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21 de junio

Sillería de coro de la catedral de Pamplona

Pablo Guijarro Salvador

La sillería de coro, ejecutada entre 1539 y 1541, supuso la introducción del Renacimiento en la catedral de Pamplona y un hito fundamental para entender la difusión del estilo en Navarra, ya que maestros que trabajaron en ella contratarían a partir de entonces numerosas obras por toda la geografía.

Desafortunadamente, no podemos contemplar el conjunto en su ubicación original en la nave central. En la década de 1940, motivaciones litúrgicas y de restauración en estilo dieron lugar a su fragmentación y traslado. La mayor parte de las sillas se llevaron al presbiterio, donde se había eliminado el retablo mayor. Al no haber espacio para todas, las sobrantes se vendieron a la Diputación y terminaron en el Museo de Navarra, donde se encuentran expuestas en el coro de la capilla. Por su parte, la reja que cerraba el ámbito coral, del mismo estilo y cronología, hoy se alza en la capilla del Santísimo.


Sillería en su ubicación original

El promotor de la sillería fue el prior Sancho Miguel Garcés de Cascante, una personalidad que había vivido en Roma en la corte de Julio II y conoció el espectacular desarrollo de las artes durante su pontificado, en el que sobresalieron figuras como Bramante, Rafael o Miguel Ángel. Se repite lo que ya había sucedido en la sillería coral de Tudela –primera manifestación del Renacimiento en Navarra–, cuyo mentor, el deán Villalón, también había pertenecido al círculo de Julio II.

Otro punto en común entre ambos muebles es su elaboración bajo la dirección de Esteban de Obray, considerado el introductor del estilo renacentista en la escultura navarra. A él se atribuye el rico programa decorativo “a la romana” de la sillería pamplonesa. De origen normando, en esta obra se rodeó de algunos maestros de similar procedencia, como Pierres Picart o Peti Joan de Beauvais, de forma que en el foco de Pamplona, al igual que sucede en otras regiones de España, el renacimiento italiano llega con una impronta francesa.

La sillería contaba con un centenar de sitiales organizados en dos órdenes: el superior, para los canónigos, con la silla episcopal como eje de simetría, y el inferior, para las dignidades menores y los demás clérigos. En su estructura tiene como referente el modelo creado por Bigarny para la catedral de Burgos. Cada silla aparece revestida por una profusa decoración: el respaldo elaborado en taracea, la misericordia, un panel en bajorrelieve bajo el asiento abatible y otros cuatro de menor tamaño en los tabiques de separación, y los pomos curvilíneos, que a su vez alojan una figura calada y son sostenidos por un atlante apoyado sobre un balaustre. En la sillería alta, a lo anterior habría que sumar el tablero con la talla de un santo, sobre un banco con decoración grutesca y un basamento con cartela entre bustos. El tablero se halla flanqueado por columnas abalaustradas y coronado sucesivamente por un friso con bustos en sus netos y una venera. El remate del conjunto es un guardapolvo o dosel corrido sobre figuras a modo de ménsulas, que también cuenta con un friso decorado y tiene por coronamiento tímpanos curvos que alojan más bustos. El resultado es un complejo programa iconográfico con decenas de imágenes en el que predomina una variopinta temática profana inspirada en el mundo clásico.

En efecto, los humanistas entendían que las verdades de la fe podían expresarse recurriendo a la mitología y sus símbolos. De este modo, especialmente en la parte inferior de la sillería, se mezclan divinidades y personajes mitológicos con composiciones de grutesco pobladas por motivos clásicos, tallos vegetales, figuras desnudas y seres monstruosos en metamorfosis, todos ellos organizados simétricamente a candelieri. Echeverría Goñi ha descifrado algunos de estos temas paganos, aunque muchos no tendrían más objeto que el ornamental, con su fuente de inspiración en grabados y dibujos.


Santo Obispo y san Sebastián

El santoral de los tableros representa la idea de continuidad histórica de la Iglesia. Correspondería al imaginero Guillén de Holanda, colaborador de Bigarny en Burgos y que para entonces había participado en las sillerías catedralicias de Santo Domingo de la Calzada y Calahorra. Son figuras individuales de cuerpo entero, que permanecen estáticas y en actitud seria, en las que Holanda muestra su talento en el tratamiento de cabellos, barbas e indumentarias. La impresión general de monotonía queda atenuada por los atributos de gran tamaño que identifican a cada santo o la variedad de miradas hacia uno y otro lado.


Panel de grutesco con alegoría de la Prudencia

Fuera de la serie de santos, para el espectador actual resulta desconcertante el predominio de lo fantástico y caprichoso sobre el contenido puramente religioso. Los excesos de este fervor decorativo a la antigua llevarían a su prohibición por el Concilio de Trento en busca del decoro y la claridad del mensaje. La sillería coral pamplonesa ofrece una gran diversidad de elaboraciones de grutesco y de imágenes mitológicas, cuyos detalles han sido poco divulgados hasta ahora. Se trata de una valiosa riqueza iconográfica característica del primer Renacimiento, que pone de manifiesto la cultura humanista tanto de los canónigos de la catedral como de los artistas que trabajaron a su servicio.