28 de agosto
Arte y patrimonio en el valle de Yerri
Alejandro Aranda Ruiz
Patrimonio Cultural
Arzobispado de Pamplona
El de Yerri, conformado por diecinueve localidades y con más de 250 kilómetros cuadrados de superficie, es uno de los valles más extensos de Navarra. En consecuencia, la magnitud de su patrimonio cultural –material e inmaterial, civil y religioso– hace imposible que este pueda ser abordado en poco más de una hora. Por este motivo, nos centraremos en el patrimonio material de carácter religioso, realizando un recorrido por las artes desde la Edad Media hasta el Barroco.
La Edad Media: el románico y el gótico
La historia de la gran mayoría de los templos del valle arranca entre la segunda mitad del siglo XII y comienzos del XIII. Aunque no ha quedado prácticamente iglesia sin alterar, los restos conservados y los ejemplos que mejor nos han llegado (Santa Catalina de Azcona y Montalbán de Zurucuáin) nos permiten ofrecer una visión general de cómo fueron estas iglesias en este período histórico.
En primer lugar, son templos de estilo románico en los que se encuentran todas las características de esta forma artística, como el predominio del muro sobre el vano. No obstante, ya aparecen algunas características del gótico, como el arco apuntado.
En segundo lugar, son templos pequeños, de una sola nave de pocos tramos, en su mayoría de tres (Azcona –parroquia y Santa Catalina–, Eraul, e Iruñela). Al este se sitúa el ábside semicircular (Lácar, Lorca, Úgar, Santa Catalina de Azcona o Montalbán de Zurucuáin) que forma un continuo con la nave de la iglesia, salvo en Santa Catalina de Azcona y en Montalbán de Zurucuáin, donde se introduce un tramo de transición entre la nave y el ábside.
En tercer lugar, las iglesias románicas del valle cubrieron sus naves preferentemente con bóveda de cañón apuntada sobre arcos fajones, tal y como se aprecia en Azcona (parroquia y Santa Catalina), Eguiarte, Eraul, Iruñela, Úgar, Villanueva y Montalbán. Los ábsides semicirculares, por su parte, se cubrían con la consabida bóveda de horno o cuarto de esfera.
En el exterior el ábside articulaba sus muros con columnas adosadas que lo dividían en tres paños (Santa Catalina de Azcona, Lácar y Lorca) o en cinco (Úgar). Algunos ábsides también incorporaban una imposta por debajo de las ventanas (Úgar y Lácar) y se remataban en la parte superior por una sucesión de canecillos. Los capiteles de estas columnas, así como los de las ventanas, sus enmarques y los canecillos solían acoger decoración escultórica, en su mayoría de gran sobriedad.
Respecto a la portada, son siempre de arco apuntado, salvo en Eguiarte que es de medio punto. Las arquivoltas apean en columnas o baquetones, aunque en Santa Catalina de Azcona y Montalbán de Zurucuáin lo hacen sobre pies derechos. Una parte importante de las portadas lo constituyen los capiteles de las columnas y sus cimacios, así como las arquivoltas y la chambrana, ya que pueden recibir decoración escultórica. No obstante, son portadas de una gran sobriedad, con muy poca decoración, generalmente de carácter vegetal. Excepciones a esta sobriedad decorativa de la portada, el ábside y el interior son Santa Catalina de Azcona y Santa María de Eguiarte, con capiteles labrados por el taller de Irache y San Miguel de Estella, de donde derivan los modelos iconográficos y estilísticos. Asimismo, también se detecta la tendencia a colocar en una de las arquivoltas el crismón trinitario (Azcona, Eraul, Úgar y Zurucuáin).
El gótico va a dejar su impronta, entre otros lugares, en la parroquial de Riezu, del siglo XIV. De nave única, este templo incorpora la novedad de la cabecera poligonal cubierta por una bóveda gallonada. Al exterior se dota de una rica portada rematada por un calvario, muy similar a la portada de Villanueva. Góticas también son las portadas de Ibiricu e Iruñela.
La Edad Media también se va dejar sentir en la imaginería religiosa destacando, entre otras, en el románico la Virgen de Zurucuáin –sedes sapientiae humanizada del siglo XIII– y en el gótico la Virgen de Arizaleta, del último tercio del siglo XIII y que sigue el modelo de la titular de la catedral de Burgos.
En orfebrería destacan las cruces parroquiales de Arandigoyen (siglo XIV) y Bearin (primera mitad del siglo XV), procedente esta última de Izánoz. Presentan brazos con ensanches ovales, remates florenzados y cuadrón central. Especialmente interesante resulta la cruz de Bearin con las típicas representaciones del tetramorfos y Adán saliendo de la tumba.
Virgen de Zurucuáin, siglo XIII. Foto: Museo Diocesano.
La Edad Moderna: el renacimiento
Entre los siglos XVI y principios del XVII algunas iglesias del valle serán reformadas y ampliadas (Arandigoyen, Arizala, Azcona, Eraul, Riezu, Villanueva o Zurucuáin), mientras que otras serán construidas de nueva planta (Arizaleta, Zábal y Murugarren). La ampliación de estas iglesias consistirá en la eliminación de la cabecera románica y la adición de un tramo de nave y una nueva cabecera. Ese nuevo tramo incorporará a sus dos lados sendas capillas para dotar a la iglesia de un crucero, buscando con ello la centralidad espacial promovida en el renacimiento. Las cabeceras, por su parte, van a ser invariablemente poligonales. Asimismo, muchas de estas iglesias cubrirán sus naves con las complejas bóvedas estrelladas o de terceletes (Arandigoyen, Arizala, Azcona, Zurucuáin, Riezu y cabecera de Eraul). Las iglesias de Arizala y Arizaleta también abrirán al exterior portadas con columnas, frisos, frontones y decoración geométrica.
Por otro lado, es en el renacimiento cuando la mayoría de las iglesias del valle, si no todas, se dotan de retablos mayores y colaterales que van desde el plateresco (mayor de Villanueva) al romanismo (mayor de Azcona). De este modo, Arizala, Arizaleta, Azcona, Erul, Lácar, Lorca, Murillo, Úgar, Villanueva y Zábal cuentan un retablo mayor elaborado en el siglo XVI o comienzos del XVII, si bien algunos de ellos han sido muy transformados y de uno de ellos (Lácar) solo se conservan los relieves sueltos. Se trata de retablos mayores realizados preferentemente por maestros del taller de Estella como Martín de Morgota (Eraul, Arizala y Azcona), Pedro de Gabiria (Azcona), Juan Zabala (Zábal), Pedro Imberto y Juan II Imberto (Zábal), Bernabé Imberto (Murillo). Son retablos muy compartimentados y de carácter escultórico, a excepción del mayor de Villanueva.
Numerosas son las imágenes de vírgenes y santos que se tallan en este momento, algunas de gran devoción, como la Virgen de la Tos de Eraul de hacia 1570. La iconografía de la Virgen de la Leche o galactotrofusa va a ocupar un lugar importante con el ejemplar de Santa María de Eguiarte, que sigue muy de cerca el modelo de la Virgen de Riezu del siglo XV. En lo que atañe a los santos, destaca entre todos ellos la talla de Santa Catalina de Azcona de 1588, atribuida recientemente a Juan de Anchieta por el profesor Echeverría Goñi.
La cruz parroquial seguirá ocupando en el siglo XVI un puesto de honor en la orfebrería: Zábal y Eraúl (primer tercio), Arandigoyen y Azcona (segundo tercio), Villanueva (1560) y Úgar (1585). Son cruces confeccionadas principalmente por plateros de Estella, como Alonso de Montenegro (Eraúl, Azcona, Villanueva). Mención aparte por su forma merece la cruz patriarcal de Zábal, labrada por un taller pamplonés en el primer tercio del siglo.
Detalle de la bóveda del crucero de la parroquial de Azcona, hacia 1558. Foto: Alejandro Aranda.
La Edad Moderna: el barroco
En los siglos XVII y XVIII el barroco invadirá las iglesias del valle, como la de Eguiarte, cuya nave románica se ampliará con un crucero cubierto por una media naranja. Asimismo, iglesias medievales de Ibiricu y Murillo y la renacentista de Murugarren se cubrirán con bóvedas de cañón con lunetos, en boga en el barroco navarro. Por su parte, la basílica de Mendigaña (1702-1706) de Azcona se edificará de nueva planta, constituyendo gracias a su arquitectura y rico exorno el mejor ejemplo del barroco en el valle de Yerri y uno de los más notables de Navarra.
Por otro lado, a semejanza de las grandes capillas devocionales de San Fermín de Pamplona, Santa Ana de Tudela y San Andrés de Estella, las parroquias de Riezu y Eraul levantarán sendas capillas laterales a San José y a la Virgen de la Tos respectivamente. Serán una versión modesta de sus referentes urbanos con su plata centralizada, su cúpula de media naranja y una decoración de yeserías.
Al exterior las iglesias también se dotarán de pórticos, en algunas ocasiones monumentales, como los de Villanueva y Azcona que incorporarán un balcón o logia destinada a conjuratorio. Algunos campanarios también reformarán sus cuerpos de campanas, como en Zábal o Arandigoyen.
Pero será en la retablística donde más se deje sentir la entrada del barroco en el valle con la adición de numerosos retablos colaterales (Arizala, Arizaleta, Azcona, Eguiarte, Eraul, Riezu y Úgar) y mayores (Eguiarte, Grocin, Iruñela, Riezu y Zurucuáin). Los retablos mayores ocuparán la totalidad de la cabecera, dando lugar, en ocasiones, al formato de retablo cascarón (Eguiarte, Gorcin y Zurucuáin). Como en el renacimiento, será el taller de escultura de Estella el que realice en su mayoría estos retablos, con autores como Gabriel de Berástegui (Iruñela) o el carcarés Tomás Martínez (Eguiarte), entre otros.
Retablo mayor de Riezu, segunda mitad del siglo XVIII. Foto: Arzobispado de Pamplona.