Catedral de Pamplona
 

El anillo que hace juego con el pectoral también de esmeralda y diamantes repite el diseño salvo en que el chatón central se dispone en forma romboidal con las cuatro ces en los vértices de la esmeralda cuadrada, con sus correspondientes diamantes, sugiriendo la forma de una cruz. En España el anillo pastoral, símbolo de los desposorios místicos entre el obispo y su iglesia, formaba parte de las insignias del pontífice ya desde el siglo VII. Por lo general se hacían en oro adornados de piedras preciosas. El prelado tenía el privilegio de pode llevarlo incluso en la celebración de la Misa.


Mitra del obispo Irigoyen. Parroquia de Errazu

Mitra del obispo Irigoyen. Parroquia de Errazu
 

La siguiente insignia es una mitra embutida en oro en campo de plata con catorce piedras no finas de diversos colores. Es decir bordado en hilo de oro, técnica que tuvo gran protagonismo en el XVIII. Por las características parece que pudiera proceder del taller de Zaragoza. En el inventario de bienes antes de la consagración está presente y se recoge cómo fue examinada por el platero Jose de Jiraud por su rareza y como se vio que las piedras de colores eran de escaso valor no se tasaron. La mitra fue valorada en 500 reales. A pesar de esto, el obispo utilizaría esta mitra en las fiestas más importantes, cuando en el oficio se hubiese cantado el Te Deum y en la misa el Gloria in Excelsis Deo, así como en las bendiciones y procesiones solemnes, pues no tenía otra más valiosa que esta.


Guantes del obispo Irigoyen. Parroquia de Errazu

Guantes del obispo Irigoyen. Parroquia de Errazu
 

Así mismo, se han conservado dos pares de guantes de seda, blancos con sus bordados de oro, también considerados muy especiales, fueron valorados en 320 reales. Los guantes o chirotecae, entraron al servicio litúrgico como accesorio exclusivo de los obispos en el siglo X. Generalmente eran blancos, de seda y adornados en la parte superior con una placa circular dorada, sobre la que se diseñaba una cruz o monograma de Cristo. El simbolismo de los guantes, contenido en la oracion que el obispo consagrante recita al imponerlos al neoconsagrado, explica el motivo de su introducción en él, el mantener las manos limpias. Es sobre el guante el modo en el que se llevaba el anillo pontifical.

Curiosamente tenemos más datos acerca de algunas de estas alhajas, que nos dejan de manifiesto el valor que tenían para su familia, para quienes el obispo había muerto en olor de santidad. Doce años después del fallecimiento del obispo su sobrino, Miguel Fernando, el que quedó para la casa, cruzó la frontera del Reino ante el temor de la invasión francesa y en Logroño, a 6 de noviembre de 1794, tuvo que declarar las cosas que llevaba, entre ellas la mitra, anillo y pectoral vistos, que se decían que habían sido del Illmo Sr. D. Juan Lorenzo de Irigoyen obispo de Pamplona. Volvió el sobrino a Errazu con todo lo que había llevado el 14 de mayo de 1796. 

Así mismo algunas de ellas vuelven a aparecer mencionadas por su sobrino Miguel José, obispo de Zamora y después de Calahorra, en su testamento realizado en 1848, antes de su consagración: “A mi hermana Dº Joaquina Teresa Irigoyen… se le devolverán los dos pectorales y una Mitra que corresponden a su casa y fueron de mi tio el Illmo Sr. D. Juan Lorenzo de Irigoyen, obispo de esta diócesis (…)” Pamplona diez y siete de marzo de mil ochocientos cuarenta y ocho.