“¿Por qué?” y “¿qué problema tengo que resolver?” eran las preguntas que solía hacerse el diseñador y arquitecto Achille Castiglioni antes de crear. Maestro del diseño del siglo XX y creador del “Método Castiglioni”, una forma de pensar que mezcla observación, curiosidad y simplicidad, su legado continúa inspirando a diferentes generaciones a través de la Fondazione Achille Castiglioni. Así lo narra Giovanna Castiglioni, hija del diseñador y responsable de la fundación, quien confiesa que el objetivo de su padre “nunca fue impresionar, sino mejorar lo que ya existía”.
Algunas de las creaciones de Castiglioni, cedidas por la empresa Sagaseta, se pudieron visitar en la Escuela durante la exposición ‘Los objetos de Achille Castiglioni’, que visitó el vestíbulo del 15 al 22 de septiembre. Además, Giovanna Castiglioni impartió la conferencia ‘El diseño es un tema serio’ en la Escuela y concedió una entrevista para profundizar en el proceso de creación de su padre, para quien “el humor no era un adorno, sino parte de la función”.
¿Qué sientes al ver creaciones de tu padre expuestas en la Escuela de Arquitectura?
Ver la exposición en la Escuela significa que su forma de pensar, su curiosidad y su proceso siguen siendo actuales. No se trata solo de los objetos, sino del método, de cómo los estudiantes pueden aprender de su enfoque lúdico, pero riguroso del diseño.
¿Tu padre seguía algún proceso creativo específico?
Tenía una forma muy personal de abordar el proceso creativo. Nunca empezaba con teorías abstractas ni con la idea de crear algo “bello”. Siempre partía de las personas: observaba sus hábitos, sus necesidades, incluso sus pequeños problemas cotidianos. Le gustaba decir que un buen proyecto nunca debía nacer en un escritorio, sino mirando atentamente la realidad. Creía profundamente en la importancia de la curiosidad y el juego, y sentía curiosidad por todo.
En su estudio siempre había muchos objetos, prototipos e incluso cosas aparentemente ajenas al diseño. Además, la colaboración y la interdisciplinariedad eran esenciales. Trabajaba estrechamente con artesanos, empresas y colegas, siempre dispuesto a escuchar y aprender de otros.
Uno de los sellos de su obra es la vida cotidiana. ¿Qué importancia tenían para él los objetos del día a día?
Lo eran todo. Creía que en lo ordinario se podían encontrar ideas extraordinarias. Tenía un gran respeto por el diseño anónimo: objetos como una escoba, una cuchara o un interruptor, porque a menudo son “perfectas” sin pretender serlo. Las estudiaba, se reía de ellas y las usaba como inspiración.
Lámparas, sillas y elementos de almacenamiento siguen decorando interiores en todo el mundo. ¿Cuál crees que es el legado de su padre al diseño?
Lo más importante es cómo su enfoque continúa inspirando a diseñadores. Demostró que el diseño puede ser inteligente, poético y humorístico al mismo tiempo. Nos enseñó que un buen diseño no envejece, es intemporal porque responde a necesidades humanas fundamentales y se reduce a lo esencial. A menudo la forma sigue a la función.
¿Qué importancia tiene el diseño en los contextos locales?
El diseño pertenece a todas partes, no solo a los museos o a las grandes ciudades. Debe formar parte de la vida cotidiana, de cada casa y de cada contexto local. Por eso es tan importante que tiendas como Sagaseta acerquen estas piezas a la gente. Cuando el diseño es accesible, empieza a moldear cómo viven las personas, cómo interactúan con los objetos, cómo piensan.
Si pudieras enviar un mensaje a los estudiantes de Diseño y Arquitectura, ¿cuál sería?
Preguntaros ¿por qué? Salid, mirad alrededor, recoged ideas, hablad con la gente y jugad con prototipos. No temáis a la simplicidad y nunca olvidéis el humor. Y, sobre todo, disfrutad del proceso: diseñar es un acto alegre.

* Proyecto PID2023-153253NA-I00, financiado por MCIN/AEI/10.13039/501100011033 y por FEDER, UE.