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La pieza del mes de marzo de 2010

UN RETRATO DE CIGA RECUPERA LA MEMORIA DEL BENEFACTOR SANTIAGO ONDARRA GOICOECHEA 
 

Francisco Javier Zubiaur Carreño
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

 

Las celebraciones son aptas para revisar los fondos de un museo. Tal ha sucedido con los del pintor pamplonés Javier Ciga Echandi (1877-1960) en el Museo de Navarra, de cuyo fallecimiento se cumplen los 50 años. 

Bajo el equivocado título “Retrato de un político”, se había inventariado una pintura al óleo sobre lienzo de 94,5 x 120 cm., con la firma J. CIGA ECHANDI, ingresada en dicho Museo procedente del Servicio de Salud Mental del Gobierno de Navarra. Realizada hacia 1918, en ella el personaje aparenta tener unos 59 años. Viste una chaqueta de traje de color negro con su cuello aterciopelado cuyas solapas dejan ver una camisa blanca con su pajarita negra. Permanece en pie –el retrato es de tres cuartos y frontal, levemente ladeado-, con los brazos extendidos. Su mano derecha apoya los nudillos sobre una mesa de madera que deja ver parte de su faldón tallado. Sobre ella, tras la mano, dos libros superpuestos. Una luz rasante proveniente de nuestra derecha aviva el color negro de la indumentaria con brillos grises, atemperándose el retrato con los tonos cálidos de la piel de las manos y el rostro. La figura se destaca del fondo neutro por el leve efecto de un contraluz que proviene del lado de la mesa, donde los libros –pintados con verde, ocre y blanco- dan una nota de color a un conjunto verdaderamente sobrio. En la cabeza, bien formada y encarnada, los rasgos de la cara denotan lo que parecen ser secuelas de un pasado ictus cerebral o de una parálisis facial, a juzgar por la disimetría de boca y barbilla, y la caída del párpado izquierdo. 
 

Santiago Ondarra retratado por Ciga hacia 1918.

Santiago Ondarra retratado por Ciga hacia 1918.
Foto: Larrión & Pimoulier

 

El dato de su procedencia nos ha permitido, gracias a la colaboración del Dr. D. José Javier Viñes Rueda, responsable de su entrega al Museo de Navarra el 16 de julio de 1986, identificar al retratado como D. Santiago Ondarra Goicoechea, nacido en Iturmendi (Navarra) en 1859. Era hijo de Cristóbal Ondarra, propietario, y de Celestina Goicoechea, matrimonio que además de él tuvo otros siete hijos. La desahogada posición familiar les permitió dar estudios, conforme a los criterios de la época, preferentemente a los hijos varones: José y Rogelio estudiaron Farmacia y abrieron botica en el número 21 de la calle Mercaderes, de Pamplona. Esteban, al título de Farmacia unió los de Ciencias Naturales y Medicina, detentando más tarde la plaza de médico de Bacaicoa, población de la Barranca próxima al lugar de nacimiento. Filomena estudiaría Magisterio ejerciendo como maestra de Zizur Menor. No constan estudios del resto de sus hermanos: Florencia, Teodora y Miguel Francisco.

Santiago estudió Farmacia entre 1881 y 1882, y a continuación Medicina, en la Universidad Central de Madrid, iniciando el doctorado, aunque no llegó a desempeñar ninguna de las dos profesiones para las que se preparó dada su holgada posición económica, lo que le permitió dedicar su esfuerzo a favor de los demás.

Desde 1924 fue miembro de la Junta de Gobierno de la Santa Casa de Misericordia, de Pamplona. Así mismo socio de la Biblioteca Católico Propagandista de la misma ciudad que sostenía la revista ilustrada La Avalancha, donde se publicó la esquela de nuestro personaje en uno de sus números, por ello se deduce que era lector de sus páginas. La revista se definió como antiliberal y tradicionalista, entrando a debatir con frecuencia sobre la llamada “cuestión social”.

Falleció en Pamplona el 28 de septiembre de 1932, con 73 años. En noviembre de 1929 había superado una grave enfermedad, quizás la que dejara huella en su rostro. Sus herederos fiduciarios Jesús Francisco Fuentes Soria y Juan Sagüés Apesteguía, siguiendo instrucciones suyas, crearon e instituyeron, mediante escritura otorgada el 15 de mayo de 1941 ante el notario Juan San Juan, de Pamplona, la Fundación permanente a la que dieron el nombre de “Fundación Ondarra”, en memoria del expresado don Santiago, con fines benéfico-sociales, y con un capital inicial de 3.639.119 pesetas. 

El patronato quedó constituido, además de por los dos citados (siendo Juan Sagüés su Presidente), por el sacerdote D. Justiniano Arratíbel (Párroco de San Nicolás), Rogelio Ondarra Goicoechea (hermano del finado), y Aniceto Muniain Olagüe (vecino). 

Su primera orientación, de tipo sanatorial, fue encaminada primordialmente a combatir las enfermedades óseas infantiles. Para ello fue erigido en las inmediaciones del pueblo de Biurrun, en la vertiente sur de la Sierra del Perdón, cerca de Campanas, un edificio proyectado por Víctor Eúsa y construido por la empresa Erroz-San Martín, cuyas obras fueron recibidas oficialmente en diciembre de 1940. En una cripta situada en el mismo se dieron cristiana sepultura a los restos de aquel filántropo generoso que fue D. Santiago. 

Recibió la denominación de “Sanatorio Ondarra”. Fue inaugurado el 26 de julio de 1944 y nombrado como primer director del mismo el doctor Juan Lite Blanco, que contó con la ayuda del médico de Campanas García Remón, el servicio de las Hijas de la Caridad y la capellanía a cargo del coadjutor de la Parroquia de San Nicolás de Pamplona D. Clemente Fernández. 

Los efectos buscados se consiguieron plenamente a base, sobre todo, de descanso, aire puro, soleamiento y alimentación. De modo que en 1958, al considerarse ya desaparecida la tuberculosis ósea con la aparición de los tratamientos mediante hidracidas, se optó por dar a la Fundación otra orientación dentro de su finalidad benéfico-social. De esta forma, el 25 de enero de 1958 se constituyó el nuevo Patronato de la Fundación Ondarra en el que varios miembros del Consejo de Administración de la Caja de Ahorros de Navarra ocuparon los puestos vacantes, decidiéndose que el edificio de Biurrun sería destinado en adelante a colonias escolares para acoger niños de constitución débil necesitados de reposo y buena alimentación, no ya para niños tuberculosos o pacientes de enfermedades infecciosas como hasta entonces. 

Así, a partir del verano de 1961, y una vez reformado el edificio para residencia de verano con capacidad para un centenar de niños, la CAN figuraría al frente de la, a partir de entonces, denominada Colonia Escolar “Fundación Ondarra”. La Caja se comprometía a asumir el déficit generado por su funcionamiento sin alterar por ello los fines de la Fundación y el espíritu del testador D. Santiago Ondarra Goicoechea.

El centro mantuvo esta actividad hasta 1975, aproximadamente, en que ya bajo responsabilidad del Gobierno de Navarra quedó destinado a tratamiento de drogadictos por convenio con la Fundación “El Patriarca”, organización que luego desapareció. Posteriormente, el edificio quedó abandonado y fue objeto de pillaje. Hacia 1981, el Dr. Viñes, a la sazón Director General de Sanidad y Bienestar Social, logró recuperar in extremis, del antiguo despacho de dirección, los libros médicos que pertenecieron al ilustre benefactor y su título de Licenciado en Medicina por la Universidad Central, que pasaron al fondo de la Biblioteca General de Navarra, así como su retrato, pintado por Ciga, ahora objeto de análisis, que ingresó en el Museo de Navarra.

Su biblioteca era un compendio de los conocimientos del último tercio del siglo XIX, con títulos editados en Madrid y Barcelona, muchos de ellos de especialistas franceses traducidos al español. Se compone de cuarenta monografías, las revistas españolas de Medicina y Cirugía Prácticas y la Ibero-americana de Ciencias Médicas, así como de varias obras de carácter humanístico, y se puede decir constituye una biblioteca básica en su especialidad médica.

Entre las materias comprendidas figuran la higiene (con los tratados de Juan Giné y Partagás, Michel Lévy, Charles Londe. Pedro Felipe Monlau y Luis Pérez Minguez); la anatomía y fisología (con los de Xavier Bichat, Philippe Hutin, Alexandre Jamain y Philibert-Constant Sappey); la anatomía patológica (con el tratado de Eduardo García Solá); la patología quirúrgica (con los textos de Theodor Billroth, John Eric Erichsen, Alphonse Guerin, Wilhelm Roser), interna y terapéutica (de Hermann Eichort, Joseph François Malgaigne, Léon Moynac, y el libro de Léon Athanase Gosselin sobre la práctica quirúrgica en el Hôpital de la Charité de París); sobre enfermedades de la piel (el texto de Eugène Guibout); medicina legal y toxicología (los de Diego Aguilera Sánchez y Pedro Mata); pediatría (Eugène Bouchut); filosofía médica (Jean Bouillaud); psiquiatría (William Alexander Hammond y Pedro Mata); obstetricia (Désiré-Joseph Joulin); y manuales generales sobre terapéutica (de Armand Trousseau, Francisco Javier de Castro y A. García Cuello), práctica médica (Tomás Santero y Moreno, más el texto de Clínica Médica del Hôtel-Dieu de París de Armand Trusseau); homeopatía (Pedro Mata), y uno específico para el centro, el “Tratamiento de la tuberculosis pulmonar” de Juan Manuel Mariani y Larrión. Hay algunos títulos complementarios sobre física experimental y aplicada a la meteorología (de Adolphe Ganot), química (el de Ramón Torres Muñoz de Luna) y astronomía (de Augusto T. Arcimis y de Werle), ciencia que le interesó secundariamente.

La contribución asistencial de la Fundación Ondarra se sumó eficazmente a la iniciativa ya emprendida por el Patronato Nacional Antituberculoso que inició tales preventorios infantiles en los años 1925-1930, redoblando otras estimulantes actuaciones de la beneficencia privada en Navarra como fueron las de Dña. Concepción Benítez (fundadora en 1913 del primitivo Hospital Provincial en Barañain), de don Fernando Daoiz (impulsor del Manicomio Vasco-navarro Hospital Psiquiátrico Provincial desde 1905) y de don Joaquín Ruiz (creador de la Maternidad y Orfanato de Pamplona en 1904).

Desde el punto de vista artístico, este retrato de Ciga, ejecutado hacia 1918, está próximo en el tiempo a los mejores retratos masculinos pintados por él en la década de 1920, dedicados a personas destacadas de la burguesía, representantes de la cultura artística e intelectual o profesionales de la sociedad pamplonesa (Primitivo y José Erviti, Eugenio Gortari Polit, Estanislao de Aranzadi, Eugenio del Castillo o el recién descubierto de Eustaquio Echauri). Todos ellos representados en la disposición que ya hemos descrito, con elegancia personal indudable, y una severidad en su apostura consecuencia de una paleta reducida a negro, gris, las más cálidas encarnaduras y algún detalle, como en este “Retrato de Santiago Ondarra” son los libros, que nos sitúan al personaje con relación a sus inclinaciones, detalles que al mismo tiempo merman parte de su parquedad característica. Destacan en él equilibrio compositivo, exacto dibujo y modelado, pincelada controlada, claroscuro delicado, detallismo anatómico, justeza general de las calidades y captación psicológica, en línea con el realismo post-romántico.


BIBLIOGRAFÍA
Alegría Goñi, C., El pintor J. Ciga, Pamplona, Caja de Ahorros Municipal de Pamplona, 1992.
Zubiaur Carreño, F. J., “Nuevo retrato de Ciga de su época de París, el del periodista y filólogo Eustaquio Echauri Martínez”, Príncipe de Viana, 250 (2010), 295-304, Pamplona, Gobierno de Navarra.