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5 de septiembre

Ciclo de conferencias
ESTELLA ES ARTE-LIZARRA ARTEA DA

El Palacio de los San Cristóbal: Un ejemplo de arquitectura "parlante"

D. Gregorio Díaz Ereño
Museo Jorge Oteiza

 

Desde los primeros tiempos de la humanidad el ser humano ha tratado de dialogar con sus semejantes a través de imágenes o símbolos más o menos crípticos pero que permiten dar a conocer un mensaje que a su vez dé a conocer al emisor del mismo. La arquitectura, desde sus inicios ha sido algo más que un espacio construido y sus muros, bien mediante el relieve, la escultura o la pintura u otros elementos de representación, han sido un espléndido lienzo para mostrar idearios religiosos o políticos.

En Estella-Lizarra, en el siglo XVI, tenemos un ejemplo claro en la decoración de la fachada del Palacio de los San Cristóbal, más conocido en la actualidad como Casa de Fray Diego o Casa de Cultura, ubicado en la Rúa, barrio de San Pedro. En primer lugar nos encontramos en una época de bonanza económica para la ciudad lo que redundará en un aumento de la población y una reactivación cultural y artística. Testimonio de lo dicho es el Estudio de Gramática y posteriormente, en 1546, la instalación en la ciudad del Ega de una imprenta (la tercera en Navarra) cuyo promotor Miguel de Eguía, impresor de amplia trayectoria, había participado en Alcalá de Henares en la impresión de la Biblia Políglota y en la Gramática de Nebrija. De sus talleres salieron libros de filosofía, música, liturgia, humanidades, alcanzando gran fama por sus ediciones de Erasmo de Rotterdam.
 

Fachada del palacio de los San Cristóbal, conocida como casa de Fray Diego o Casa de Cultura

Fachada del palacio de los San Cristóbal, conocida como casa de Fray Diego o Casa de Cultura


Con este espíritu humanista se erige un palacio de bella fachada donde predomina el ladrillo y que destaca por su monumental verticalidad. La portada presenta una rica ornamentación de grutescos y se completa por un segundo piso en el que destacan dos ornados balcones. En el de la izquierda se representan cuatro de los doce trabajos a los que se vio sometido el mítico Heracles. Durante el Renacimiento, los dioses de la mitología griega y romana se convirtieron en ejemplos de virtud, constituyendo modelos a seguir por el hombre cristiano, de tal forma que sus hazañas fueron entendidas como ejemplos doctrinantes, realizándose una lectura de estas en clave moral, escondiéndose detrás de cada episodio una verdad aplicable a la vida cotidiana. Heracles pasará a ser un modelo de virtud, ganando la inmortalidad en base a su denodado trabajo por imponer el bien y acabar con los vicios. Por esto adquiere un carácter protector de las casas pues “no dejaba pasar ni males ni malos”.

Podemos ver la lucha de Heracles contra la Hidra de Lerna, enfrentado al gigante Anteo, derrotando al león de Nemea y contra el centauro Neso, si bien este episodio queda fuera de los doce trabajos. Pese a la lectura inmediata, es preciso considerar que cada uno de estos episodios, no solo resalta la fortaleza del héroe, sino que hace referencia a la firmeza del espíritu, a la lucha permanente entre la virtud y los vicios. Por todo ello Heracles es considerado como prototipo del caballero cristiano vencedor de los pecados capitales más dañinos como la envidia, la lujuria, la soberbia y la avaricia, siendo coronado por la virtud como recompensa a su esfuerzo. Y es que la destrucción de estos monstruos se ha de leer como una purgación de las pasiones. El rostro demacrado que aparece sobre el friso nos revive la imagen prototípica del estoico, en cuya filosofía se sostiene que la esencia de la felicidad está en la práctica de la virtud, manifestada por una vida ordenada vivida con decoro, lo que se logra con la renuncia y el esfuerzo.

En el segundo balcón podemos contemplar, sobre un friso con bucráneos, el busto de una dama que podríamos identificar con Ceres, Diana, Hebe o Minerva: símbolo de la fecundidad, emblema de la castidad y los partos, diosa de la juventud o imagen de la sabiduría representando la idea de la lucha ordenada y meditada.
 

Los balcones están enmarcados por escenas mitológicas, que hacen del edificio una arquitectura "parlante"

Los balcones están enmarcados por escenas mitológicas, que hacen del edificio una arquitectura "parlante"

Los balcones están enmarcados por escenas mitológicas, que hacen del edificio una arquitectura "parlante"


La fachada se ha cristalizado en una arquitectura “parlante” de valor universal, haciendo de la casa un decálogo, un modelo de comportamiento adecuado al pensamiento del dueño. Y es que la consecución de la virtud será una aspiración constante en el pensamiento humanista del siglo XVI, de ahí que vivir sometido al bien será considerado el fin propio de la vida y de los actos humanos.