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24 de septiembre

Praepositus paradisi
El culto de San Miguel en el mundo latino hasta el siglo XIII
 

Patrick Henriet
Profesor y director de Estudios en la École Pratique des Hautes Études, Section des Sciences Historiques et Philologiques, París.

Entre 1261 y 1266, en su célebre Leyenda dorada, Jacobo de Vorágine dedica en el 29 de septiembre un capítulo a San Miguel. Comienza recordando que el significado de Miguel en hebreo es “¿Quién como Dios?”, Quis sicut Deus. Esta era una etimología muy difundida en la Edad Media y que aparece ya en san Jerónimo. Así, Miguel es, de acuerdo con lo que escribe Gregorio Magno en una homilía, el que hace lo que solo Dios puede hacer.

1. Etapas de la extensión de un culto universal

En Occidente, los verdaderos comienzos del culto a san Miguel están relacionados con el santuario del Monte Gargano, situado en Apulia. Posteriormente, el Monte Tumba, ubicado en Normandía y conocido como Mont Saint-Michel, aseguró la difusión del culto al arcángel en el norte de Europa. Hoy, después de unas discusiones sobre los orígenes del culto de San Miguel en Europa,  Italia se ha consolidado como el foco inicial del culto.

El Monte Gargano 

El santuario de Apulia dedicado a san Miguel ya es activo, por lo que parece, en la primera mitad del siglo V y su aparición no está seguramente desvinculada de los lazos privilegiados que esta región, que en aquel entonces dependía de Constantinopla, mantenía con el mundo oriental. La leyenda del Monte Gargano no se escribió hasta finales del siglo VIII o principios del IX con el Liber de apparitione Sancti Michaelis in monte Gargano, que relata tres apariciones de San Miguel. En la segunda, despues de una victoria contra los napolitanos, se encuentran dos huellas de pie del arcangel en la entrada de la cueva. En el momento en que se escribió el Liber de apparitione, la iglesia troglodita ya se había convertido en un importante lugar de peregrinación.

El Mont-Saint-Michel

Sabemos que desde el siglo VI o VII existían dos oratorios en el “Monte Tumba”. La iglesia fue reconstruida en el siglo XI con el apoyo de los duques de Normandía y finalizada en 1085. El Mont-Saint-Michel, que era un lugar de peregrinación importante desde el siglo IX, se convirtió entonces en uno de los grandes monasterios del mundo occidental. En el siglo IX o en la primera mitad del siglo X, se escribió una leyenda de fundación, la Revelatio ecclesiae sancti Michaelis, que tomaba varios elementos de la del Mont Gargano. El Mont Saint-Michel afirma sin embargo su perfecta independencia respecto al santuario italiano, ya que la fiesta del arcángel se celebrará el 16 de octubre, mientras que la fiesta de Miguel, Gabriel y Rafael se celebraba el 29 de septiembre y la del Monte Gargano se había fijado para el 8 de mayo.

Un tercer santuario dedicado a san Miguel ha intentado adquirir una fama comparable a la de los dos lugares de peregrinación cuyos orígenes se han mencionado brevemente. Se trata de La Sacra di San Michele, en Piamonte, con una construcción empezada a finales del siglo X.  Una leyenda de fundación escrita entre 1058 y 1061 explica cómo el arcángel eligió tres lugares privilegiados en Occidente: el Monte Gargano, el Mont-Saint-Michel y este.

2. Guerrero, psicopompo, juez: un santo de funciones múltiples

En relación con el duodécimo capítulo del Apocalipsis, Miguel siempre ha sido percibido como un santo guerrero y/o victorioso. A veces se le representa con un escudo, como en las monedas lombardas pero solo gradualmente se le empezó a mostrar en la postura que se volvería tradicional, es decir, atravesando al dragón con su lanza. La primera imagen conocida de este tipo data de alrededor del año 800. Se encuentra en un díptico consular de marfil más antiguo, que hoy se conserva en Leipzig. Victorioso sobre el dragón y representado en una vestimenta militar, Miguel también aparecía en numerosas batallas y puede considerarse en este sentido como uno de los principales santos militares junto a San Jorge y Santiago. 

Sin embargo, si san Miguel era un santo guerrero, también estaba vinculado a la muerte y al Juicio Final. A menudo se le ha llamado “psicopompo” porque estaba encargado de transferir las almas al más allá. Este tema es antiguo, pero solo se desarrolló tardíamente en la iconografía.  En la Revelatio, el texto que relata los orígenes del Mont Saint-Michel, el arcángel se califica como paradisii praepositus, expresión que he utilizado en el título de esta comunicación. Miguel está a cargo del paraíso, él es el praepositus. Esta expresión se encuentra en diferentes textos litúrgicos el 8 de mayo

Sin embargo, el célebre atributo de la balanza utilizada para pesar las almas durante el Juicio Final aparece solo tardíamente, en Irlanda en el siglo X (cruz de Muiredach). Se convierte en la norma en los siglos XII y sobre todo XIII. Se ha planteado la hipótesis de que la multiplicación de las representaciones de san Jorge luchando contra el dragón pudo haber favorecido las imágenes de san Miguel encargado de pesar las almas.

3. Un “santo” muy particular

Para empezar, la transformación de un ángel en santo no era nada evidente, ya que los santos son normalmente seres humanos fallecidos, mientras que los ángeles nunca han sido hombres y nunca han muerto. El culto a los ángeles, de hecho, no era algo obvio y se conocen al respecto, tanto en la Antigüedad como durante la Alta Edad Media, una serie de advertencias. 

Por otra parte, durante mucho tiempo, aunque existía un culto a san Miguel, este quizás se representaba más como una alegoría de la victoria del bien sobre el mal que como un verdadero santo. Se ha propuesto ver en una miniatura del año mil la primera representación de Miguel como santo. En uno de los primeros códices que fue compuesto e iluminado en el Mont Saint-Michel, un tal Gelduinus ofrece el libro a san Miguel. Este último hunde su lanza en la boca de un personaje diabólico que quizás personifica la herejía. No se conocía aún ninguna escena de dedicación de este tipo. Miguel se convierte así en la persona a la que se puede dedicar una obra porque protege un monasterio que lleva su nombre: se ha convertido, en cierto modo, en un santo entre otros.

En la medida en que se le consideraba más cerca de Dios, Miguel también estaba más cerca del cielo que los otros santos. Por esta razón, se estableció la costumbre de dedicarle lugares situados en altura, como el santuario del Monte Gargano. Cuando estos lugares de culto no estaban situados en montañas, a menudo se encontraban, especialmente desde la época carolingia, en torres o, para el mundo germánico, en los pórticos de las iglesias, e incluso en murallas. 

Como se puede ver, san Miguel nunca fue asimilado a un hombre y probablemente se le percibía en la Edad Media como superior a la inmensa mayoría de los santos, excepto quizás a los apóstoles. De hecho, a menudo se le asociaba con la Virgen, tanto en los textos como en el arte. 

San Miguel, se decía, era «como Dios», sicut Deus. El estudio de su culto universalmente difundido nos sumerge, por lo tanto, en el corazón del cristianismo medieval. Ahora bien, este último era encarnado, se basaba en la fé en el Hijo de Dios hecho hombre. Desde este punto de vista, el culto a un ángel desencarnado, a una criatura a priori tan alejada de la condición humana, podía plantear un problema. Las huellas del pie de Miguel en la roca del Monte Gargano permitieron remediar este problema. De hecho, mostraban que un arcángel también podía, si no encarnarse, al menos participar en la materialidad del mundo. En un texto gnóstico del siglo II, las Actas de Juan, se dice, en cambio, que Jesús no dejaba huellas en el suelo cuando andaba. En esta oposición entre el Cristo gnóstico y el san Miguel cristiano medieval, reside toda la diferencia entre una religión de tipo dualista, que opone radicalmente lo material y lo espiritual, y un cristianismo encarnado que nunca separa completamente lo celestial de lo terrenal.