29 de agosto
Arte y patrimonio en Santesteban de La Solana: un valle por descubrir
Román Felones
LACS de Estella
La última semana de agosto de 2025, en el marco del convenio de colaboración establecido entre Los Amigos del Camino de Santiago de Estella-Lizarra y la Universidad de Navarra a través de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro, se desarrolló el curso “Patrimonio en Tierra Estella” que, a lo largo de tres ciclos, pretende presentar el patrimonio de todas las localidades situadas en la vera del Camino a su paso por Tierra Estella. A las conferencias en Estella, Mañeru, Cirauqui y Villatuerta del año 2024, se han añadido en 2025 las impartidas en Estella, Lorca (Valle de Yerri), Irache (Ayegui) y Ázqueta (Valle de Santesteban de la Solana). Esta última, impartida el 29 de agosto por Román Felones, vicepresidente de los Amigos del Camino de Santiago de Estella.Lizarra, en el marco de la parroquia de San Pedro de Ázqueta, con una nutrida presencia de vecinos de las localidades del valle, es la que se resume en estas líneas.
Interior de la parroquia de San Pedro de Ázqueta. La iglesia ampliada y remodelada en el siglo XVI.
El valle de Santesteban de la Solana
Tras enumerar los títulos más significativos en los ámbitos geográfico, histórico y artístico, además de atlas y enciclopedias, aparecidos en las últimas décadas para iniciarse en el estudio del valle como parte integrante de Navarra, se presentaron las características básicas del mismo en los ámbitos enumerados. El valle de Santesteban de La Solana es una circunscripción histórica de la Merindad y Partido Judicial de Estella, formada por los actuales municipios de Arróniz, Barbarin, distrito de Igúzquiza (Igúzquiza, Ázqueta, Labeaga y Urbiola), Luquin y Villamayor de Monjardín. Tiene 101,7 km2 y se extiende, flanqueado por Montejurra al este y Monjardín al oeste, desde la margen izquierda del Ega al norte hasta las cercanías de Sesma al sur
El valle mantuvo sus límites administrativos hasta el siglo XIX, en que desapareció como tal. Hasta las reformas municipales de 1835-1845, gobernaban los pueblos del valle sus respectivos justicias, que eran elegidos por sus correspondientes vecinos, a excepción de los alcaldes de las dos villas de Arróniz y Villamayor de Monjardín.
Sugestiva imagen de la ruta jacobea a su paso por el distrito de Igúzquiza. El camino físico y el peregrino constituyen sus dos elementos esenciales.
Desde el punto de vista eclesiástico, el valle ha formado parte históricamente del arciprestazgo de La Solana, vigente hasta los últimos cambios de la segunda mitad del siglo XX.
Hoy lo conforman cinco municipios (Arróniz (1.068 habitantes), Barbarin (46), el distrito de Igúzquiza (Ázqueta, Igúzquiza, Labeaga y Urbiola) (303), Luquin (132) y Villamayor de Monjardín (113), lo que da un total de 1.662 habitantes, muy lejos de los 2.347 reflejados en el Diccionario de Madoz de 1845.
Dado el número de entidades, a efectos didácticos el valle ha sido dividido en dos partes: el Distrito de Igúzquiza, presentado este año, y el resto del valle, que se presentará, Dios mediante, el próximo año en Villamayor de Monjardín.
Ruinas del monasterio de Santa Gema en Labeaga. La nave gótica se levanta sobre una cripta datada en torno al siglo XI.
Algunos hitos históricos de interés
Se trata de una zona poblada desde antiguo, con presencia de elementos prehistóricos y romanos. Incorporada al reino de Pamplona tras la conquista de San Esteban de Deyo durante el reinado de Sancho Garcés I en el primer tercio del siglo X, el valle va a estar muy vinculado a los cuatro poderes dominantes: el señorío del rey, el señorío episcopal del obispo de Pamplona, el señorío monástico de Irache y el señorío nobiliario de los Vélez de Medrano de Iguzquiza.
Las nuevas aldeas se consolidan a lo largo de los siglos XI y XII, dependientes de la tenencia de Monjardín, perteneciente al señorío temporal del obispo de Pamplona, con unos núcleos urbanos conformados por una pequeña iglesia románica de una sola nave y una serie de casas de adobe (no más de 20) habitadas por siervos adscritos a la tierra dedicados a una agricultura y ganadería de subsistencia.
El valle de Santesteban se consolida a partir del siglo XII, con ligeros cambios a lo largo de los siglos. Al buen siglo XIII, le siguen dos siglos de decadencia, afectados por las pestes, las guerras civiles y las luchas fronterizas con Castilla. El siglo XVI, tras la conquista de Navarra por Castilla, viene caracterizado por una mejora económica, demográfica y cultural, como reflejan todas las iglesias del valle. Los siglos XVII y XVIII conocen ciertas mejoras urbanísticas y la aparición de casonas nobiliarias. En el siglo XIX el valle se ve seriamente afectado por las guerras: Independencia, Carlistas y levas para la guerra de Cuba. El siglo XX conoce una guerra civil, una durísima posguerra y cambios drásticos en la segunda mitad del siglo, con múltiples mejoras económicas y sociales y un severo descenso demográfico.
El esplendor del caserío renacentista y barroco de Urbiola queda patente en este palacio situado en su calle principal.
La herencia patrimonial recibida
Tras definir el patrimonio cultural como la herencia cultural propia del pasado de una comunidad, mantenida hasta la actualidad y que debe ser transmitida a las generaciones futuras, y presentar los distintos tipos de patrimonio existentes, el ponente subrayó la importancia de que un bien sea considerado Patrimonio de la Humanidad, el máximo nivel de calificación y protección. El Camino de Santiago, reconocido como tal desde 1993, lo cumple por su valor cultural, espiritual e histórico, incluyendo una red de rutas de peregrinación que atraviesan la Península Ibérica. Esta declaración incluye el camino físico, una modesta senda mantenida a través de los siglos, y el patrimonio artístico vinculado al Camino. De ahí la importancia de que el distrito de Igúzquiza, y en especial Ázqueta, formen parte de este patrimonio.
El estudio sintético más completo de esta herencia está contenido en el Catálogo Monumental de Navarra. Merindad de Estella, volumen 2º, pp. 161-176. Por lo que hace al patrimonio religioso el elemento esencial son las iglesias, que presentan rasgos comunes arquitectónicos: las cuatro tienen un origen medieval románico; las cuatro experimentan una ampliación en el siglo XVI, todavía con referencias góticas; y las cuatro presentan añadidos de capillas en los siglos XVII y XVIII. Respecto a los rasgos comunes del patrimonio mueble: tres de las cuatro conservan la pila bautismal románica; y los retablos corresponden a los siglos XVI-XVIII, romanistas, barrocos, neoclásicos. Santa Gema, monasterio situado en el término municipal de Labeaga, es un edificio muy singular, la única iglesia con cripta de Tierra Estella, que lamentablemente está incluida en la Lista roja de Hispania Nostra.
Respecto del patrimonio civil, destacan el palacio de cabo de armería de Igúzquiza y una serie de casonas y palacios renacentistas y barrocos.
El valle, modesto en su patrimonio artístico, presenta en cada pueblo sus especificidades: en Ázqueta sobresale el propio Camino físico de Santiago, Patrimonio de la Humanidad; en Labeaga, el despoblado de Santa Gema, el resto artístico más antiguo: un túmulo neolítico reutilizado como cripta en un monasterio del siglo XI probablemente la pieza de más interés, todavía por estudiar con detenimiento; en Igúzquiza, la iglesia románica mejor conservada y el palacio de cabo de armería; y en Urbiola, el mejor conjunto de casonas blasonadas renacentistas y barrocas.
Los vecinos y visitantes llenaron el reducido espacio de la iglesia parroquial de Azqueta, como se aprecia en las fotografías.
¿Qué hacemos con nuestro patrimonio?
Tras una presentación somera de cada uno de los conjuntos enumerados, el ponente abordó una reflexión final en la que se planteó el presente y futuro de este patrimonio, especialmente preocupante en un ámbito rural caracterizado por una severa regresión demográfica.
El estado de situación a día de hoy podría ser el siguiente: La iglesia suele ser el edificio más representativo y más directamente vinculado a la memoria de los vecinos. En una sociedad directamente vinculada a lo religioso, ha jugado un papel de primer orden en la vida del pueblo, como prueba que casi todos los vecinos a lo largo de los siglos han sido bautizados, se han casado y han visto realizado su funeral en la parroquia. Históricamente, la iglesia ha sido un edificio vivo, cuidado por todas las generaciones que se han sucedido en el pueblo. Todas ellas han querido dejar su huella con más o menos acierto y, en general, han llegado a nosotros en buen estado, poniendo como ejemplo la iglesia de Azqueta, lugar en que se desarrolló la conferencia, limpio, bien cuidado, y con un mantenimiento ejemplar.
Pero estamos viviendo un cambio drástico caracterizado por un proceso de secularización creciente; una disminución drástica de la asistencia a la misa dominical; una alarmante escasez de sacerdotes y, en consecuencia, una reducción drástica del culto.
¿Qué hacemos con nuestras iglesias?, se preguntó el ponente, para responder que depende directamente de nosotros, los vecinos del pueblo, seamos o no creyentes, dada la dimensión religiosa, cultural y social que el templo posee. En consecuencia, debemos concienciarnos de que son nuestras y están a nuestro servicio (al margen de la propiedad). Esto nos obliga a conocerlas, cuidarlas y legarlas a nuestros hijos y nietos en las mejores condiciones posibles.
Un animado coloquio dio paso a la intervención final de Maxi Ruiz de Larramendi, presidente de los Amigos del Camino de Santiago de Estella-Lizarra y Ricardo Fernández Gracia, director de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro, quien ahondó en algunas de las ideas expuestas y cerró el curso de este año, emplazando a todos a seguir conocimiento el patrimonio de resto de tramo jacobeo en Tierra Estella en años sucesivos.
Vista general del Palacio de Iguzquiza, con Monjardín al fondo.